Opinión Internacional

Al Embajador Puente Leiva

A Jesús lo conocí cuando llegó a Venezuela, me lo presentó el común amigo Iván Pulido Mora, quien había sido nuestro compañero de estudios en tiempos diferentes. Aún recuerdo la ocasión introductoria en un café de la Torre Phelps, en Plaza Venezuela; me trató como un verdadero diplomático, pero con algo de esa cortesía mexicana que me es tan cara y familiar.

En su primer período venezolano, pude darme cuenta como Jesús Puente Leiva no era un Embajador común. Es demasiado llano y nuestro para ubicarlo entre quienes hacen de la necedad oficio, o del oficio necedad. Posee Jesús, el raro don de la verdadera cultura, de la que no se pregona ni blasona, de la que penetra en la sangre y se manifiesta en el trato cotidiano, en la sindéresis y la discreción ante lo inoportuno.

Cuando marchó al Perú, unos lo lloraron y otros lo lamentaron pero, en general, supimos que se nos había ido un amigo y un excelente representante de su país. No sé cuantos años duró esa ausencia, pero lo que sí recuerdo es que, a su regreso, sus amigos sintieron una verdadera fiesta por dentro y eso que aún no lo conocían del todo.

Ya entre nosotros, nuevamente, se abrió de capa y confesó su debilidad venezolana, mostrando todas las aristas de su sensibilidad artística, algunas de las cuales aún no conocíamos. Se vinculó todavía más al mundo de las artes y tiene amigos en la plástica, la música, la danza, la arquitectura y la literatura venezolanas, lo que nunca le impidió o limitó el ejercicio de sus otras funciones como diplomático, en las esferas políticas y económicas.

Amigo Jesús, creo interpretar el sentimiento de la mayoría de mis paisanos cuando te digo que, si la vida te trae por tercera vez a estas tierras, tienes desde ahora el plácet asegurado. Puedes decirle a tu cancillería que no se moleste en pedirlo a la nuestra, que simplemente nos lo avise, para dártelo en cambote y derrocar al gobierno de turno, si se le ocurriera negártelo.

Estas líneas son para confirmarte públicamente, que si, que efectivamente, soy bien “mamón”, sobre todo cuando se trata de gente a quien respeto y quiero. Bon voyage.

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