Opinión Internacional

Colombia en el laberinto

La renuncia del presidente Uribe puede tipificar una acción afirmativa para restablecer el equilibrio institucional y la credibilidad perdida del Congreso de la República. Además, le colocaría históricamente por encima de una reciente tradición de corrupción política, destorcida sistemática de los partidos y clientelismo rampante. Con su renuncia el presidente Uribe se colocaría del lado del respeto a los principios Constitucionales que levantaron sobre sus hombros Rafael Uribe Uribe o Alberto Lleras Camargo. Uribe pasaría a la historia como verdadero Estadista.

Porque si tenemos que localizar el factor causal básico de la presente crisis estructural, éste se relaciona con una personalísima prolongación del poder y la reelección presidencial. Nuestra primera narrativa tiene un carácter contraintiutivo. Porque Uribe continúa y seguirá gobernando; y si retorna algo de calma al ambiente político, emprenderá la trayectoria hacia la segunda reelección. La actuación por cohecho entre los Ministros, Yidis Medina y Teodolindo, tuvieron su motivo en la obsesión maquiavélica de Uribe, quebrantando toda norma, valor o principio legal. A este respecto, alegar como fundamento del voto reeleccionista un acto persuasivo es como excusar un embarazo, porque se trataba de un juego inocente. Del mismo modo, la frontera distintiva entre persuadir y cometer cohecho, no hace parte del mismo tipo de intención moral. Nadie cree que la persuasión de Uribe a Yidis puede contar como un juego de inocente.

Por lo demás, el argumento de Antanas, (El Tiempo, 05/02/2008), contiene una máxima inaplicable al caso colombiano. Y en general a la práctica política. Mockus considera dentro de la tradición académica, que los fines deben adaptarse a los medios y viceversa. Siendo que la acción política (fin) de la reelección, fue lograda por un (medio) inmoral, Uribe debería renunciar. Esta correlación entre medios y fines no opera en un ámbito en donde la ambición del poder supera todo tipo de fronteras. O mejor, un mundo real comprende más individuos parecidos a Yidis y Teodolindo que a Antanas Mockus o Emmanuel Kant.

Nos preguntamos, ¿por qué en Colombia se impone el realismo inmoral de Uribe y no el idealismo kantiano de Mockus? La respuesta se relaciona tanto con la fuerza de las tradiciones como con el tiempo. Más que la moral, la ley o la cultura. En el sistema político colombiano, digamos, la tradición de los atajos ha acumulado una forma de hacer política en contra de principios. De modo que engañar, extorsionar, mentir, adular o fingir, son prácticas ordinarias para conseguir el poder. Para refrescar nuestra memoria cercana, con el proceso ocho mil, tanto el presidente Samper como el país retrocedieron hacia adelante. Aplicando la moraleja de Maturana, ganamos perdiendo. El proceso ocho mil fue una acción y un hecho creador de tradición política; la gente que aceptó la impunidad presidencial del proceso ocho mil, no tendría hoy problemas para aceptar el cohecho entre Uribe y Yidis Medina.

La destorcida institucional provocada por la reelección de Uribe tiene un ingrediente temporal. Digamos que cuando actuaron los Ministros sobornando a Yidis Medina y Teodolindo, lo hicieron presionados por la premura de lograr una acción en beneficio del presidente Uribe. Actuaron en función de un propósito inmediato. Y la evocación de grandes palabras como: patria, seguridad o Estado, sirvieron para velar su intención maquiavélica. En realidad, con el voto de Yidis Medina a favor de la reelección, la dialéctica negativa recaería sobre el futuro de Colombia. El problema ético de medios y fines, quedaba subordinado a la inercia de una tradición tramposa.

Antanas Mockus, filósofo, sabe que ocasionalmente el sentido común es el menos común de los sentidos. Lamentablemente este gobierno se ha encargado de transformar la tradición heredada de Rafael Uribe, Alberto Lleras o Carlos Lleras, en una tradición parasitaria de la democracia liberal. El presidente Álvaro Uribe será incomparable por su agudo sentido del oportunismo, la manipulación regresiva y un elevado narcisismo. Un juicio político a las repudiables acciones de soborno y cohecho para hacerse reelegir parece lejano. Tendríamos que desandar el camino que el Uribismo le ha trazado a Colombia.

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