Opinión Internacional

El Mar es su Tumba

El 13 de julio de 1994, el viejo remolcador “Trece de Marzo”, salió de la Bahía de La Habana rumbo a Florida con setenta y tres cubanos a bordo. Transcurridos algunos minutos fue interceptado por embarcaciones del régimen que procedieron a barrer la cubierta con potentes chorros de agua y posteriormente, golpeándole por los costados, lo hundieron sin dejar rastro de la infamia cometida.

El grito desesperado de madres unido al llanto de sus hijos no detuvo el salvajismo. Cuarenta y un muertos fue el saldo de aquella acción criminal entre los cuales se contaban 21 niños, algunos de pocos meses de nacidos, el resto no llegaba a doce años de edad. Ese verano la capital fue testigo de manifestaciones callejeras, jamás vistas en los 35 años de dictadura, motivadas en parte por el desespero de escapar de la isla. Fue tal la conmoción causada, que el gobierno decidió permitir la salida de balseros en un número cercano a los cuarenta mil. Muchos de ellos no pudieron ver sus sueños hecho realidad, tal como le ocurrió a los tripulantes y pasajeros del remolcador. El mar cubano fue su tumba.

El asesinato de los buscadores de libertad a bordo del remolcador ha pasado a la historia como un acto cruel, comparable con crímenes de lesa humanidad perpetrados por el nazismo y el stalinismo. Las condenas no se hicieron esperar, pronunciamientos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional, Parlamentos, incluido el venezolano, así como de intelectuales y gobernantes de todo el orbe.

Al cumplirse diez años del espantoso holocausto, responsabilidad plena del dictador Fidel Castro, es una obligación moral reflexionar sobre la importancia que tienen la unión y la tolerancia en la vida y destino de los pueblos. Los gobernantes que se dedican a dividir a la nación en bandos, sembrar el odio entre familias y ejercer la violencia con la finalidad de obtener más poder, son merecedores del repudio, de ser sacados del poder y de penar tras las rejas, como los casos de Milosevic y Hussein, las culpas de su insania.

¡ Que el grito justiciero de los que reposan en el fondo del mar sirva para despertar conciencias e impedir que hechos viles, como el del remolcador “Trece de Marzo”, puedan repetirse o quedar sin castigo !

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