Opinión Internacional

El mundo que se avecina

El director norteamericano de Cine Taylor Hakford escribió hace mas de
seis años: «me temo que América Latina será la próxima Vietnam»: se adelantó el
estado de vértigo de medio Oriente, pero el hecho de que los gobiernos
latinos permitan a los Marines ocupar territorios como si se tratara de
campus de recreos, habla de una realidad insoslayable, cambios ya en los
status de la geopolítica mundial que no será alterada por los
neo-folklores populistas de los Gobiernos latinoamericanos.

El Asia pasará a ser el próximo problema. En las «Beitrage» de Heidegger
se pasa minuciosamente un recuento de lo que significa lo «monumental» como
practica de la planificación de lo real desde el punto de vista de las
maquinaciones técnicas que el hombre ya no domina: desde 1936 a 1938
Heidegger – vio con claridad y lo puso de manifiesto durante el régimen nazi
(Lecciones Fundamentales) de que una cosa eran los imperios que duraron
siglos de modo «natural» y otro el de aquellos que se «apoyan» en la
imposición del calculo que convierte a todo lo ente en materia de
explotación indiscriminada incluyendo al hombre en esto: los humanismos
no nos salvan de «el hombre producido», de la serialisación del deseo, del
cuerpo resignificado por las pulsiones deseantes manejadas por la
teleinformática: de éste modo paradigmático atravesó occidente las
ucronías lógico positivistas o iluministas que están hoy muertas como las
organizaciones y los tratados mundiales.

Se trata pues de pensar nuevas formas de meditar las «humanitas» – o la
traducción latina de la experiencia griega del ser- y los derechos humanos
que se le siguen sin insistir en lo caduco de una tradición que nos ha
traído al caos y lo aórtico de una sociedad trabajada por las revoluciones
mediáticas, la información, las nuevas formas de manipulación de la
conciencia, la destrucción del Eros sagrado – a través del consumo – más
allá del liberalismo – padre de los inmanentismos modernos nazis o
marxistas sin acudir a trascendencias imaginarias que también sirvieron a otras
formas de esclavitud.

La implosión del orden mundial que comenzó con la cultura planetaria y
acabó con la imposición de la globalización no tiene sus orígenes en tramas
historiográficas sino en cierto destino de un equivoco darse del ser en el
ente y abrir a lo humano sus más remotas posibilidades prácticas: las
revoluciones han sido histéricas y nada han traído a una transmutación de
los «poderes» del hombre sobre la tierra: como las grandes guerras nada han
cambiado: llego pues la hora de pensar aquello que dio al hombre «que
pensar» y a partir de ahí proponer modos de praxis que permitan responder
a un llamado sin remito ni remitente pues el hombre – el excluido y el no
excluido- son aún extraños en esta tierra que perecerá con temblores y
gemidos (Eliot: La tierra baldía») antes que por fricciones nucleares.

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