Opinión Internacional

El nuevo Norte en el Sur

En 1999, cuando Hugo Chávez asume por primera vez la presidencia, el orden internacional era incuestionablemente unipolar y la hegemonía estadounidense no admitía dudas. La economía de mercado preconizada por Washington prevalecía por doquier y, a pesar de las tensiones generadas por la misma en muchas regiones del globo, se trataba de un modelo inescapable. Hegemonía política y modelo económico estaban en proceso de consolidarse en nuestra región por vía del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. Se trataba de un mundo diseñado a imagen y semejanza de los intereses del Norte, claramente dominado por el Norte. En él prevalecía lo que Ignacio Ramonet bautizó como el «pensamiento único» y Charles Krauthammer llamó el «momento unipolar». No en balde, algunos años antes, Francis Fukuyama había sentenciado que dicho orden constituía el «punto final de la evolución ideológica de la humanidad» y, en consecuencia, el «fin de la historia».

Mientras América Latina se movía sumisamente en esa dirección, el presidente Chávez pregonaba un mundo al revés en el que el nuevo Norte se encontrase en el Sur. Comenzando por la lucha por el rescate de los precios petroleros y la vigencia de la OPEP, el pensamiento y la acción de Chávez se abocaron a la conformación de un orden multipolar (o pluripolar como él prefería llamarlo), una América Latina cabalmente integrada y un fortalecimiento a todo nivel de las relaciones Sur-Sur. La suya se presentaba como una batalla utópica y solitaria. Más aún como una batalla de inmenso riesgo que confrontaba abiertamente a los intereses de un Norte todopoderoso.

Hoy, el mundo preconizado por Chávez constituye una realidad. La hegemonía estadounidense se ha evidenciado insostenible y el mundo se ha vuelto pluripolar, dando protagonismo a varias de las naciones del Sur. El Consenso de Washington, portador de un recetario neoliberal de supuesta aplicación universal, ha quedado en el pasado. En su lugar las economías emergentes han encontrado inspiración en el pragmatismo, la gradualidad y la ausencia de terapias de choque, propias del modelo económico chino. En 2012 el 75% del crecimiento de la demanda en el comercio mundial correspondía a las economías emergentes. Para la mayoría de las economías del Sur el comercio entre ellas desplazó ya a los intercambios que mantienen con el hemisferio Norte. Todo lo anterior ha hecho que una globalización que se expresaba en símbolos y valores norteamericanos se haya transformado en crecientemente multicultural. Ya no hay espacio para pensamientos únicos ni posibilidad de que culturas o valores que no se adecuan a los parámetros occidentales puedan ser considerados como expresión de atraso.

América Latina, de su lado, se ha integrado en una arquitectura institucional de inmensa fortaleza. Desde Celac hasta Unasur pasando por el ALBA y otras varias organizaciones, la región se ha entrelazado como nunca antes. El comercio intrarregional creció 48.8% entre 2009 y 2011 y en 2012 se situó en 210 millardos de dólares. Chávez fue artífice fundamental de este esfuerzo integrador y fuerza inspiradora de gran significación en la conformación del orden internacional que ahora emerge.

 

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