Opinión Internacional

Israel, Hamas: lógica de la violencia

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Una vez más la lógica de la violencia se impone en detrimento del “reto de la paz”. Una vez más queda demostrada la lógica de la complementariedad que de hecho anima a los enemigos irreductibles. Salvo que esa misma lógica llevó a Israel a desempeñar el papel que su enemigo le designaba. El del agresor al interceptar y tomar por asalto en aguas internacionales al carguero Mavi Marmara, parte de una armada llamada “Flotilla de la libertad”, integrada por seis embarcaciones destinada a transportar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, zona sometida a un estricto bloqueo, sobre todo destinado a impedir el abastecimiento de armas a Hamas, por parte de Israel, al cual se sumó también Egipto, hecho que la mayoría de los analistas olvidan mencionar. Ese bloqueo fue decretado tras la toma bajo su control en junio 2007 de ese territorio por Hamas, organización cuya meta es la guerra a muerte contra Israel, y que se opone a toda gestión tendiente a una negociación de paz, de allí que también esté en guerra contra la Autoridad Palestina, que al contrario, aboga por negociar con Israel.

A esta altura de los acontecimientos, ya no se trata de sumarse a las manifestaciones de repudio y de denuncia del gobierno de Israel, provenientes de los distintos lugares del planeta, de gobiernos, cancillerías y ONU. O al contrario, aceptar dócilmente las explicaciones de Israel de justificar el asalto y el saldo de 9 personas muertas aduciendo que miembros de la flotilla atacaron a las tropas de asalto con armas blancas, barras y hachas. Argumento poco serio cuando se trata de uno de los ejércitos mejor entrenados del planeta, cuyo profesionalismo les permitía detener la flotilla sin necesidad de llegar a ese extremo como lo demostró el pasado 3 de febrero al interceptar el cargo irlandés Rachel Corrie cuando se dirigía a Palestina con el mismo propósito de llevar ayuda humanitaria.

Convendría más bien tratar de comprender el trasfondo complejo que condujo al desenlace trágico del Mavi Marmara y su secuela de violencia.

La ONG que organizó la flotilla, independientemente de que muchos de sus integrantes fueran militantes humanitarios que actuaban de buena fe, es parte de la IHH, (“Insami Yardim Vafki o Fundación de Asistencia Humanitaria), una organización islamista turca cuyos lazos con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islámico-conservador) en el poder, son muy sólidos, además de ser cercana a la organización extremista Hamas que controla la Banda de Gaza, y, supuestamente, de Al Qaeda. En 1997, las autoridades turcas incautaron en su sede armas y material subversivo que demostraba que miembros de esa organización participaban como combatientes en Bosnia y en Chechenia. Según el diario francés Le Figaro (2 de junio) el juez francés Brugiére, encargado en una época de los dossier de terrorismo, consideraba esa organización como una fachada para el envío de combatientes a entrenarse a Afganistán. Israel, por supuesto, tenía todos los motivos para impedir que la flotilla se dirigiera directamente a Gaza. De allí que el gobierno israelí les propusiera desembarcar el cargamento en el puerto israelita de Ashdod, y tras cerciorarse de que no llevaba armas se comprometía luego a llevarlo por tierra a Gaza. Lo que demuestra que por parte Israel había una voluntad real de encontrar una solución razonable a la crisis que se veía perfilarse.

La IHH, por supuesto rechazó el ofrecimiento, puesto que el otro modus operandi de la operación, no era solamente de carácter humanitario, sino de carácter eminentemente político y mediático, por lo tanto, era un reto a Israel. La operación llevaba por nombre “Liberar a Gaza” y el objetivo era forzar a Israel a levantar el bloqueo de Gaza. En la noche del 30 al 31 de mayo Israel respondió con la fuerza militar a lo que era una batalla de imágenes: una guerra mediática que evidentemente la llevaba perdida.

Esta nueva derrota mediático-militar por parte de Israel nos recuerda la de julio-agosto 2006 cuando Israel le declaró la guerra a las milicias de Hezbollah con el objetivo de inmovilizar los cohetes con los que este último bombardeaba incesantemente a Israel. Ducho en guerra asimétrica/mediática, Hezbollah utilizó como lugar de escondite de los cohetes – el principal objetivo militar israelita desencadenante de la guerra – zonas en donde sólo había civiles, en particular mujeres y niños, teniendo buen cuidado de que siempre estuvieran presentes las cámaras de televisión. Los israelitas caían sistemáticamente en la trampa. Tras el fracaso de su estrategia de detener mediante ataques aéreos los lanzamientos de cohetes, sin hablar del coste humanitario que ello conllevó, la imagen que dejó entonces fue la de una operación improvisada y costosa, que dejó como saldo la imagen sorprendente de la vulnerabilidad de sus fuerzas armadas, que al no lograr sus objetivos, lo que logró fue que Hezbollah resultara fortalecido política y militarmente, ampliando la influencia iraní, su principal sponsor, en la región y opacando la imagen de un ejército que se creía invencible. Otra operación sorprendente por lo poco que observaron las medidas de seguridad, – los agentes fueron grabados por las cámaras del hotel- fue la ejecución de uno de los fundadores del brazo armado del Hamas en un hotel de Dubái perpetrado por un comando israelí que logró entrar en el emirato con pasaportes europeos lo que provocó una tensión diplomática entre Israel, Francia, Reino Unido y Alemania.

En los últimos tiempos, La dinámica de la guerra asimétrica tiene más de guerra de imágenes que de elemento militar. Lo militar es un pretexto desencadenante del aparato mediático. Y parece que el ejército israelí no ha redimensionado su doctrina militar a la luz de los nuevos ardides de la guerra asimétrica practicada por los grupos extremistas.

Consecuencias para Israel
Si bien el ejército israelita continúa gozando de respeto y popularidad, el gobierno de Netanyahu no sale indemne de la crisis desencadenada por el incidente de la flotilla. La mayoría de los medios de Israel han criticado la falta de preparación de la operación, y la actuación de amateur de un ejército reconocido por su profesionalismo. El analista del gran cotidiano Yedioth Ahronot, Nahum Barnea, se pregunta “si los integrantes de la flotilla no eran defensores de los derechos humanos sino brutos animados por el odio a Israel” como lo afirma el Estado hebreo, y “supones que es esto sea verdad, entonces por qué Israel les dio exactamente lo que estos buscaban?” Otros medios exigen la dimisión del ministro de la defensa, Ehud Barak. Según rumores, el comando destinado para tomar de asalto la flotilla fue sub evaluado cuando los integrantes de la flotilla eran más numerosos. Seguramente, presas de pánico, los soldados dispararon sin mucho discernimiento

Se le reprocha el bloqueo de Gaza a Israel, cuando Egipto, país más cercano desde todo punto de vista a La Palestina, se sumó también al embargo decretado por Israel, aunque tras el incidente de la flotilla, ante la presión de la opinión pública y el rechazo tajante de todos los países musulmanes al ataque israelí, no le quedó otra alternativa que abrir el paso a Gaza, para permitir la ayuda humanitaria y de hecho, apoyar la postura contra el embargo. El caso de Egipto no es igual al israelí. Por parte de Israel, el bloqueo consiste en el control del tipo de material que entra en la Franja de Gaza, para mantener un control absoluto para impedir el paso de armas. Egipto, por su lado, construyó una frontera metálica subterránea para obstaculizar el contrabando a través de los túneles que los habitantes de Gaza han construido para transportar víveres, pero también armas, al mismo tiempo que Egipto aboga por los palestinos ante Israel. De hecho, la actitud egipcia tiene que ver más con el temor al contagio islamista de Hamas, toda vez que la oposición más virulenta egipcia es la de los “Hermanos musulmanes”; islamistas radicales. Además de su dependencia de la ayuda de Estados Unidos que le provee a Egipto 2000 millones de dólares anuales.

Para Israel, el incidente de la flotilla pone en entredicho sus relaciones con la Turquía hasta ahora su aliado estratégico en el Oriente Próximo. La aviación israelí se entrenaba en el espacio aéreo turco, autorizado por Ankara. Hoy Turquía convoca a su embajador en Israel y cancela las maniobras militares conjuntas con Israel. Pero el deterioro de las relaciones ya había comenzado, suscitado por el propio gobierno turco que ha decidido redimensionar sus alianzas y ha operado un acercamiento con sus vecinos árabes y musulmanes, en particular con Siria e Irán, enemigos tradicionales de Israel. Esta operación ha alcanzado mayor peso por haber sido secundada por el presidente Lula del Brasil, más que un acercamiento, ha operado una alianza con Teherán que ha desestabilizado la unanimidad que se había logrado entre Estados Unidos, Europa y hasta Rusia y China habían accedido a una política común hacia Irán y la cuestión nuclear. Se podría afirmar sin caer en exageraciones que Erdogan y Lula han contribuido al estallido de la crisis al dar un apoyo incondicional al gobierno de Irán, justo en el momento en que se había alcanzado una unanimidad ante Irán, lo que significaba de hecho, una protección para la seguridad de Israel, hecho que, por supuesto, no podía dejar indiferente al Estado hebreo y actuar en consecuencia.

El presidente brasileño Lula de Silva, que es un buen político pero que está lejos de ser un gran estadista, actúa en pro de una hipotética multipolaridad en la que el Brasil jugaría un papel preponderante, de allí que contribuya sistemáticamente al resquebrajamiento de lo que todavía considera la unipolaridad de Estados Unidos, precisamente en el momento en que el presidente Obama clama que Estados Unidos no desea, ni puede resolver los problemas del mundo y de más bien quiere gobernar suscitando políticas de alianza. La política del primer ministro turco, Erdogan, se orienta más hacia la conquista del espacio que ocupara cuando era el centro del imperio otomano, actitud que se ha exacerbado ante las dilaciones de la Unión Europea de admitir a Turquía en su seno. La aceleración de la historia que hoy vivimos, queda demostrada en que una operación menor como es la de la flotilla apoyada por Ankara, convierte a Turquía en la potencia regional del Mediterráneo y del Levante. Por otro lado, difícil imaginar que la China admita compartir la centralidad mundial que ya ocupa. De allí que resulte poco factible en la configuración que parece perfilarse del llamado Bric, y dado el desarrollo desigual del país, que el Brasil pase del dintel de candidato a gran potencia.

La clave del asalto de la flotilla radica en la amenaza real que para Israel representa Irán, apoyado por el Brasil en el mundo occidental, y por el otro, por la Turquía; el país de mayor pujanza entre los gobiernos de obediencia musulmana.

Así como se habla del complejo de Numancia de los hermanos Castro en el Caribe, se comienza a hablar del complejo de Samson de Israel.

Sería deseable que la única democracia de la región descubriera el sentido común y recordara las palabras que el General de Gaulle dirigiera a Israel en 1967: de “no atacar ellos primero a los árabes y recordarles que el problema palestino, que por ahora no es más que un problema de refugiados, se convertirá en una gran causa nacional”. Pese a la mundialización el sentimiento nacional sigue siendo el motor de las pasiones

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