Opinión Internacional

La ideología del odio

(%=Image(1649082,»L»)%)Santiago de Chile (AIPE)- En Chile, después de la Revolución de 1891, en la cual murió medio por ciento de los chilenos (como si hoy cayeran 75 mil), el país dio rápidamente vuelta la hoja y se reconcilió. Se dictaron las amnistías necesarias. En un lustro toda odiosidad quedó atrás.

¿Por qué han transcurrido más de 30 años desde 1973 y más de 15 desde el gobierno militar y no hay reconciliación, pese a que sólo hubo poco más de dos mil caídos (Informe Rettig)? Porque en 1891 no había echado raíces la ideología del odio, pero en 1973 y hasta hoy sí. La profesó y profesa la extrema izquierda socialista-comunista que gobernaba en 1973 y parte de la cual nos gobierna hoy.

Como miles de usuarios de Internet, guardo la filmación y grabación de don Patricio Aylwin diciendo ese año que la Unidad Popular de Allende se aprestaba a tomar todo el poder mediante fuerzas bien armadas y equipadas y que los militares sólo se les anticiparon, para impedir el autogolpe totalitario. La mayoría democrática, junto a don Patricio, los aplaudió por ello. En 1978 se dictó una amnistía y mil 500 extremistas y 400 uniformados salieron libres. Los obispos aplaudieron la reconciliación. El país se pacificó y ese año hubo sólo nueve muertes por violencia extremista o represión (Informe Rettig).

La doctrina del odio parecía derrotada, pero quienes la profesaban no estaban reconciliados. Después de 1990 los uniformados, que ganaron la guerra armada, perdieron la posguerra. Se mostraron débiles y la historia fue rescrita en perjuicio suyo, tanto que don Patricio (también lo tengo grabado) dijo que jamás habló de un autogolpe totalitario. Si un militar mató a un extremista, fue un crimen horrendo; si un extremista mató a un militar, constituyó un paso adelante hacia la democracia.

Los uniformados han sido privados, en medio de su propio aplauso, de sus prerrogativas constitucionales. Y han abandonado a sus hombres a la venganza de los agentes del odio, que hoy los masacran judicialmente en procesos que serían risibles, por su desapego a los hechos y al derecho, si no fueran trágicos porque terminan en largas condenas. Jóvenes oficiales de hace 30 años, de vida privada y hoja profesional impecables, están presos como criminales. Fui a visitar a uno de ellos al presidio y me informó de su última condena, por un supuesto secuestro, en un proceso en que ¡nadie siquiera lo menciona! El juez de izquierda, en la sentencia, sacó de la manga su nombre y le aplicó tres años más. Pues según esa «verdad judicial», mientras está tras las rejas sigue manteniendo al sujeto secuestrado.

Extremistas de izquierda perdonados e indemnizados. Premios nacionales, nombres de calles y estatuas para los totalitarios. Pero un tibio proyecto de perdón a uniformados que hayan cumplido diez años de presidio es desechado por el Gobierno, a petición de su candidata presidencial, Michelle Bachelet.

La doctrina del odio maneja casi sin contrapeso el gobierno, el grueso de las comunicaciones y la mayoría en los tribunales y en una rama del Congreso. Ha lavado los cerebros y desatado, con aplauso general, su venganza contra los uniformados.

De modo que no habrá reconciliación. Quienes mandan y seguirán mandando no la quieren. Su candidata presidencial, que adhiere a la corriente más vengativa del socialismo, la Nueva Izquierda no renovada y, por tanto, genuina heredera de la UP del autogolpe borrado de la memoria colectiva, ganará, según las encuestas, por amplia mayoría.

Si algo viene, pues, es más no-reconciliación. Y tal como veo las cosas, me temo que en un futuro no lejano puede que hasta yo termine añorando a Lagos.

(*): Analista político chileno.

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