Opinión Internacional

Las Honduras del ALBA

1.

Esa calurosa mañana del día 25 de agosto del 2008 era muy difícil movilizarse en automóvil por Tegucigalpa. Cientos de buses transportaban a miles de personas traídas por el gobierno desde remotos rincones para que participaran en la movilización a favor del ingreso de Honduras en esa internacional del populismo latinoamericano que es el ALBA (Alternativa bolivariana para las Américas). Por un momento pensé que yo estaba en Caracas. – ¿Qué es esto?- pregunté a través de la ventanilla del auto a un campesino que llegaba a la demostración con toda su familia. – Una demostración a favor del campesinado hondureño- me contestó. – ¿No es por el ALBA entonces?- preguntó mi acompañante. El campesino no respondió. Evidentemente, no tenía la menor idea de lo que es el ALBA.

En su discurso de la Plaza de la Libertad, el Presidente Chávez dijo que quienes estaban en contra del ALBA eran ignorantes o “pitiyanquis”. La verdad es que quienes acudían a la demostración también ignoraban lo que es el ALBA. Esa fue precisamente una de las críticas que hacía la oposición al ALBA (la que también viene de amplios sectores del partido de gobierno): no haber dado a conocer el texto de incorporación que firmaría el presidente Manuel Zelaya Rosales. A fin de paliar esas críticas, los partidarios oficialistas del ALBA dieron a conocer el día Martes 26 un informe acerca de lo que es el ALBA. El documento es precedido por una cita del Presidente Chávez en donde él cita textualmente unas palabras de Jesucristo que Jesucristo nunca dijo. Pero los términos del texto subscrito todavía siguen siendo desconocidos para la mayor parte de la población de Honduras.

Según los periódicos hondureños la concentración fue multitudinaria. Acostumbrado a ver demostraciones políticas en otros países latinoamericanos, me pareció más bien escuálida. No obstante, aquella que tenía lugar en la Plaza de la Libertad era, de acuerdo a las proporciones que se manejan en Honduras, muy grande. Evidentemente, el Presidente Manuel Zelaya, a quien los hondureños para ahorrar palabras llaman Mel, había echado la casa por la ventana. De modo que para cualquier observador estaba muy claro que para la presidencia la entrada al ALBA significaba mucho más que firmar un tratado comercial, intención de la que pude darme cuenta a través del interesante discurso que pronunciaría el gobernante hondureño. El otro discurso interesante fue el del Presidente Chávez. Los demás discursos hay que olvidarlos.

Evo Morales parecía estar algo ausente, lo que pude explicarme dos días más tarde, pues tenía la mente ocupada en el nuevo proyecto de Asamblea con el que sorprendió a los bolivianos a su regreso. El vicepresidente cubano pronunció una serie de frases heroicas acerca de Martí y Bolívar, agregando algo sobre el envío de médicos revolucionarios a Honduras. La intervención de Daniel Ortega – esa insólita representación actual del Hombre Nuevo- fue más bien penosa. En su discurso manoteaba sin ton ni son mientras pronunciaba sin ningún orden una increíble cantidad de consignas, y como si fuese un pastor evangélico repetía la palabra “hermanos” sin cesar. Por si fuera poco, los vítores mal aprendidos de los concurrentes se mezclaban con los de protesta que emitían las feministas hondureñas (nunca pensé que había tantas) como consecuencia de la trágica historia de Zoila América. Pero más que las bravas feministas, el problema de Ortega es el de la creciente disidencia inter- sandinista de su país. Las figuras más emblemáticas de la revolución como Dora Téllez, Sergio Ramírez, los hermanos Mejía, Ernesto Cardenal (y muchos otros) no aceptan el estilo militarista y personalista que ha impuesto el ex-revolucionario y lo adversan sin compasión ni tregua. Ortega ya está políticamente terminado. Hasta su rostro desencajado reflejaba el inevitable colapso político al que lleva a su país.

El escenario estaba dominado por el rey de los medios. El presidente Chávez es, sin duda, el alma política y económica (sobre todo económica) del ALBA. Cuando Chávez reía, los otros mandatarios reían. Cuando aplaudía, los otros aplaudían. Si se levantaba del asiento, los otros hacían lo mismo. Solamente una vez Ortega intentó modificar el orden haciendo un saludo al estilo comunista pero nadie lo imitó, de modo que tuvo que bajar rápidamente su mano. Y, como era de esperarse, Chávez pronunció un discurso espectacular lleno de injurias a una gran parte de la ciudadanía hondureña. Sin embargo, como también ya es su costumbre, introdujo en su retórica algunos elementos jocosos. Aquellos que más hicieron reír al público ocurrieron cuando nombró a los presidentes agrupados en el ALBA como comandantes de la revolución latinoamericana. A Morales lo llamó comandante cocalero. A Ortega lo nombró comandante guerrillero. El se nombró comandante llanero. A Zelaya lo nombró comandante vaquero, lo que aprovechó muy bien la oposición para hacer una serie de chistes acerca de los rumiantes, los que no contaré aquí por respeto al presidente hondureño. El hecho de nombrar a “sus” comandantes fue realmente chistoso. No obstante, quien ha seguido medianamente los discursos de Chávez, sabe muy bien que sus chistes tienen un doble sentido.

Freud, en su libro acerca de “El Chiste y su relación con el Inconsciente” demuestra que así como en los sueños, en los chistes también yace un deseo oculto que se expresa de modo alucinante a través del cuento. El “deseo del chiste” era por lo demás evidente. En el curso de su narración Chávez imaginaba ser el Nuevo Libertador Continental quien, a través de campañas liberadoras en contra de las oligarquías y el imperio, nombra a los comandantes que lo secundarán en su gloriosa gesta épica. Sus alusiones a Morazán en relación indirecta con Zelaya reflejan notoriamente tan desbocada fantasía. Él, por supuesto, piensa que es Bolívar. O por lo menos: su espíritu corpóreo.

2.

Los hondureños, cuando no están en guerra o no son acosados por el clima de la violencia, son personas muy formales; incluso suaves. Todavía no están tan curtidos como los venezolanos de oposición (e incluso del gobierno) quiénes son insultados diariamente, de modo que el día que no reciban las amorosas palabras de Chávez, comenzarán a preocuparse de verdad. Los políticos hondureños en cambio suelen respetar las formas y muchas veces los contrincantes no olvidan el apelativo de “honorable” cuando entre ellos discuten. De tal modo que cuando Chávez insultó a esa parte de la población que por diversos motivos no está de acuerdo con la entrada al ALBA, causó una reacción de repudio general. Es que esta vez Chávez pasó su propia raya. Por lo general siempre había insultado a personas o a grupos que lo contradicen, pero nunca a la ciudadanía de una nación y mucho menos como visitante. Un economista que ocupa un cargo de alta representación oficial me dijo que él era partidario del ingreso de Honduras al ALBA, pero no dejaba de sentirse muy ofendido e indignado por las palabras del presidente venezolano. “Aquí nadie nos trata así”- decía con patriótico acento- “y Mel debió habernos defendido, pues él nos representa a todos”. Muy grandes deben ser los intereses de Zelaya por entrar al ALBA, pensé. Después, analizando con más atención la política hondureña advertí el porqué. Ese día, en cambio, tuve una visión gráfica de los gobernantes del ALBA a la que se puede agregar sin problemas Rafael Correa de Ecuador. Todos, efectivamente parecen ser cortados por la misma tijera.

Los presidentes del ALBA dicen ser socialistas pero casi ninguno viene de una cultura socialista y la ignorancia que ostentan en materias de política socialista es asombrosa. En mis tiempos jóvenes los socialistas eran intelectuales u obreros. De los del ALBA ninguno es intelectual y sólo Morales puede decir que conoce algo del mundo obrero. Las similitudes son más claras si uno analiza ciertas características psico-políticas de los presidentes “albistas”. Todos son injuriosos, personalistas, autoritarios y machistas. Todos son anti- parlamentarios y apenas llegan al gobierno intentan sustituir al parlamento con asambleas constituyentes o cosas parecidas. Todos dicen ser antimperialistas pero compiten entre ellos cuando llega el momento de conseguir favores económicos de los EE UU. Ninguno cuida las formas políticas ni diplomáticas aunque tampoco son consecuentes pues pueden insultar de modo horrible a alguien y al día siguiente colmarlo de elogios y abrazos. Todos son ideológicamente mitómanos. Evidentemente, Chávez ha impuesto un estilo que amenaza con convertirse en norma continental. Y no por último, todos son demagógicos y populistas.

3.

En un seminario del programa de Doctorado de la Universidad Autónoma de Honduras cuya parte relativa a “la teoría política del desarrollo económico” he dirigido en ésta como en otras ocasiones, tuvimos que abordar inevitablemente el tema del populismo latinoamericano. Sin intentar proponer nuevas tipologías e influidos por las intensas discusiones acerca del ALBA, pudimos llegar a algunas conclusiones acerca de los nuevos populismos latinoamericanos. Ahí pude agregar a mi lista otras similitudes que unen a los presidentes “albistas” y aquellos que aspiran serlo.

Todos, efectivamente, practican una política de la anti-política. La razón detectada fue muy simple. Los gobernantes del ALBA han llegado a ocupar la presidencia como consecuencia de una profunda crisis de representación en las naciones de más bajo desarrollo político. La excepción parece ser Honduras, país que pese a que es uno de los más pobres del continente no parecía hasta ahora vivir una crisis de representación política la que intenta ser provocada, debido a razones que ya mencionaré, desde la propia presidencia de la República.

El populismo, tanto el antiguo como el “neo” implica en todas sus formas una incorporación de las masas a la política. En cierto modo, repitiendo una tesis que en los años cincuenta mantuvieron sociólogos argentinos como Di Tella, Graciarena, e incluso Nun, el populismo es (puede ser) una de las formas de transición de la política elitista hacia la política de masas. Aquello que estaría ocurriendo en algunos países latinoamericanos es ese tipo de transición, pero realizada con bastante atraso con relación a aquellas naciones en las cuales las formas populistas coincidieron con el proceso de industrialización sustitutiva. En ese sentido el populismo contemporáneo podría cumplir, objetivamente, una función histórica muy distinta a la que imaginan sus líderes, y ésta no es otra que la de realizar la transición desde una política excluyente a otra con mayor participación popular. Esa tarea histórica no la realizarán, por cierto, los populismos emergentes –percepción que nos aleja de la sociología argentina de mediados del siglo XX- sino que la renovación política que surge desde la oposición a ellos, oposición que se verá obligada, como ya ocurre en Venezuela, a disputar “las masas” con el populismo oficial. Se trata sin dudas de una buena hipótesis, pero como es sólo una hipótesis, deberá ser tomada con mucho cuidado. Es, además, una hipótesis historicista y funcionalista, hecho que aumenta mi desconfianza. Pero no deja de ser sugestiva e, incluso, interesante.

4.

Si bien es cierto que Chávez insultó a la ciudadanía hondureña, él, después que abandonó el país, recibió un insulto emitido y organizado desde el propio aparato de propaganda del gobierno de Honduras. Lo increíble es que dicho aparato no se ha dado cuenta de la magnitud de la ofensa proferida a Chávez con la venia del presidente Zelaya. La ofensa comenzó a tomar forma el mismo 25 de agosto cuando el periodista experto en economía y finanzas de la emisora televisiva CNN, Alberto Padilla, al ser preguntado acerca de la incorporación de Honduras al ALBA, dijo: “pues, que entre”, añadiendo de modo cínico que esa incorporación aseguraba el acceso al petróleo a precios bajísimos, habiendo un sólo problema: el “pensamiento” del presidente Chávez, problema muy pequeño en comparación con los beneficios que podía obtener Honduras pues, en las palabras de Padilla, el ALBA no obliga a nada. En otras palabras, según Padilla, no sólo no hay que tomar en serio a Chávez, sino, además, hay que esquilmarlo. De un modo casi brutal, Padilla sintetizaba la ideología de lo que en algunos países del continente llaman la “política chula”.

Los chulos, en este caso, los chulos de Chávez, son aquellos que aplauden cuando Chávez ofende a Bush, pero sólo con el objetivo de apoderarse del dinero y del petróleo que el presidente venezolano reparte a manos llenas entre sus aliados continentales. Por cierto, las palabras de Padilla eran sólo la opinión de un periodista entre tantos. Lo insólito del caso es que esa entrevista fue incorporada a la propaganda televisiva y radial a favor del ALBA. Cada hora los programas de la presidencia la retransmitían como si Padilla hubiese revelado el secreto del misterio de la santísima trinidad. Si Chávez hubiese visto esos programas, habría sufrido un infarto. Él, que tanto se esmera por introducir la conciencia revolucionaria entre los suyos, era presentado, y nada menos que por sus propios aliados, como un presidente chiflado que viaja por el mundo ofreciendo dinero y al que hay que decir que sí hasta sacarle el último centavo. No fue eso lo que dijo Zelaya en su trascendental discurso del día 25. Razón de más para suponer que en el Partido Liberal, que es el de gobierno, hay tres tendencias claramente definidas.

La primera tendencia, que es la que tomó forma en el discurso de Zelaya, es la tendencia izquierdista que de un modo u otro late desde hace tiempo al interior del liberalismo hondureño. La segunda, la de los chulos, es la tendencia pragmática, a la que también parece apoyar Zelaya. La tercera, representada por el propio presidente del Congreso, Roberto Micheletti, es radicalmente contraria al ALBA. Los miembros del Partido Nacional con “Pepe” Lobos a la cabeza, son en su gran mayoría abiertos enemigos del ALBA. La correlación actual de fuerzas es, por lo tanto, poco favorable a la entrada de Honduras al ALBA. Lo más probable es que será negada en el parlamento. La pregunta que surge entonces por todas partes es ¿por qué arriesga tanto Zelaya? O formulando la pregunta de un modo aún más simple: ¿qué se trae Mel entre manos?
La gran revelación del discurso del presidente Zelaya fue que el Partido Liberal es de izquierda. Más aún: que representa no una centro-izquierda sino a la izquierda del país. No se trata en ningún caso de un socialismo liberal, sino, y éste fue el gran aporte teórico de Zelaya, de un liberalismo socialista. De más está decir que la mayoría de los liberales del país estaban más que desconcertados. En un sólo discurso y sin llamar a ninguna asamblea, Zelaya cambió la base programática y la doctrina del partido. Chávez, por supuesto, aplaudía a rabiar. Ya no sólo deberá hablarse del socialismo bolivariano, o del socialismo del siglo XXl, sino, además, del liberalismo socialista. Dura tarea para los profundos y sabios pensadores del chavismo latinoamericano: explicar la esencia del liberalismo socialista que en palabras tan “brillantes” ya había enunciado Manuel Zelaya.

5.

La verdad es que el presidente Zelaya es tan socialista como decir que un pingüino es un ave tropical. Miembro de la clase ganadera asociada históricamente a las más cruentas dictaduras de la nación, está lejos de ser un hombre de pensamiento, aunque sin duda lo es de acción. Por su apostura física y origen social está más cerca de otros presidentes hacendados, como lo fue Vicente Fox en México o como lo es Álvaro Uribe en Colombia. Su formación intelectual es más bien débil, la que suple con excesos autoritarios, improvisación y sobre todo, audacia. Su dicción oratoria no es brillante, pero sabe producir golpes de efecto destinados a conseguir al aplauso fácil. A diferencia de otros presidentes hacendados, tiene una marcada vena populista. Como todo populista, guarda muy poco respeto a la lógica y así como ya ha inventado el “liberalismo socialista”, puede que otro día invente al “socialismo terrateniente”. Todo es posible. En la retórica populista las palabras pierden sentido y significado; sólo valen por su sonido. Un día podrá Zelaya apoyar la ideología de Chávez. Al otro día la posición oportunista recomendada por el periodista Padilla. Lo que según la lógica formal es una contradicción, para la lógica populista es un complemento. En cierto modo, en la persona de Zelaya se refleja la misma contradicción que atraviesa a todo el continente latinoamericano.

Mucho se ha hablado últimamente de que en América Latina hay dos izquierdas. Una pre-histórica, representada por Chávez, y una moderna, representada por Lula. No obstante esas izquierdas no son siempre la izquierda de alguna derecha, lo que hace casi imposible considerarlas de izquierda, aunque ellas así se auto-denominen. En términos más simples parece ser pertinente hablar de dos tipos de gobierno. Por una parte, los gobiernos ideológicos. Por otra parte, los gobiernos comerciales (para no decir gobiernos chulos). Ambos, a pesar de las diferencias que los separan, tienen algo en común. No son gobiernos políticos. En cierto modo, y por ahora, el de Manuel Zelaya contiene características propias a los dos tipos de gobierno.

Ya hemos hablado suficiente sobre los gobiernos ideológicos, algunos de cuyos representantes confraternizaban en la Plaza de la Libertad de Tegucigalpa. Los gobiernos comerciales, a diferencias de los ideológicos que por definición sustituyen la política por una ideología, hacen de los intereses económicos que dicen representar, una profesión de fe. Para esos gobiernos, la nación no es más que una empresa comercial y los gobernantes se entienden como gerentes o empresarios del Estado. Hay casos extremos e intermedios. En los extremos se encuentran Chile y Brasil. Un caso intermedio es Argentina.

Los chilenos ya son conocidos como los fenicios de América Latina, y sus políticos presentan su país hacia el exterior como un emporio comercial. Efectivamente, los chilenos practican una política-emporio: exportan hasta lo que no tienen y sólo hablan de números. No están ligados a ningún mercado regional y mantienen relaciones con todos. Brasil a su vez, sigue la línea de Lula, quien abraza con inusitado cariño a todo quien pueda reportar buenos negocios, ya sea Bush, Uribe o Chávez. Lula – quien como obrero aprendió mucho de los empresarios- sigue la máxima que una vez popularizó De Gaulle: “los gobiernos no tienen amigos, sólo intereses”. No obstante, desde una perspectiva política, dicha máxima no es tan cierta. Amigos en política no son los amigos personales sino los enemigos de mis enemigos. Y sin enemigos (o adversarios) no hay política; ni nacional ni internacional. Pues hay veces en que los gobiernos deben tomar posiciones. Cuando son violados derechos humanos o cuando la democracia y las libertades fundamentales son amenazadas en diferentes naciones, los gobiernos políticos deben tomar la palabra. Sin embargo, los gobiernos políticos brillan por su ausencia en el pobre continente. Sus gobernantes, o son fanáticos alucinados o gerentes comerciales. A veces intentan como los Kirchner ser las dos cosas a la vez; sin resultados positivos, como ya se ha podido comprobar.

La pequeña Honduras se encuentra, sin dudas, en una fase de transición. Un gobierno comercial quiere transformarse en gobierno ideológico con argumentos comerciales. Esa es la apuesta del socialismo liberal de Mel. La apuesta es muy alta y está llena de riesgos, tanto para la nación como para el mismo Zelaya. ¿Cuáles son las razones que llevan a Manuel Zelaya a realizar apuesta tan riesgosa?
Una razón es el mismo presidente. Zelaya es populista, y como todo populista busca continuar su mandato más allá de los marcos estipulados por la constitución. Como buen populista ya ha creado un “poder ciudadano” representado en asambleas locales de representación popular (algo así como los “círculos bolivarianos” de Venezuela) ligadas de modo vertical a la propia presidencia. A través del “poder ciudadano”, Zelaya busca crear, al igual que Morales, Correa y Chávez, una instancia paralela y alternativa al Parlamento. Ello pasa por la división de su propio partido, el Liberal. De este modo, presionando la política mas allá de las instituciones establecidas, asegurará, si no su permanencia personal en el poder, por lo menos la de sus seguidores inmediatos, llevando a algún peón incondicional a la presidencia (al estilo Putin). Su candidato por el momento es el periodista Eduardo Maldonado. El problema para Zelaya es que llegó demasiado tarde al juego.

Visto desde una perspectiva nacional, Zelaya ha perdido poder, incluso al interior de su propio partido donde las actitudes autoritarias, la improvisación y el personalismo del presidente no son muy bien vistos. De este modo, la intempestiva entrada al ALBA puede ser interpretada como un intento postrero del gobernante para recobrar el poder, aún al precio de quebrar internamente al liberalismo, apelando de modo populista a “las masas” y creando instancias de poder alternativo a la institucionalidad vigente. Como el proyecto es bastante aventurero y su realización será más bien caótica, lo más probable es que con esa jugada de última hora lo único que logrará Zelaya será el retorno del Partido Nacional al gobierno.

Visto ahora el problema desde una perspectiva internacional, Zelaya también llega con atraso. La entrada al ALBA, si es que no es revocada por el parlamento, ocurrirá justamente en los momentos en que la dirección del ALBA, que es la castro-chavista, se encontrará en su momento más débil. Pues para nadie es un misterio que sin la ideología castrista y sin el petróleo venezolano el ALBA no existiría. Ingresar al ALBA significa hipotecar el destino de un país a la suerte de los Castro, pero sobre todo, a la de Chávez. Ahora bien, en Noviembre del 2008 tendrán lugar las elecciones de gobernadores y alcaldes en Venezuela. Si en esas elecciones Chávez no obtiene un triunfo aplastante -y todo parece indicar que no lo obtendrá- sus posiciones políticas se verán muy debilitadas. Con un Chávez políticamente débil habrá un ALCA débil. La impresión general en Honduras es que para salvar su futuro político, Zelaya intenta subirse a un barco que se está hundiendo. La apuesta de Zelaya no puede ser más tardía ni más riesgosa.

Que el ALBA no es la alternativa viable para la integración económica de Honduras, parece ser evidente. Evidente es también que un país tan pobre o empobrecido como Honduras necesita urgentemente reforzar sus lazos económicos con la región centroamericana en un primer lugar, y con el continente entero, en un segundo lugar. ¿Cuáles pueden o deben ser dichas instancias integrativas?
Responder a esa pregunta sería materia para otro artículo.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba