Opinión Internacional

Vientos de cambio

Las relaciones exteriores de Colombia están en proceso de reingeniería desde la elección de Juan Manuel Santos como presidente, y el turno del cambio ahora le tocó a la relación con Estados Unidos. Aunque la cooperación ha sido intensa y fructífera en los últimos años, hay indicios claros de que el esquema que funcionó durante los gobiernos de Álvaro Uribe y George Bush no encaja en la nueva era de las administraciones de Juan Manuel Santos y Barack Obama. Los vínculos bilaterales estaban excesivamente concentrados en la cooperación militar para la lucha contra el terrorismo, la búsqueda de un esquivo TLC y una estrategia antidrogas que ha producido éxitos parciales y que ha reducido la participación de Colombia en el negocio ilegal, pero que no ha demostrado su eficacia para quebrarle la columna vertebral al fenómeno global.
 
Los síntomas de agotamiento de la agenda bilateral se habían percibido desde los últimos años del gobierno Uribe, pero a raíz de la llegada de Juan Manuel Santos y de su fugaz encuentro con Barack Obama durante la reciente Asamblea General en Nueva York, Bogotá y Washington se tomaron más en serio la tarea de repensar sus relaciones. Esta semana estará en Bogotá una delegación estadounidense encabezada por James Steinberg, el número dos del Departamento de Estado, y su colega del Ministerio de Energía David Ponman. El grupo incluye a 45 funcionarios, entre los cuales está toda la cúpula de la Cancillería gringa encargada de la política hacia América Latina. Hay pocos antecedentes de un evento semejante.
 
Los temas tradicionales -seguridad, drogas y TLC- no desaparecerán, pero dejarán de ser los únicos y prioritarios. En forma pragmática, los dos gobiernos entienden que la voluntad política para sacar adelante el acuerdo comercial que está en manos del Congreso norteamericano no es suficiente para su aprobación. Hay reticencia en algunos sectores del Partido Demócrata por el tema de las violaciones a los derechos humanos de los sindicalistas, y el crecimiento de un sector radical -nacionalista y proteccionista- en el Partido Republicano no alimenta esperanzas de un cambio favorable después de las elecciones del próximo martes 2 de noviembre. El gobierno Santos sabe que lo más probable es que habrá TLC, pero que es casi seguro que su aprobación no será inmediata. «No vamos a ver más ‘lobby’ con visitas del Presidente o el Embajador a los congresistas. Hay que tener paciencia», según una fuente diplomática. De igual manera, la caída del tratado de cooperación militar por decisión de la Corte Constitucional dejó el asunto, que causaba escozor en el vecindario, en un cómodo congelador.
 
Más que una sustitución de temas, lo que buscarán los dos países es ampliar su agenda. Del encuentro que se llevará a cabo esta semana saldrán comisiones para explorar oportunidades de trabajo en tres áreas principales: derechos humanos, energía y ciencia y tecnología. Según Gabriel Silva, recién posesionado embajador de Colombia ante la Casa Blanca, «se trata de hacer una nueva coalición. Los aliados de Colombia han sido los países que compartían su visión en el tema de seguridad y lucha antidrogas. Ahora, con una agenda más amplia, podrán vincularse más países».
 
El relanzamiento de las relaciones tendrá algunos tropiezos. El principal es que América Latina definitivamente no está en el radar de Washington, y son altas las posibilidades de que con el paso del tiempo disminuya la ayuda del Plan Colombia. De otra parte, si no hay una reducción en la impunidad en violaciones en derechos humanos, pueden surgir problemas mayores. Al mismo tiempo, el nuevo discurso colombiano tiene oportunidades: el proyecto de restitución de tierras es muy bien recibido en Washington y es mucho más ‘vendible’ que el discurso antiterrorista de la era Uribe.

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