Opinión Nacional

11 de abril

Cuanta coincidencia entre Venezuela, Estados Unidos y España. Cada uno tiene su once. Venezuela, el de abril; Estados Unidos, el de septiembre y España, el de marzo. Las dos últimas fechas son recordatorias de tragedias provocadas por el hombre. Precisamente, el hombre militante de “sectores progresistas; del identificado con las carencias económicas de sus semejantes; del presumido de sus abundancias humanistas; del luchador por la zafadura del imperialismo; del amante de la libertad y la igualdad social”, pero que en el fondo es un perverso controlador de la vida ajena.

La primera, la nuestra, representa el inicio de un ciclo de aprendizajes para los venezolanos. Ciclo aún por concluir y a la expectativa de la fase más crítica: la anárquica. Ella es la fase de las “revoluciones participativas”: la anarquía provocadora del caos; la de la intimidante violencia verbal y fáctica; la de la muerte de todo opositor con peso específico; con influencia en la masa.

Una consigna oficialista, desgastada por cierto, dice: ¡Todo 11 tiene su 13! Yo digo: ¡Todo 13 tiene su 19! Aquel, el 13, es una fecha circunstancial que el Ciudadano Presidente intenta, desea, quiere, anhela una semejanza con el 19 de abril de 1810; y hasta una sustitución, de ser posible. Es algo así como la celebración cubana, su modelo, del asalto al Cuartel Moncada. A esta fantasía el pueblo responde con el rechazo contundente y parodia a “El Chavo”: ¡No contabas con mi astucia!

El once de abril fue una demostración de lo que una población, plenamente consciente de su importante papel ciudadano, puede lograr si se organiza. El 12 de abril fue una demostración de lo que son las “ambiciones del poder por el poder”. El 13 de abril es la consecuencia de los dislates, errores y metidas de pata cometidos el doce. El trío de fechas tiene sus muertes inmediatas y una postrera: Danilo Anderson, el mártir necesario de toda revolución. También tiene sus personajes trágicos. Uno clave, como el General Lucas Rincón. Algún día, se sabrá la verdad, absolutamente toda, con la cual se completará el panorama que el pueblo, pueblo, desconoce y que este régimen desvirtúa para mantenerse en el poder. Tanto lo desvirtúa que, ahora, para el régimen y sus aláteres, un tal García Carneiro es un héroe y Baduel, un traidor.

Chávez argumenta identificarse con las mejores causas humanistas. Por ejemplo: pidió que se le otorgue la condición de beligerante a las FARC. Resulta que estas tienen secuestrada a Ingrid Betancourt: “su joya de la corona”. Pregunta: ¿Secuestrar, mantener en cautiverio a una persona es ser humanista? Esgrime su, dizque, identificación con los de menos recursos y sin embargo, acosa a los empresarios privados que le dan puestos de trabajo a quienes lo necesitan, a sabiendas que el estado no puede dar trabajo a todo el mundo. Vocifera la soberanía del territorio, pero se hace de la vista gorda con la progresiva invasión del territorio por parte de los narcotraficantes. Dice respetar, profundamente, al pueblo soberano, pero no respeta que el 2 de diciembre el pueblo le dijo que se metiera su proyecto socialista “cubanistoide” en el bolsillo de atrás. Ahora, su gobierno, anda provocando a la población con el programa de estudios escolar. Tergiversa descaradamente la historia, pero cuenta con dos factores a su favor: la falta de lectura de la gente y la ausencia de ella, la historia, en los medios radioeléctricos, con la misma intensidad o mas de los discursos de Chávez. Llama o sugiere la unidad de los pueblos, pero acaba de decretar la creación de su ejército particular con el dinero de todos los venezolanos. Ha dicho que su vida no le importa lo cual no obsta para desenvolverse con sopotocientos anillos de seguridad.

En fin, Chávez representa al “nuevo rico”. A ese, el ganador del gordo de la lotería que no sabe que hacer con el dinero y lo dilapida; al jactancioso, echón que con cuatro lochas en el bolsillo le ronca al prójimo menos indicado. Con el pasar del tiempo, la gente le pierde el aprecio y el respeto y lo convierte en juguete.

Venezuela tiene y tendrá su once; su once de abril. Fecha intrascendente, si se quiere, pero cargada de malestar, de perversión, de indebidos propósitos para satisfacer algunas carencias y destruir paulatinamente una sociedad que nació del esfuerzo de nuestros abuelos y de nuestros padres, para el disfrute y engrandecimiento nuestro.

Las mentes rurales son una vaina seria.

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