Opinión Nacional

Afiuni

No conozco personalmente a la jueza María de Lourdes Afiuni. Nunca la he visto, salvo en la TV. Sin embargo, la imagen que con frecuencia se repite, y que refleja muy bien las maldades a que ha sido sometida y el ensañamiento criminal de que ha sido víctima, me han inducido a admirarla, y aun a sentir por ella un gran afecto, como si se tratase de un familiar cercano o de una buena amiga de toda la vida.

Admiración, en efecto, es lo que inspira la entereza, el coraje y la dignidad con que esta venezolana ejemplar ha reaccionado ante la ruin perversidad con que ha sido tratada, en primer lugar, por el saliente mandatario, y luego por jueces, fiscales, magistrados y demás seguidores de este. Su caso es realmente insólito, sin precedente alguno en nuestro país, y posiblemente en el mundo. Un caso en que pareciera aplicarse la consigna «condena primero y enjuicia después».

Lo más grave es que lo que se ha hecho a la jueza Afiuni ha sido en flagrante violación del principio universal de la soberanía de los jueces, que no pueden ser perseguidos por las decisiones que adopten en cumplimiento de sus facultades judiciales, sin perjuicio de que, si aquellas constituyen acciones ilegales sean anuladas mediante la apelación y un juicio en segunda instancia. Que no es el caso de ella, pues lo que originó esta infamia fue una decisión estrictamente apegada al Código Orgánico de Procedimiento Penal, avalada en este caso, además, por una resolución de un organismo internacional de obligatorio cumplimiento, según nuestro texto constitucional, por las autoridades venezolanas. Además, su decisión nunca fue apelada por quienes tenían facultad para ello.

La gravedad de este caso puede medirse, entre muchos otros detalles, por el hecho de que una figura universal como el filólogo Noam Chomski, confeso admirador y partidario de nuestro mandatario en despedida, y a su vez admirado y elogiado por este, en dos oportunidades ha intervenido públicamente en favor de la jueza Afiuni y pedido expresamente su libertad, sin que haya logrado ablandar al iracundo gobernante.

La tozudez de este en mantener a la jueza Afiuni en prisión parece confirmar la tesis de que su actitud tiene un trasfondo de tipo personal. Se ha dicho que la actitud del próximo expresidente se debe a que la decisión de la jueza favoreció a un personaje con quien aquel sostiene un delicado diferendo familiar. Lo cual, de ser cierto, agravaría al máximo el insólito caso de María de Lourdes Afiuni.

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