Opinión Nacional

Baduel, C. Escarrá , Dieterich y el masoquismo del Siglo XXI

Por allí anda dando vueltas y tumbos en Internet un libro del mercenario Mexicano Heinz Dieterich, llamado: “Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI”. Este mamotreto de más de 200 páginas está escrito en un idioma que había practicamente desaparecido con la Unión Soviética, un lenguaje que, al decir de Doris Lessing, reciente ganadora del premio Nobel de Literatura, llena mucho espacio sin decir nada.

La quincalla ideológica armada por Dieterich, en segunda edición “revisada y ampliada”, aspira a cumplitr con la orden emitida por Hugo Chávez hace un par de años: “Vamos a inventar el socialismo del siglo XXI”. Como carrera de caballos con el grito de Chávez dando la orden de partida, tres caballos y una yegua partieron raudos a ver quien ganaba el Gran Premio “Norberto Ceressole”: Heinz Dieterich, Haiman El Troudi, William Izarra y Marta Harnecker pero el ganador fué Dieterich.

Haiman El Troudi cometió el error de definir al Socialismo del Siglo XXI en términos exactamente opuestos a lo que representan Chávez y su pandilla y fué descalificado. El perfil del socialista del siglo XXI que presentó Haiman era una caricatura: Etico, moral, humanista, no egoista, ni dogmático, ni sectario, ni intolerante, ni racista, ni individualista. Cuando Chávez leyó esta lista estalló en improperios contra el pobre Haiman, pués pensó que lo estaba vacilando, al pintar un socialista que es su antítesis. Marta Harnecker también claudicó, definida hasta por Aporrea como una “falsificadora y una oportunista”. William Izarra se quedó en el aparato, demasiado ocupado en rememorar sus buenos tiempos de traidor, cuando le cargaba las armas a los Cubanos castristas que trataron de invadir a Venezuela.

El libro de Dieterich tiene prólogo de Raúl Baduel y presentación de Carlos Escarrá Malavé. No sabemos quien puede haber escrito el prólogo que firma Baduél. Es hasta posible que haya sido él mismo. Allí se sorprende de que, con tantos intelectuales valiosos que tiene la izquierda revolucionaria, practicamente nadie criollo y vernáculo respondiera al llamado de Chávez de inventar la vaina esa. La respuesta es sencilla: no hay intelectuales revolucionarios que estén pensando en esas pendejadas cuando lo que se impone es hacerse ricos.

Baduél aconseja inventar el socialismo XXI apoyándose en Marx y Engels y hacerlo cuidadosamente porque de lo contrario, advierte, estarían edificando un rancho. Algo similar dijo en su discurso de despedida, no porque intelectualmente le molestara el rancho sino porque Chávez no le dió lo que el pidió. En este prólogo Baduél el timorato pasa a ser Baduél el audaz, al decir: “No basta con la abolición de los medios privados de producción… no basta con la planificación centralizada… no basta con la redistribución del ingreso…aunque estos fueron logros de la Union Soviética”. Baduel insiste en que hay que edificar para que “la planificación del estado pueda reemplazar a los empresarios” y “la educación sea adaptada a los [nuevos] objetivos”. El tono general del prólogo del general es uno de totalitarismo y de “plan y pál cuartel”, un balde de agua fría para quienes, como Petkoff, se entusiasmaron con el discurso de este solitario, quien aspira vivir su sexta vida en razonable confort.

La presentación de Carlos Escarrá Malavé no decepcionará a quienes han pensado que su jalabolismo podría entrar al libro de records de Guiness. Nos dice que el socialismo del siglo XXI se edificará sobre cinco bases: la ética revolucionaria; la formación revolucionaria; el valor revolucionario; la disciplina revolucionaria y el amor por la revolución. Nos explica en que consisten cada una de estas cualidades:

La ética revolucionaria significa “dejarlo todo por la revolución”. Por lo tanto, digo yo, nada de casas en Florida o en España, nada de Hummers, cero whisky de 18 años, vade retro Rolex, Grafitti si, Hermegenildo Zegna no,nada de Disneworld, fuera el airbus, no más fiestecitas para Carreño, no más fraudes con los bonos por parte de banqueros y burócratas podridos, castigo para Velazquez Alvaray, Weffer, fumigación del poder ciudadano, busquen a Carrasquero y a Nobrega, hasta cuando Adán y Diosdado y sus negocios.

La formación revolucionaria, nos dice Escarrá, requiere leer atentamente los discursos de Chávez, aprender a escribir, saber cuando adelantar el reloj y convertirse en miembro de la milicia que hará la guerra asimétrica.

El valor revolucionario significa “dar la vida por la revolución”. Tronco de rasca debía tener Cescarrá cuando escribió esto. Comenzando por el belicoso Juan Barreto y el frágil soñador Willian Lara, estos revolucionarios son puro blá blá blá y no aguantan un cañonazo de diez mil dólares. Por pensar y decir esto salió Muller Rojas como corcho de limonada. Muller no creía en el valor revolucionario. Se necesita mucho valor, en efecto, para salir a defender con la vida a Hugo Chávez y a Jorge Rodríguez.

La disciplina revolucionaria de la cuál habla CEscarrá realmente significa el apoyo acrítico y rastrero que debe darse a Chávez. Disciplina lamebótica tienen Isaías, Clodosvaldo, Mundaraín y Janeth. Sublime disciplina jalabólica la de Maduro , Cilia, Lara, Darío y Acosta Carlez. Fuera los indisciplinados Ameliach, Didalco, Martínez, García, todos quienes hayan mostrado alguna vez modesta independencia de criterio.

El amor por la revolución, nos dice CEscarrá, es el “mismo amor que se le tiene a la madre”. Y añade, en abierta competencia con Tarek Saab: “es el mismo amor que sentí por todas las mujeres que he amado y por las que me arañaron la piel”. Continúa entusiasmado: “La patria está de parto, hay que darle una flor….. Venimos a bailar con ella en acercamiento de piel y amor”. Esta conmovedora descripción del arañado CEscarrá enternecerá a muchos Venezolanos amantes de la poesía de Julio Flores. Pero, Julio Flores pronosticó: “en el fondo de esta alma que ya no alegra, entre polvos de ensueños y de ilusiones, yacen entumecidas las flores negras”. Veía venir el masoquismo del siglo XXI.

El plato principal del libro es aderezado por Heinz, pero no Heinz 57, sino Dieterich. Este mercenario ha respondido diligentemente a la llamada de Chávez a inventar el socialismo del siglo XXI. Lo hizo con tanta rapidez que probablemente ya tenía el libro listo y simplemente le añadió Hugo Chávez al título. Heinz compite con Escarrá en lo que se refiere a la noble y vieja jaladera. Dice que “en Venezuela se ha creado, en los últimos cinco años, una cultura de debate político”. Se imaginan ustedes esto? Segun el mercenario Mexicano el debate político no existía en Venezuela en épocas anteriores. Es decir, no existieron Andrés Eloy, Barrios, Prieto Figueroa, Caldera, Jóvito, Mister X, Jorunga Muerto. Ellos y otros fueron, en su momento, grandes exponentes de la democracia Venezolana. En contraste, Carreño, Lara, Maduro, Izarra, Britto García y Earle Herrera representan los melancólicos bagazos de una democracia Venezolana que Dieterich no conoció jamás, hoy sepultada debajo de unas cuantas toneladas de excrementos seudo revolucionarios.

Para Heinz el socialismo del siglo XXI es el justo intercambio de valores. Dice que el dinero debe ser reemplazado por el tiempo utilizado en la producción, de manera que la hora de trabajo de cada venezolano valga lo mismo y todos los bienes se transen en términos de las horas de trabajo empleadas y no en base a la naturaleza de la actividad. Según Heinz el valor de una hora de trabajo de un barrendero debe ser iguál a la hora de trabajo de un neuro-cirujano. Mas aún, dice Heinz, el trabajo de un barrendero es más valioso que el de un neuro cirujano porque salva más vidas. Mientras un neuro cirujano salva unas “cincuenta vidas” en su carrera, Dieterich argumenta que el barrendero salva miles de vidas que morirían de enfermedades contagiosas y respiratorias a no ser por su trabajo. Como les parece la vaina? Quien quiera estudiar para neuro cirujano en el paraíso socialista de Heinz lo va a tener que pensar dos veces.

Heinz define al mercado negro como “una herramienta muy valiosa puesto que permite al Estado saber si la relación entre la oferta y la demanda es la adecuada”. Siguiendo este razonamiento de heinz, el hecho de que el dólar en el mercado negro venezolano se cotize casi al triple de su valor oficial es un indicio de que la vaina no anda bien. Pero, era necesario tener un mercado negro para saber que la vaina no anda bien? No será la existencia misma de un control de cambios y de un mercado negro una buena indicación de que esto como cantina militar? Heinz también debería recomendarle a los maracuchos un termómetro digital, con precisión de hasta milésimas de grado, para saber si están sudando.

Venezuela puede crear su propio horario, su propia moneda de trueque, su propia economía de valores en base al tiempo y su sociedad de barrenderos pero no puede obligar al resto del mundo a meterse en esa grotesca chaqueta de fuerza. Un país que importa el 80% de lo que come porque no hay producción propia, no puede convencer a los países con los cuáles tenga relaciones comerciales de que les reciba fichas con la efigie del Ché Guevara como pago para la comida, los autos, la ropa y la caña que compran.

Podrá Chávez con su retórica y sus cancioncitas desafinadas crear un mundo que se amolde a su ridícula versión de Venezuela?

Este mamotreto ideológico de Baduel, el re-encarnado; de Cescarrá el adulante y de Dieterich el mercenario, presenta posibilidades casi infinitas para reirse y es una lectura recomendada para mitad de semana, cuando no estén disponibles las crónicas de Laureano Márquez o de Claudio Nazoa..

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