Opinión Nacional

Brooklyn follies

**Las intrigas de Dios son perfectas. El universo es una intriga de Dios.

Eureka, E.A. Poe

Entre cohetes y ruidos infernales, menos mal que existen razones para creer en la bondad de Dios y nos lo demuestra cuando nos brinda a Playa del Agua. Placidísimo espacio adonde ya libres de bárbaros y salvajes truenos y a pleno sol y bajo el amparo leve de una buena cerveza, podemos darnos el gusto de liarnos con la lectura. Allí me topé con el libro de Paúl Auster, Brooklyn Follies y en aquel lugar sucumbí a los arrebatos e imposible lucidez de sus cuentos, ese fue mi regalo de navidad.

Follies en inglés se puede traducir y entender con varios significados. Locuras, manías, desviaciones y la que prefiero, en este caso: travesuras. Pues realmente lo que se propone Paúl Auster en su última novela es contar con nosotros para que lo acompañemos en estas Brooklyn Follies. La novela abarca parte de la existencia de su personaje Nathan Glass. Ser que sobrevive. Que anda a cuestas con un cáncer de pulmón y que para su felicidad supera un divorcio que cuenta o descuenta, con una duración de 33 años, hay que decirlo, “largos años”. En la Obertura del libro dice que “estaba buscando un sitio tranquilo para morir”. Decide volver a un lugar adonde había salida hace varios años: Brooklyn y muy cerca de Prospect Park, compra lo que desea se convierta en la “última morada que le permita además acabar con su ridícula vida”.

Ha sido cesanteado de su profesión como exitoso vendedor de seguros y es poco lo que fuera de ese campo, de él, se puede esperar. Desde allí inventa su primera aventura, convertirse en escritor. Logra establecer un objetivo e inventa escribir un fabuloso libro que llama El libro del desvarío humano, en el que recogería cada torpeza, equivocación, batacazo, insensatez, flaqueza y disparate que hubiera cometido en su larga y accidentada existencia.

Desde ese punto de arranque va llevando al lector por un túnel del cuál va a ser difícil que se escape. Su tono es sorprendente, animado, grato y fácilmente descubrimos un amable legado personal en todo cuanto nos presenta. Sobre todo, el espacio de la ciudad que habita, aparece regado de hitos que ordenan su vida. Determina lugares de significación. Una cafetería adonde conoce a una mesera latina de la cual se enamora. Una librería de viejo, adonde traba amistad con un librero, con muchas y complicadas referencias vitales, que lo convierten en eje del relato. Un vecindario pleno de gentes cuya vida es digna de reconocimiento en la historia que acuna.

Su magia de escritor nos señala, indica, asoma rasgos que hacen presentir un gancho en cada elemento. Todo es expectante y nada nos hace presentir que sobren o sean deleznables. Todo tiene pertinencia y todo de una u otra forma en cualquier momento, estamos seguros, va a cobrar valor dentro del devenir de la novela de Auster. Cada pagina o inicia o termina una intriga. Cada personaje sorprende. Cada vida se resuelve con dramatismo e ingeniosa tensión. Con mucho humor. Con mucha voluntad de futuro, animosidad y optimismo en el vivir. Poco a poco descubrirá que no ha venido a Brooklyn a morir, sino a vivir. Solo compite en los límites de este juego de indefiniciones sobre su futuro, la gravedad autónoma del destino. Que enaltece o esconde en escarceos poco previsibles, sus impensables jugadas.

En la historia de Auster, Nathan Glass, nada tiene programa ni vida fija y el azar es el gran juez de todo futuro. Todo el libro es una poderosa meditación sobre la felicidad. Sobre los temores que sufrimos cuando las circunstancia nos acorralan, y, los futuros aparecen indefinidos.

Paúl Benjamín Auster nació en New Jersey en 1947. Se le reconoce como novelista, ensayista, traductor y poeta. Sus novelas tienen algo de misterio. Delatan a menudo la búsqueda de la identidad personal y exponen formas sobre como lograr conocimiento de uno mismo. Después de graduarse en la Universidad de Columbia (M.A., 1970), Auster se trasladó a Francia, donde comenzó a traducir los trabajos de escritores franceses y a publicar sus propias obras en revistas americanas. De allí que en sus novelas uno encuentre referentes sobre autores norteamericanos que han influido en él, por ejemplo Dashiel Hammet (citado en la novela la Noche del oráculo) y en esta, además, entre otros, a Walt Withman y Edgard Allan Poe.

Hay una cierta curiosidad que me sorprendió, Walt Withman, en cierto momento de su vida, 1843, viene a vivir a Brooklyn y el personaje Nathan lo hace igual, 120 años después. Todo cuanto uno puede decir de, Walt Whitman, me atrevo a asegurar que es compartido a la letra por Auster. Los dos le cantan con optimismo a la libertad, creen en la sexualidad, y sin temor comparten vivencias con una espiritualidad libre de dogmas y preceptos, la comunión con todos los seres, la democracia, la vida agreste y el trabajo. Salvo que W. Withman cree en el progreso y en su patria, como lugar donde todo lo anterior se vuelve posible, lo contrario de Nathan quien dice de su sobrino Tom, que era pesimista en cuanto política estadounidense se trataba. Se preocupaba. Pues, si Bush terminaba ganando, ya podríamos olvidarnos de aquellas paparruchas del “conservadurismo compasivo”. Aquel individuo no era conservador. Era un ideólogo de la extrema derecha y en el momento en que jurara el cargo, el gobierno estaría en manos de unos fanáticos. Estimo que comparte junto a Whitman, o lo copia, poco importa, ideas nacionalistas que permiten enmarcar su trabajo dentro del grupo de escritores de literatura de identidad nacional.

En W. Withman como en Auster, vive una sensualidad que arremete contra la vieja concepción moral del alma. Llega con Whitman a la celebración de lo carnal, con un vehículo: el cuerpo. Ambos se cantan a si mismos, pero desdoblándose en los otros. Ahí radica la intensidad de sus obras respectivas. En su honda bondad no pueden creer en otra cosa que en el humanismo. Abrazan con ansia la idea de la construcción de un mundo –si nuevo, mejor-, sin dogmas ni sistemas, donde la gente asuma su propia voz de pueblo llano. Este es un bello homenaje a Whitman.

Me agrada la lectura de Paúl Auster, por qué además, sus personajes aman el béisbol y profesan fanatismo abierto por los Yankees de NY, que más puedo pedir. Cuenta anécdotas sobre Cassey Stengel, es muy bella y feliz aquellas adonde él, dice “Todo hombre tiene un momento único en la vida y yo los he tenido a montones”, perla dirigida a mejorar de forma revolucionaria nuestra comprensión del lenguaje y sus humoradas.

Sus leyendas, relatadas por gente de todas las edades, orígenes y trayectorias vitales son de una belleza notable. En su mayoría son breves, intensas. Locuras narrativas que combinan sucesos ordinarios y extraordinarios. Por ejemplo, el cuento de un personaje que en estado de profunda depauperación económica, decide ganarse unos dólares para comer. En su abultada necesidad acude a prestar su “servicios” a un banco de semen. Se le instala en el espacio en el cual debe dar fe de su capacidad. Para animarlo la operadora lo provee de algunas revistas pornográficas, para que reanime su voluntad. Da inicio a su intima tarea. Todo le hace pensar que el asunto es ya un hacer y coser. Pero, oh sorpresa, al pasar una de las páginas de la revista porno, se encuentra con una modelo que le resulta conocida. Revisa con más detalle y se percata que quién exhibe sus íntimas partes no es otra que su desaparecida hermana. El poco gratificante espectáculo da al traste con sus expectativas. Sin poder recuperar su desvencijado potencial, no tiene otra que huir del lugar.

La mayor parte de sus lances describen incidentes concretos de la vida del narrador. Unas son tristes y otras divertidas, como la leyenda sobre cómo el amado perro de un miembro del Ku Klux Klan apareció corriendo por la calle durante el desfile anual del Klan y le arrebató la capucha a su amo mientras la ciudad entera estaba mirando. Otras son misteriosas, como la historia del personaje Flitcraft, (La noche del oráculo) este sale de su casa a comer, cuando va andando, algo le hace reducir el ritmo de su paso, disminuye la zancada, y en ese instante, se desploma frente a él una gran viga de acero desde el décimo piso de un edificio en construcción que casi aterriza en su cabeza. Un segundo y hubiera muerto. La viga le habría dado en la cabeza. No muere, pero el haber estado tan cerca de su fin, lo perturba notablemente. Ya no cree que el mundo sea tan racional como creía. Decide marcharse inmediatamente de la ciudad e irse a otro lugar. Sin despedirse de los miembros de su familia. Sin avisar a nadie. Escoge el primer avión que parte del aeropuerto y aterriza horas después en Búfalo, adonde empieza una nueva vida.

Sus fábulas están muy en la línea de otro autor a quien Paúl Auster ama, Edgard Allan Poe. La vida de Poe está también llena de acaecimientos y si mal comienza su vida, peor termina el genio de la literatura policíaca y terrorífica; otro acontecimiento; el 3 de octubre de 1849, se celebraba en la ciudad unos comicios. Poe como un vagabundo más, se acercó a esta cuerdita para recibir el dinero que la chusma de borrachines recibían a cuenta de ciertos partidos por depositar un voto a su favor. El dinero que posiblemente necesitase el autor para emborracharse no lo llegó a cobrar nunca. Fue hallado semiconsciente tirado en la calle. Llevaba puestas ropas harapientas que ni siquiera eran suyas. Fue ingresado en el hospital y cuatro días más tarde falleció en medio de terribles delirios e incesantes imágenes de terror que acosaban su mente agotada. El tío de Poe declaró a su muerte: «Había conocido tanto dolor y tenía tan pocos motivos para sentirse satisfecho con la vida que este cambio apenas puede considerarse una desgracia».

Los literatos tienen fuentes de motivación inimaginables para el lector común en el caso de Auster esta veta es infinita y eso lo hace motivante y digno de seguirse leyendo
Para terminar veamos una estrofa del poema el Cuervo de E.A. Poe, al cual se delata a ese Golem que tanto critica P. Auster:
«¡Profeta! -grité -, ser malvado, profeta eres, diablo alado!¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje, a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya, dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!» Dijo el cuervo: «Nunca más».

Auster, Paúl ( 2006) Brooklyn Follies. Edit. Anagrama.

Auster, Paúl ( 2003) La Noche del Oráculo. Edit. Anagrama.

Auster, Paúl ( 2001) La Trilogía de Nueva York (La Ciudad de Cristal, Fantasmas, La habitación cerrada). Edit. Anagrama.

Poe E.A. The Raven and other Poems, 1845, New York, Wiley & Putnam, Poe. E.A. (1845) Tales, New York, Wiley & Putnam,
* Poe. E.A. (1848) Eureka : A Prose Poem, New York, George P. Putnam,

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