Opinión Nacional

Chávez: “Amanecí de dictador”

Con la subida exponencial de las cadenas de radio y televisión que ya hacen casi el 55 por ciento de la programación radiotelevisiva del país, y la celebración en público por parte de Chávez de la eficiencia con que los cuerpos policiales están reprimiendo con gases, macanas, rolos, cabillas y objetos contundentes de todo tipo las manifestaciones populares que día a día recrudecen a lo largo y ancho del territorio nacional, no quedan dudas sobre la naturaleza criminal y forajida de la autocracia que tardó 10 años en presentarse con todo el horror de su faz torva, vesánica y siniestra.

Y aquí cabe destacar que tal lentitud no se debió en absoluto a dudas o remilgos sobre si respetar o no los derechos humanos, sobre si mantener cierto recato o violar descaradamente el espíritu y la letra de la constitución, sino a la estrategia devenida como resultado del fracaso de la URSS y sus satélites durante la Guerra Fría, de desarrollar por fases y etapas una toma del poder que ya no se haría de manera violenta y apelando a golpes de estado, guerrillas revolucionarias o insurrecciones populares, sino a la participación en elecciones que, de ganarse, permitirìan un primer ascenso al poder ejecutivo, y desde allí, proceder a copar el resto de los poderes hasta instaurar una autocracia personal, excluyente y violenta como la que se ha desbordado en Venezuela en los ùltimos meses.

En el caso de Chávez, adicionada con un extraño delirio personal, síntoma de una egolatría que no se perdona su alergia por el olor a pólvora y el ruido de los disparos de los fusiles y cañones, como es el de creerse heredero, de un lado, de los padres que fundaron la república; y de otro, de los revolucionarios mesiánicos, taumatúrgicos y salvacionistas que durante el siglo XX usaron la ideología marxista para fundar una sociedad igualitaria, sin clases y de fin de explotación del hombre por el hombre, cuando en realidad lo que estaban era interesados en establecer las dictaduras más feroces y crueles de que guarde recuerdos la historia de la humanidad.

O sea, que la adscripción de Chávez al credo de la revolución marxista y socialista, no es en absoluto inocente, irreflexiva y desinteresada, sino que busca, por sobre todo, conseguir apoyo entre los más pobres para justificar sus tropelías diciendo que las perpetra, no de pura vocación autocrática y totalitaria, sino por amor a los que màs sufren.

Y como en el caso del estado petrolero venezolano, la prédica de tal presunción coincidió con el alza de hasta 123 dólares el barril de los precios del petróleo que le permitió llevar a cabo una política clientelar de suministro de comida gratis, o casi gratis, de asistencia médica primaria y preventiva más o menos eficaz, y de intentos medianamente viables de mejorar la educación pública, así como el reparto de becas, ayudas y prebendas monetarias de todo tipo, entonces en cierta forma Chávez validó ante los más necesitados que sus intenciones no eran solo retóricas, sino reales.

De cualquier forma, se trataba de la misma receta que ya habían implementado Stalin, Mao, Fidel Castro y demás miembros de la ralea que ha ejecutado una estafa històrica tan depredadora como cruel, y que consiste en grandes dosis de verborragia para convencer a los pobres de que están a las puertas del paraíso terrenal, reforzar esta prédica con la distribución presuntamente igualitaria y gratuita de los bienes disponibles, marchar durante años a lo que parecería la meta de la tierra prometida, para concluir al final frente a una dictadura que ya le ha incautado los derechos a todo el mundo para traspasárselos al Único, al Supremo, al Dictador.

Entre tanto, se ha llevado a cabo la destrucción del aparato productivo so pretexto de pasarlo de manos de los capitalistas a los socialistas, se arrasa con la productividad y la rentabilidad, surge la carestía y la hambruna, y se inicia el proceso de adulteración de la verdad que corrompe las palabras y los hechos para que los fracasados pasen por exitosos, los culpables por inocentes y los enemigos del pueblo por sus amigos y benefactores.

O sea, que poder absoluto del jefe y comandante-presidente, con pobreza absoluta de quienes a partir de este punto están obligados a obedecerle y comportarse como sus súbditos, porque si no, los espera la libreta de racionamiento que es otra forma de decir hambre, y como complemento, control, represión, acoso, y si es necesario, exilio, cárcel, tortura y paredón de fusilamiento.

La pesadilla, en fin, que sufrieron los países que cayeron presas de las garras del socialismo real, del totalitarismo stalinista, y hablamos básicamente de la Unión Soviética, China Comunista, y los países de Europa del Este que fueron colonizados por Stalin después de la Segunda Guerra Mundial, y también de Cuba y Corea del Norte, dos reliquias del pasado que por alguna jugarreta de la historia sobreviven como para que no se pierda su ADN y se mantengan como ejemplo de lo que no se debe hacer.

En todo caso, el paisaje espectral y aterrador que paso a paso y durante una década ha ido articulando Chávez en Venezuela, con avances y retrocesos, marchas y contramarchas, pero sin perder de vista el objetivo central de construir una dictadura personal, terrible e implacable, vitalicia y dinástica, después de la cual no queda sino rendirse o resistir, perder a Venezuela o luchar para rescatarla y exorcizarla de caudillos, tiranos, autócratas y redentores.

De modo que, ya no caben apaciguamientos ni mentiras o verdades piadosas, ilusiones para esperar que tras la táctica tal o la trampa cual, Chávez deje el poder y lo traspase al campo de los que luchan por la democracia y el estado de derecho, sino que solo después de una lucha ardua y sin cuartel se le dará la gran lección al último dictador venezolano de este y otros siglos.

Un esperpento que no le dejó lugar a la seriedad, la mesura, ni a la buena educación, sino que copiando lo peor del sainete político hispanoamericano, las páginas que se le olvidaron a Miguel del Valle Inclán, Miguel Ángel Asturias y Augusto Roa Bastos por imposibles, ha abierto el telón para que los ojos de los espectadores del siglo XXI se encuentren con aquellos chafarotes del siglo XIX que no distinguían entre crueldad y bufonería, represión y comedia, violencia y folklore.

El circo ambulante de siempre, pero ahora condimentado con las tecnologías comunicacionales de última generación que permiten llevarlo a los hogares y durante el tiempo que decida Chávez, pues elemento esencial de su naturaleza ególatra y resentida es remacharle a quienes lo adversan que están condenados a calárselo sin tregua, y desde el primero al último instante del día y de la noche.

Y si no, que se vayan, que lo dejen solo con sus bandas y montoneras ya que, devoto de un culto a la personalidad que está dejando pálidos a los de Stalin, Mao y Fidel Castro, pronto establecerá, no solo que lo adoren, sino que lo hagan como el deber más trascendente, aplastante e inevitable del reino.

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