Opinión Nacional

Chávez o el terror en las palabras

Con estupor de nuevo veo en la pantalla del televisor imágenes que pensaría corresponden a otro país diferente del mío. Desde la distancia, con horror de nuevo leo en la prensa digital venezolana cómo varios periodistas fueron golpeados e insultados por los… ¿Cómo llamarles? ¿Manifestantes pro-gobierno, violentos (al estilo colombiano), bolivarianistas, chavistas, …? Se me acaban los eufemismos. ¿Por qué manifestantes a favor del gobierno utilizan la violencia y amenazas terroristas en contra de instituciones establecidas por el mismo gobierno? ¿Por qué líderes políticos del gobierno prometen huelgas de hambre y amenazan a aquellos que no siguen su línea de pensamiento?

A lo sucedido en estos últimos días en el país no se le puede tildar sino de terrorismo, simple y llanamente. Terrorismo verbal, terrorismo de bala. Amenazas verbales contra la vida y bienestar de las personas, y acciones violentas para amedrentar a aquellos que muestran una tendencia contraria a la política e ideología del gobierno.

Nunca pensé que aparte del terror de salir tarde en la noche, tuviera ahora que considerar en mi país el terror a disentir. A escribir un artículo y declarar “yo opino”.

Durante su lanzamiento como líder político civil, su campaña y su posterior victoria me asombraba la cantidad de personas vinculadas a oficios intelectuales como la escritura, la enseñanza y el pensamiento que apoyaban enardecidamente a Chávez. Muchos de ellos hoy denuestan de él y lo bañan de improperios en cada oportunidad o son miembros activos de la oposición.

El discurso estuvo allí desde el principio, sembrando rencor, odio social, odio racial, … intolerancia y violencia a través del irrespeto, el flagrante insulto. Las palabras usadas sin ningún tipo de conocimiento o consideración hasta cambiaron de connotación en su uso cotidiano. No hacía falta ser Umberto Eco para darse cuenta. ¿Era producto ese lenguaje de su proveniencia humilde y llanera? ¿Un toque folclórico de su habilidad coplera nada más, cómo algunos justificaban?

La preocupación que me causaba oírlo hablar no era porque formase parte de la “élite privilegiada”, de la clase media o porque su colorcito no me complaciera (yo también tengo mi colorcito), sino porque realmente me daba miedo lo que decía. Y ese miedo se ha hecho realidad.

Terror en las palabras

Mucha gente, no chavista, en un principio subestimó el lenguaje usado por el presidente. Creyeron que el palabrerío de cada discurso sería llevado por el viento y que todo, después de la resaca del día siguiente, sería olvidado. Luego vinieron la primera invasión, la ley de tierras, el decreto sobre la educación. Hoy, esa gente que sencillamente no era partidaria de Chávez porque prefería otra opción es hoy anti-chavista. Porque esas amenazas que parecían sólo producto del enardecimiento de los mítines con el tiempo se fueron volviendo realidad.

El presidente se ha convertido, para mí, en el terror en las palabras. El terror a perder libertades y derechos. El terror a ser agredido por el color de la piel, por el estatus social, por la diferencia de opiniones. El terror a ser perseguido, espiado, el terror a ser invadido, despojado de la propiedad o incluso de la nacionalidad, el terror, en fin a perder los derechos humanos que Venezuela refrenda en su constitución, pero que al parecer son letra muerta para los decires del presidente y sus acólitos.

Pensar que su discurso no es premeditado sería caer en la misma ingenuidad anacrónica en la que cayeron los despechados de su “traición”, hoy acérrimos anti-chavistas.

A las palabras del presidente no se las ha llevado el viento, ahora tenemos grupos paramilitares terroristas en el país gracias a su verbo. Grupos con nombre que se arrogan el privilegio de estar más allá de Dios y el Diablo, que están segurísimos de tener la razón sin cabida para ninguna duda. Grupos que brindan conferencias de prensa, portan armamento militar de alto calibre y poder de destrucción. Grupos que dan los nombres de los que están en su diana.

Sin duda es urgente e importante saber quién está detrás de estos grupos y de otros que seguramente surgirán, quién los financia, etc.

Pero, así como el presidente hace y deshace con las palabras sin ningún tipo de mesura, así también la otra cara de la moneda, la de la oposición también me hace erizar de alarma.

La otra cara, el otro verbo que es el mismo

La violencia verbal del presidente, es seguida de cerca por la de sus detractores. El insulto fácil aflora en declaraciones y artículos. El juicio terminante en el texto periodístico.

Existe un círculo vicioso ya de no decir nada sino que Chávez es esto o lo otro, lo cual es fácil. Difícil es mantenerse en la mesura, en cuidar el vocabulario porque las palabras son también armas y así como el verbo presidencial ha hecho aflorar el resentimiento social, racial y político, en muchos casos el de la oposición no contribuye en nada a lo contrario.

Estos son tiempos peligrosos. Transición, guerra civil, golpe, matar son palabras en la boca de todos. Casi como mantras están siendo pronunciadas y de seguir siéndolo conjugarán realidades. La tentación de usar los espacios de discusión para contestar al insulto y expresar la indignación con otro insulto está ahí. La rayita que hay que cruzar es demasiado débil y tenue, casi invisible.

La diferencia está en el detalle, en el detalle de las palabras. Las palabras pueden erigir religiones, y construir universos. Las palabras también pueden matar. Pueden matar gente pero también pueden destruir gobiernos.

Y ahora la palabra miedo aflora en la duda… y si estos nuevos grupos de nombre pintoresco y corte terrorista, en realidad, no tuvieran nada que ver con el gobierno o la oposición. Y si realmente fueran estos grupos, unos espontáneos inspirados por la actual situación y las impunidades del 4 de febrero, 27 de noviembre, 11 de abril y demás fechas, que están también buscando su protagonismo histórico, que tratan de tomar el timón.

¿“Las armas están en el pueblo”, señor presidente?

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