Opinión Nacional

Clase media putrefacta

Por Alex

Juanito era muy feliz porque era pobre, gracias a los discursos del comandante había logrado conectar con la magna felicidad que otro humano sobre La Tierra había experimentado. Recoger algunas latas en las calles, martillar a algunos pasajeros en los autobuses, pasar la tarde zanqueando de Mercal en Mercal por algo de azúcar, era parte de su modesta vida, pero eso le hacía feliz.

Un día no tuvo otro remedio que hacer un enorme sacrificio para comprar unos tres paqueticos de azúcar, se armó de valor y se dirigió a un automercado del este caraqueño. Estuvo afuera durante mucho tiempo viendo entrar y salir gente, algo nervioso y muy dubitativo. Por fin entró.

Recorrió varios pasillos y se dio cuenta que mucha gente lo miraba mal y hasta unas señoras encopetadas se tapaban la nariz apenas se acercaba a estas, Juanito tenía varios días sin bañarse, no por cochino, porque ser pobre no quiere decir que se tenga que ser cochino, sino porque no llegaba agua a su ranchito en el cerro, asunto muy normal para él, nada le costaba reconocer lo pobre que era y tener agua todos los días era de ricos, lo cual era malo.

En el recorrido se dio cuenta lo que disfrutaban los compradores, quienes llenaban sus carritos con cuanto productos se topaban en el pasillo.

-Si pudiera comprar algunas cositas más- pensaba Juanito- pero nada lo que traigo es para comprar apenas el “azuquita”- pero después reconoció- ¡Jum!, esta gente si es pendeja, consumistas es lo que son, así es el capitalismo, como dice mi comandante, yo vengo para acá a calmar mi necesidad, no a derrochar el dinero en pendejadas y eso porque aquí no puedo cambiar las latas directamente en la caja, pues escuálido es escuálido.

Una vez en el pasillo en el que estaba el azúcar, hizo su cola y le entregaron tres paquetes, los tomó calladamente y se dirigió a la caja para hacer el pago, en la cola miraba de un lado a otro y sus ojos se hacían grandes cuando veía a las personas llenar cheques, pagar con tarjetas de débito, con tarjetas de crédito, con tickets y otros con enormes pacas de efectivo.

-¡No!, yo no puedo caer en la tentación, yo soy revolucionario, amo mi soberanía, y tengo que tener mis principios, no me voy a dejar tentar, esta gente no sabe el daño que se hace, ¡imperialistas!, ¡traidores!- seguía Juanito en sus pensamientos.

De pronto en la cola en que está Juanito se para un personaje que se le hace familiar, era Juan Barreto; Juanito voltea y lo ve, pero sus ojos no dan crédito de la escena. Juan Barreto tenía 3 carritos llenos de cualquier cantidad de productos y se disponía a pagar en la caja.

-Caramba Juan ¿Qué haces aquí en este automercado del imperialismo, si ayer decías que esto es de la clase media putrefacta?- le dijo Juanito a Barreto y este le respondió:

-¿Putrefacta?… ¡Ah! Sí… sí… este… bueno… osea, tú sabes vainas que uno dice, por cierto ese olorcito podrido ¿Qué es?

Las otras personas en la cola no dudaron en delatar al pobre Juanito, todos se quejaron y varios exigieron al gerente del automercado a que no dejara entrar a personas indigentes. Afuera, en el estacionamiento el pobre Juanito todavía estaba desconcertado, no entendía nada de lo que había ocurrido, incluso llegó a pensar que era un montaje de Globovisión y de seguro lo estaban grabando con cámaras escondidas. Caminando hacia la salida, una camioneta rústica último modelo, rodeada de guardaespaldas se detiene a un lado de él y al bajar uno de los vidrios, se asoma Barreto y le dice:

-Oye vale no vuelvas a hacerme eso porque el único que está putrefacto eres tú y tu olorcito, ¡báñate!.

-Bueno ¿Y qué?, ¡pero no soy de la clase media!.

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