¿Coincidencias?

¿No se parecen, a lo sucedido con las megaelecciones, los siguientes procesos?

1. Inscribir a un niño en los Registros de una Jefatura Civil.

2. Obtener o renovar la Cédula de Identidad.

3. Obtener o renovar el pasaporte.

4. Recibir atención médica apropiada y oportuna en el Sistema de Seguridad Social.

5. Disfrutar de la seguridad ciudadana consagrada en la Constitución.

6. Cambiar la matrícula del automóvil.

7. Reordenar, reconstruir y hacer vivible al litoral Central.

8. Darle al Venezolano un sistema de vida donde se respete al ciudadano.

Todos y cada uno de los procesos que hemos enumerado, que son solo enunciativos y no agotan la inmensa lista de requerimientos para lograr el funcionamiento de una sociedad adecuada, se parecen demasiado a cuanto aconteció en el Consejo Nacional Electoral.

Si tratásemos de identificar las causas, podríamos enunciar las siguientes:

1. Ausencia absoluta de la definición de los procesos necesarios para atender los problemas.

2. Escogencia equivocada y sesgada del material humano requerido.

3. Desconocimiento absoluto de las bondades del entrenamiento y la capacitación en el mejoramiento de los procesos.

4. Importancia del entrabamiento como requisito fundamental para promover la corrupción.

5. Necesidad de disponer de plazas para satisfacer los requerimientos partidistas.

Cuando los responsables de un proceso son incapaces de conducirlo adecuadamente y lograr los objetivos perseguidos, sus supervisores tienen la obligación moral de sustituirlos.

Cuando sus funciones son medulares para el buen funcionamiento de la sociedad, sus propias conciencias le deben dictar la necesidad de renunciar a sus cargos.

Cuando se le infringen daños importantes a la sociedad, los Poderes Públicos tienen la responsabilidad de demandar a los responsables.

Cuando esto sucede en Japón, los causantes se hacen el “harakiri”.

Cuando esto sucede en Venezuela, los responsables redactan un “informe”, donde se responsabiliza a otro y aquí no ha pasado nada.