Opinión Nacional

Con Gómez cuadró el castrismo sin Castro

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Ya hemos explicado la razón política de porqué a Cipriano Castro lo desalojaron del poder, aprovechando castristas y anti-castristas la oportunidad propicia: “El plan de Castro era evidente. Su designio era la presidencia vitalicia; y lo realizaría o por reformas constitucionales cada seis años, con presidencia provisional y aclamación nacional como en 1904, o por la reelección sistemática perpetua.” Son palabras de un contemporáneo, Jacinto López.

Al hacerse evidente la intención de quedarse de por vida en la presidencia, no sólo los adversarios entendieron que debían derrocarlo, sino que los propios partidarios llegaron a la misma conclusión, al ver que en su delirio de megalómano el jefe les había cerrado el acceso a la cumbre, y de este sentimiento nació el castrismo sin Castro.

Gómez representaba el castrismo sin Castro

A su regreso a Caracas, después de haber derrotado a la Revolución Libertadora, Juan Vicente Gómez fue recibido en medio de aclamaciones y arcos de triunfo, lo que motivó el recelo de Castro, propio de todos los que alimentan la ambición de quedarse para siempre en la presidencia, quienes son exageradamente egoístas y desleales con sus copartidarios que gozan de popularidad por cualquier motivo. Ven en ellos unos rivales peligrosos, sentimiento que fomentan las intrigas de los mediocres.

El distanciamiento entre Castro y Gómez dividió a los castristas. Con Castro estaban los jefes liberales que se habían pasado al gobierno y la nube de adulantes que medraban de su servilismo. Con Gómez se cuadraron los oficiales andinos que hicieron la guerra, resentidos por habérselos apartado del poder para dar lugar a los advenedizos, y los empresarios con quienes Gómez había trabado amistad y hecho negocios. Allí nacieron las dos corrientes: el castrismo con Castro y el castrismo sin Castro.

Castro humilla a Gómez y le monta una trampa

La camarilla castrista convence a su jefe de que Gómez estaba conspirando para sustituirlo. Entonces Castro le monta una trampa a Gómez. Dirige una alocución al país anunciando su retiro temporal de la presidencia y le hace entrega del cargo a Gómez. Con la maniobra quería ver si Gómez se atrevía a dar el golpe, cayendo en la trampa, y, de paso, medir la popularidad de éste contrastándola con la suya.

Siguiendo el libreto de la farsa la camarilla de Castro se traslada a La Victoria, en Aragua, desde donde inician una campaña de prensa que le atribuía a Gómez la intención de derrocar a Castro, por lo cual le pedían a éste reasumir la presidencia. En su respuesta Castro manifestó la intención de renunciar a la presidencia por el bien del país. La publicación y divulgación de esta última carta provocó que de todos los municipios le llegaran pedimentos, con numerosas firmas, rogándole en el tono más rastrero que reasumiera la presidencia, lo que hizo a continuación.

De nuevo en la presidencia Castro siguió humillando a Gómez. Lo puso hasta capar los gatos de la primera dama, doña Zoila. Los capó, pero lo que no se imaginaba Castro que a él también lo caparía quitándole el poder, cuyo ejercicio desataba su sexualidad.

Gómez pasa factura por la humillación

La “Aclamación” de Castro, que así llamaron el movimiento vergonzoso de adulación nacional, constituyó una humillación para Gómez que le dejó sembrado en el alma el deseo de venganza cuando se presentara la ocasión favorable. Y la ocasión se presentó con el viaje al extranjero con motivo de la enfermedad. Entonces humilló a Castro haciéndolo vagar de un país a otro, mientras aquí el pueblo aclamaba a su persona. De primero en la fila de la nueva aclamación estaba el movimiento de los castristas sin Castro, que le sirvió de soporte firme en el inicio de su régimen.

En el derrocamiento de los insaciables del poder, aspirantes a presidentes vitalicios, se unen muchos con sentimientos disímiles. Están los idealistas republicanos, que se rebelan contra una parodia de monarquía. Están los opositores que sólo aspiran a ponerse en el coroto. Pero también están los que han acompañado al caído, pero lo dejan cuando sienten que, por egoísmo y deslealtad, les cierra el camino a la presidencia. Y, desde luego, están los resentidos por las humillaciones que hacen cola para pasar factura.

FRASE
Al hacerse evidente la intención de quedarse de por vida en la presidencia, no sólo los adversarios entendieron que debían derrocarlo, sino que los propios partidarios llegaron a la misma conclusión, al ver que en su delirio de megalómano el jefe les había cerrado el acceso a la cumbre, y de este sentimiento nació el castrismo sin Castro.

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