Opinión Nacional

Cubanía venezolana

Si bien el empresario Alberto J. Vollmer escribe sobre la «venezolanización de Cuba», la idea más generalizada, tanto en sectores de gobierno como de oposición, se refiere a la «cubanización de Venezuela». Hay de todo un poco y no faltan los prejuicios, pero en el balance de la ecuación, La Habana gana y Caracas pierde.

Fidel Castro será ateo pero en el fondo pensará que a Chávez se lo mandó Dios. La llamada revolución bolivariana se ha convertido en un acaudalado fondo de pensión para el septuagenario mandamás y su, hasta no hace mucho, desvencijada gobernanza.

En reciprocidad, Cuba envía lo mejor de sí para el trabajo social en nuestro país: médicos, paramédicos y entrenadores deportivos; y, no faltaba más, también lo peor de sí para reforzar el proyecto de dominación política que se cultiva en Miraflores.

El paraguas lo constituye el Acuerdo Integral Venezuela-Cuba que, por cierto, lo «coordina» uno de los hermanos Chávez Frías: Nacho. No olvidemos que otro frater, Adán, es el plenipotenciario del hermano principal, Hugo, ante el viejo Fidel. Todo queda en familia porque el hermanísimo Raúl es el segundo de la Isla y con derecho a sucesión.

El subsidio soviético a la revolución cubana era muy simple de entender: te vendemos petróleo muy por debajo del precio internacional y te compramos azúcar muy por encima. El bolivariano no dista mucho: petróleo suficiente para consumir y revender, y las divisas requeridas para financiar sus necesidades básicas.

De allá para acá el apoyo ha sido igualmente decisivo. No tanto para el conjunto del país sino para la salud del régimen. Castro debe ser un consejero insuperable en las artes de la supervivencia política. Así mismo, buena parte de sus mejores cuadros técnicos han sido esenciales para el desarrollo de las misiones sociales.

Que al respecto debe recordarse que las primeras iniciativas de médicos comunitarios cubanos se llevaron a cabo en Miranda y Monagas, muchos años antes que el señor Chávez llegara al poder. Igual puede decirse de la excelente actividad de los asesores deportivos y los expertos agropecuarios.

Pero lo que antes era cooperación técnica a escala modesta, ahora es una imbricada relación binacional que tiene dimensiones políticas, energéticas, económicas, educativas, militares, policiales, penales y hasta psíquicas.

Ah y me faltaba el frente informativo, ya que desde Granma, Prensa Latina y la Televisión Cubana por fin nos van a enseñar cómo se hace periodismo veraz, oportuno y revolucionario.

Nunca antes las autoridades públicas de Venezuela habían estado en situación de dependencia extranjera como lo están los gobernantes bolivarianos con la Cuba fidelista. Hasta Manuitt perseguido por el MVR fue a pedir cacao en Varadero.

Venezuela y Cuba se parecen mucho en muchos aspectos que nos hermanan a honra común. Pero sus formas principales de organización política y económica han sido muy distintas. En estos renglones, y al menos «por ahora», nosotros nos vamos pareciendo más a ellos que ellos a nosotros. Y eso no es motivo de aplauso sino de rechazo.

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