Opinión Nacional

Cursilería roja rojita

Últimamente he insistido mucho con la “cursilería” de este gobierno. Que por supuesto lidera, como todo lo demás, el mismísimo Hugo Chávez. Y es que no puede salirse de ese marco de  que lo caracteriza porque eso viene con la persona. Como lo contrario a ella que es la “clase”. No se necesita ser rico para tener clase. Mi padre, Alejandro Oropeza Castillo, decía que la “clase” nacía primero y se paraba a esperarte. Y no hay, como apreciamos cada día, un cocktail más peligroso para carecer de ella, que la mediocridad, la incultura, el poder y la cursilería. De allí aquel refrán : “mono que se viste de seda, mono se queda”. No es el dinero. No es el poder, no es el apellido. Es  la personalidad.

La cursilería con Hugo Chávez es también ofensiva. Cree que siendo cursi se acerca al pueblo. Igualito que con el verbo soez, la agresividad, la  actitud revanchista. Todo eso junto es ciertamente  parte de esa personalidad psicopática que gobierna al país. Supone al pueblo venezolano tonto, miserable de alma, empobrecido de virtudes, débil, chabacano e ignorante. Por eso incita al odio. Por eso obliga a la mendicidad. Por eso insulta. Por eso alimenta el odio de clases. Por eso es barato. Y si a todo eso le agregamos la amargura por la  forzada obediencia militar, y hasta ese físico difícil, el cuadro es de terror!

Un titular reciente en El Nacional da cuenta nuevamente de esas maniobras desorbitadas, totalmente lejanas a la realidad y  cargadas de  ese tinte del que abusa el comandante “en jefe de las fuerzas libertarias de la humanidad”. Improvisado, teatral, ordena al nuevo general que asciende tras unas declaraciones violatorias a la ética y la constitución y a quien además declaró “bendito”, que se ponga al frente de las operaciones. Y ordenó el traslado de 25 familias damnificadas a Miraflores donde se alojarán convirtiendo en apartamentos algunos despachos oficiales. Su afiebrada mente no le da para calcular la imagen que una medida como ésta da a Venezuela, dentro y fuera de sus fronteras. No se va a admirar ese mundo de su “generosidad” sino de su incapacidad. Basta ver a Vargas. El empecinado estado que parece darle la razón porque sigue votando por él.

Al lado de la magnitud de las lluvias y sus resultados dramáticos, la venganza guía sus intenciones: recuerda que el empresario de Globovisión tiene unos  terrenos en Turmerito y ordena   tomarlos con el Ejército. Espera que Miraflores deslumbre a los damnificados, 25 familias privilegiadas por “su generosidad”  frente a miles sin hogares, llorando sus muertos, sus cosas,  esperando una caridad que no es más que incapacidad, indolencia, irresponsabilidad.

Había que sufrir  otra vez la furia de la naturaleza como en Vargas para que  Chávez “aflojara” unos millones para construir (ojalá) casas. En Miranda, Capriles Radonski se faja para solucionar las emergencias, como Carabobo. Ojalá Venezuela no se deje tapar los ojos con estas medidas facilistas y cursis. Con eso cuenta Hugo Chávez. 25 familias frente a otras miles que dormirán en alfombras y sillones que  jamás tendrán. Pero llenarán esa necesidad de pantalla y cursilería de comandante que servirá comida, besará niños, arropará ancianos.

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