Opinión Nacional

De pie

No pretende esta afirmación causar una mella adicional en el ya lastimado entusiasmo colectivo, pero queda claro que, si estamos conversando entre adultos y mayores de edad, no tiene sentido que nos llamemos a engaños. Luego de 14 años, este era el momento de conquistar una victoria que portaba, como lo dijimos alguna vez, una carga casi existencial, y que no pudimos obtener. Aceptar con serenidad una derrota no implica militar en el derrotismo. Hemos ganado y hemos perdido: en esta ocasión nos tocó perder, pero esta derrota duele más que las otras.

La certeza de que ocupamos una franja apreciable de la totalidad nacional; el copioso caudal de votos obtenidos; la concreción de una campaña electoral con una estrategia que se ganó el aplauso general de la opinión pública, son elementos adicionales del análisis, los puntos rescatables de esta experiencia. Acompañan, a mi manera de ver, al fundamental: la concreción de un liderazgo nato en las fila de la disidencia, expresado con enorme solvencia por Henrique Capriles Radonski. Un dirigente joven, íntegro, con talento y vocación de poder.

Con atributos naturales para acompañar al país, junto a las otras individualidades movilizadoras de la MUD, en los difíciles seis años que nos esperan como país.

En otras ocasiones quedó dicho: la parapléjica y caótica oposición política del pasado ha obrado durante los dos últimos años con una enorme dosis de coherencia y acierto. La mejora cualitativa, que tantas esperanzas nos hizo alentar y tanto orgullo nos produjo, sin embargo, no fue suficiente para alzarnos con la victoria.

Resulta difícil no resistirse a afirmar en esta hora que habitamos una nación metida en un gravísimo laberinto emocional, que tiene completamente alterado el orden de prioridades sobre lo que debe hacer para progresar. Varias de las fibras sobre las cuales se enhebra la sociedad venezolana están terriblemente fermentadas. Las aterradoras cifras de criminalidad; los retrasos en obras de infraestructura; la gravedad de los problemas del servicio eléctrico y el colapso general de la calidad de vida en este país no constituyeron impedimento para renovarle un nuevo mandato al actual gobierno.

El peor gobierno de la historia contemporánea de este país en materia de gestión es el que más veces ha sido premiado con el favor popular. Esa es la Venezuela en la cual estamos viviendo.

Baste recordar que, en el mitin de cierre del chavismo, fue asesinado un efectivo del CIPCP; varias motos hurtadas, asaltados transeúntes y perturbada la paz pública sin que nada especialmente relevante sucediera a posteriori.

La situación se torna más compleja, si, como ha quedado dicho, no queda espacio para enrostrarle a la oposición alguna falta en particular. En esta ocasión todo se hizo bien. Hubo Unidad, hubo programa conjunto, hubo consultas y se obtuvo a un brillante candidato presidencial.

Si me apuran en el análisis, me atrevería a afirmar que la brecha que le sacó el chavismo a la Unidad hay que ir a buscarla no en la campaña electoral, sino bastante más atrás, a comienzos de 2011, luego de los deslizamientos a causa de las lluvias que produjeron miles de damnificados sin vivienda en algunas conurbaciones.

Fue entonces cuando, para atender la crisis, el gobierno pudo hacer lo que mejor hace: desplegar con eficiencia un operativo de transferencia de recursos e inyección emocional para paliar la tragedia de aquellas familias. Lo que en otra ocasión hizo cuando le tocó presentar las misiones. Salieron a la calle nuevos programas, todos consistentes en transferencias de recursos, y quedó disuelto el margen de ventaja que la Unidad le había sacado al chavismo en las recién concluidas elecciones parlamentarias. La recomposición de Chávez en el tablero político producida entonces jamás pudo ser revertida.

Con una bancada parlamentaria especialmente débil e inoperante, enfrascada la dirigencia de la Mesa en el diseño de los mecanismos para hacer posibles los necesarios acuerdos políticos, la Unidad se quedó sin la vocería para llevar adelante la inaplazable tarea de agitación política previa a la convocatoria de la consulta. El gobierno dispuso de un brutal volumen de recursos y se dedicó a esperar a sus adversarios al quedar convocadas las elecciones primarias.

Se trataba, es justo decirlo, de una tarea especialmente compleja para una plataforma con poco de fundada, sin aparato político consistente, levantada sobre un delicado equilibrio de acuerdos, necesitada de crear los mecanismos adecuados para obtener una unidad programática y un liderazgo legitimado en la calle.

La MUD y los dirigentes más carismáticos de la oposición democrática, que existen, disponen ahora de una estructura que necesitan aceitar en el hábitat del acuerdo.

Sigue siendo Ramón Guillermo Aveledo la pieza necesaria para dotar a sus estructuras de la coherencia y lucidez necesarias.

Trabajar en las diferencias, cultivar el contacto con la calle; diseñar estrategias de agitación política en el marco constitucional.

Esa es la tarea que les espera mientras se cruza esta impensada extensión del desierto con seis años adicionales de duración.

La vida continúa para todos. Hemos decidido quedarnos a vivir aquí para defender la idea de un país moderno, justo, inclusivo y desarrollado. El golpe asestado ha sido particularmente duro, pero acá estamos.

De pie y dispuestos a hacernos respetar.

Aquí es donde queremos vivir y hacer nuestros sueños realidad.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba