Dos muertes de J.M.Machín
El día 28 de febrero del presente año falleció en Caracas el embajador José María Machín Acosta. Fue mi amigo, y la noticia de su muerte me entristeció. La patria y la democracia –concretamente, el polo socialdemócrata- han perdido a otro servidor y luchador abnegado, consecuente y valeroso. Sirva esta nota para expresar mis sentidas condolencias a su viuda, sus hijas y demás familiares.
Como resistente adeco, el joven J.M. Machín salió expulsado de Venezuela por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En París, donde compartió el exilio con Gonzalo Barrios, Luis Esteban Rey y otros compatriotas, Machín se diplomó en Derecho y Política Internacional. (Yo mismo estaba en Ginebra estudiando doctorado en Ciencias Políticas, mención Estudios Internacionales, y escribiendo contra la dictadura bajo el seudónimo de “Juan Parao”).
De regreso en Venezuela, y luego de la elección de Rómulo Betancourt a la presidencia, Machín fue nombrado director de organismos internacionales de la Cancillería, y yo lo acompañé como subdirector. Con nosotros trabajaba un equipo brillante de funcionarios de carrera, que incluía a Germán Nava Carrillo, Adolfo Raúl Taylhardat, Marcial Pérez Chiriboga y Leonardo Díaz González.
Posteriormente Machín acompañó a Luis Esteban Rey (otro amigo inolvidable) en la dirección y redacción del diario La República. Fue elegido diputado de AD por el estado Sucre y se distinguió por su labor parlamentaria intensa y disciplinada..
Como embajador de Venezuela ante la OEA en períodos de gobierno socialdemócrata, Machín se ganó la admiración de sus colegas por su firmeza, consecuencia y capacidad de persuasión en defensa y promoción de la democracia representativa y el respeto a los derechos humanos. Como Betancourt, sostenía que la OEA debería estar integrada exclusivamente por países democráticos, marginando y aislando a los regímenes dictatoriales tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.
En estos momentos existe el peligro de que la desaparición física de Machín sea seguida de una segunda muerte: la anulación de sus desvelos por un contenido democrático de la OEA, por efecto de la propuesta del cínico secretario general Insulza, apoyada por cínicos presidentes aduladores de Hugo Chávez, de readmitir a Cuba a la organización sin imponerle previas condiciones de democratización y humanización internas.
