Opinión Nacional

El chavismo y el verdadero sentido del 23 de enero

Una alusión que ha quedado más o menos olvidada por la historia, y que, dentro de las tribulaciones del debate público, ante las amenazas de la barbarie y los hechos de fuerza que se aproximaban, colocaba un énfasis especial en la necesidad de promover la defensa de las libertades públicas y el ánimo de unidad nacional recién conquistado. Cada una de las organizaciones políticas existentes podía obrar de acuerdo a sus postulados dentro del marco de la Constitución Nacional; para zanjar nuestras diferencias no es necesario acudir de nuevo al machetazo o la toma sorpresiva de un cuartel.

Ciertamente, el 23 de enero tuvo un «espíritu». No en balde ha sido ésta la conquista civil más importante del siglo XX y la segunda de todas en nuestra historia, después de la independencia. Por eso es que, aquellos que lo vivieron, recuerdan a 1958 como el año más feliz que tuvo el país en el siglo XX. Lo quebrantaron las indigestiones ideológicas de las juventudes políticas de entonces, empeñadas en tomar el autobús hacia ninguna parte que auspiciaba el castrismo; y las torpezas políticas, con su ración de atropellos y excesos, de Rómulo Betancourt. Eso que Teodoro Petkoff llamó la conjunción de «el hambre con las ganas de comer».

 

A finales de la década anterior, a tomar el poder, Hugo Chávez se declaró amigo de Marcos Pérez Jiménez, a quien invitó a volver al país, y no ocultaba su desacuerdo con la conmemoración de la fecha que hoy traemos a colación. Como miembro egresado de las Fuerzas Armadas, quiso hacer Chávez un esfuerzo especial en hacer si visible su ruptura con la prolongación de la democracia que representaba Acción Democrática y reconciliar a la opinión pública con uno de los villanos por excelencia del imaginario colectivo: el último dictador del siglo XX.

 

No fue este un lapsus, producto de un arranque de mal humor o una aproximación superficial al tema: Chávez expresó su admiración por los avances materiales registrados en el perezjimenismo desde antes de ser candidato, e hizo pública su renuencia a celebrar el 23 de enero incluso hasta el segundo año de gobierno. La leyenda cuenta que fue Luis Miquilena quien le persuadió de lo contrario.

 

Corrigió acertadamente Chávez el entuerto, e hizo entonces suya la interpretación que de tal fecha han tenido históricamente las fuerzas de la izquierda ortodoxa. El 23 de enero, dicen, fue un día muy importante, traicionado por las élites de entonces, que acordaron entre sí para repartirse sus prebendas para darle la espalda al país. Por tal motivo fue necesario irse a las montañas a combatir la represión de la IV república. Fue ese el leit motiv del reciente acto del chavismo, expresado con mucha elocuencia por José Vicente Rangel en su discurso.

 

La antigua actitud de Chávez respecto a la fecha es bastante descriptiva de la verdadera matriz de su gobierno. Con todo lo dicho, sin embargo, siempre es importante darles la bienvenida. El chavismo, el pueblo chavista, siente como propia, sin imposturas, la importancia de tener una democracia y conmemora también el fin de la tiranía. No es cualquier cosa: en un país tan fracturado, es este uno de los contados eventos de la vida nacional en el cual podemos registrar la existencia de un acuerdo absoluto. Todos los venezolanos comemos hallacas en diciembre: todos los venezolanos estamos de acuerdo en que fue importante librarnos del último dictador y depositar la soberanía nacional en el pueblo venezolano.

 

Toda esta disquisición está elaborada con el interés de hacer énfasis en lo que sigue: el legado de la fecha aludida no admite dobleces: lo que los venezolanos conquistamos entonces fue una nueva relación de la ciudadanía con el poder. El fin de la imposición y el pánico que había normado la vida de varias generaciones anteriores de compatriotas. Un sistema político en el cual el ciudadano común es su sujeto natural, al darse por la regla mayoritaria un gobierno electo por el voto directo y secreto. Donde la alternancia es un valor compartido y no una especie de favor que le hace una parcialidad nacional a la otra. Conquistamos las libertades públicas, y valoramos la propiedad privada, en armonía con la estatal, y comprendimos que los estados modernos tienen parlamentos con fuerzas plurales, que se adversan pero que no les da asco acordar, con otros poderes públicos que por definición deben ser autónomos para garantizar la transparencia legal y la justicia.

Las elecciones de segundo y tercer grado, los mandatos vitalicios, el poder popular, los parlamentos corporativistas, los partidos únicos, las confiscaciones, la renuencia al dialogo, la existencia de villanos por definición del debate público, forman parte de una interpretación de la historia que ha quedado superada.

 

Eso era lo que creía parte de la juventud militante de entonces. Se suponía que la hipócrita «democracia burguesa», con sus contradicciones y su imperfección, formaba parte de un estado transitorio: una vez que quedara atrás íbamos a arribar todos a la perfección absoluta y la hermandad total del marxismo-leninismo.

Pues bien: tal aproximación, expresada en América Latina en el guevarismo, más allá de los sentimentalismos personales y los heroicos esfuerzos, ha quedado superada por la historia. Por eso el chavismo llegó al poder usando el camino pacífico: recorriendo el otro no lo hubiera hecho jamás. Por eso el FMLN salvadoreño entregó las armas, como también la guerrilla guatemalteca, y por eso, legitimado con el voto popular, Evo Morales está en el poder: porque la vetusta democracia burguesa lo hizo posible.

Los chavistas no lo han comprendido.

Por lo pronto, sin embargo, celebro que ellos también celebren.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba