Opinión Nacional

El cuchillo y las redacciones

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La tensión en las redacciones de Caracas se corta con un cuchillo. Para empezar, todos estamos pendientes de las últimas amenazas presidenciales de cierre de medios de comunicación, debidas a que cada vez mas, el Presidente siente el cerco de la mala opinión pública nacional e internacional acerca de su gestión, sus ejecutorias y su comportamiento. Las atribuye a las malas recomendaciones de los periodistas venezolanos de medios independientes del gobierno.

No soporta verse escudriñado y criticado. Por otra parte, sus ministros, cancilleres y dirigentes están muy mal acostumbrados: a la jaladera de bolas, a la denuncia cobarde de unos proyectos de soplones que han medrado en el periodismo nacional y a su visión privilegiada por el monóculo socialista.

Sólo que se han tropezado con una raza de gente, a la que le importan las amenazas sólo en lo que tiene que ver con la entidad de su propia respuesta. No les da la gana de acobardarse.

Así como he descubierto que en mi profesión hay una cantidad de compañeros que entran en la categoría de subalfombra, porque ni alfombra llegan, hay otros de los cuales me siento cada vez más orgullosa.

Porque uno siempre piensa que los respondones, incómodos, molestosos, preguntones, fastidiosos, de esos de quiénes quiere deshacerse la derecha y la izquierda y los jefes de información soportan dificultosamente, que se visten como les da la gana, rechazan además cualquier sugerencia sobre la propia indumentaria y de ahí para arriba, se habían acabado con la generación contestataria de uno.

Pues no.

Hay unos reporteros jóvenes que se han acostumbrado por su parte a la libertad de decir lo que les da la gana desde su propio punto de vista.

Estiman en lo que valen las amenazas, las invectivas y toda tentación de hacerles pensar sin que se salgan un recuadro rojo bien alineado a la izquierda. Yo pienso que en realidad hubieran hecho lo mismo si el recuadro estuviera alineado a la derecha y tuviera otro color, pero, en todo caso, son personas que viven en un mundo globalizado donde cada vez mas los exabruptos autoritarios de “porque yo lo digo”, y “porque a mi me da la gana” funcionan menos.

Por lo demás, así como tienen en una mano la globalización, en la otra tienen la percepción de su tercer mundo. Viven en los barrios y urbanizaciones de una Caracas partida por la pobreza, por la ignominia, por la violencia, por las promesas rotas de esta tierra en donde asoman las mentes brillantes entre la basura y el mal olor a los que nos han acostumbrado nuestros líderes. ¡Que mal huele querer hacer que todo el mundo considere como una gran cosa solamente nuestras ideas y nuestros proyectos¡
Los he encontrado vibrantes y afinados como una cuerda de violín, pendientes y en cuenta.

En fin, en estos días, han vuelto a rodearnos las amenazadoras moticos y los mercenarios de franelas rojas siguen dándonos vuelta, sin darse cuenta de que cada vez más se hacen más notorios por su vileza, intelectual y de las otras.

Así que si en algo tengo fe, no es en que se arregle esta amenazadera presidencial, no es en que recapitule el gobierno sobre que hacer con su mala prensa para que no se dedique a matar a los mensajeros, sino en que el pueblo venezolano vea caerse de su pedestal una vez más a otro líder que creyó solidario, pendiente de los pobres, preocupado por la juventud de su país.

Que alguna vez en la vida se de cuenta de que no hay para que buscar otro líder más, ni creer en otro generador de promesas incumplidas, sino que hay empezar a hacernos responsables y vigilantes celosos de nuestros conductores, para que los hagamos civilizados, resueltos y subordinados a sus votantes.

En momentos como ese, la única sanción para un medio de comunicación incómodo, sería la poca sintonía de su público, la indiferencia de la audiencia. No tendría ningún gobernante arte ni parte en su cierre, en el apaleo de sus redactores, en la persecución o en la difamación. Ese mundo está lejos, pero es posible. Los cuchillos del fundamentalismo y de la opresión intelectual se habrían desterrado entonces para siempre.

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