Opinión Nacional

El día que se rompió la bandera

Después de haber vivido junto al Presidente Carlos Andrés Pérez la histórica madrugada del 04 de febrero de 1992 siendo apenas un muchacho de 23 años que esperaba su acto de grado de Abogado en la UCV (véase mi artículo “aquel 4F al lado de CAP, en El Universal digital del 02-02-12), el destino me permitiría vivir otra vez en primera fila otro acontecimiento histórico apenas un año y tres meses más tarde, cuando el Presidente Pérez tuvo a bien designarme como Sub Secretario del Consejo de Ministros el 17 de mayo de 1993.

Ya con mi título de abogado en la mano y con las alforjas repletas tanto de ilusiones como de preocupaciones, asumí mi cargo en medio de un proceso político que cambiaría la historia de Venezuela, y del cual se están cumpliendo 20 años. Los “náufragos”, como bien los identifica Mirtha Rivero en su Best Seller, habían logrado llevar a un punto culminante su plan para defenestrar a CAP de la presidencia de la República. En esos días la sentencia de la entonces Corte Suprema de Justicia que declararía “con lugar” el antejuicio de mérito contra el mandatario, estaba lista para ser discutida en la sesión de la Sala Plena que se efectuaría el 20 de mayo.

Ese día, las informaciones sobre el curso de la discusión de la ponencia eran diversas y hasta contradictorias. CAP esperaba sereno la decisión junto a su Gabinete. A ratos había la posibilidad de que la decisión pudiera quedar 8 a 7 a favor del Presidente, pero de inmediato llegaba algo que indicaba otra cosa. Se supo que la entonces Magistrada Rondón de Sansó hacía muchas observaciones, pero el ponente hábilmente las admitía casi todas con tal de ganar su voto favorable, lo cual logró, ya que lo importante era tener la mayoría y aprobar el antejuicio. Ya pasado el mediodía salió finalmente la decisión: CAP sería enjuiciado y debía separarse de la presidencia, sobre la base de argumentos débiles y cuestionables desde el punto de vista jurídico. Era el corolario de una cacería política que tenía muchos artífices detrás de diversa estirpe y motivación, pero con un interés común.

Conocida la decisión, CAP la asume con el aplomo que lo caracterizaba. Sabe que es un juicio político barnizado con formas legales para darle sustento, pero acata de inmediato la decisión y se prepara para separarse de la presidencia. Ordena igualmente que se prepare todo para una alocución en la noche a realizarse en el salón Sol del Perú. Mientras tanto, algunos ministros permanecen en el Palacio y otros van a sus despachos para volver luego, y quienes laborábamos en el Ministerio de la Secretaría nos retiramos a nuestras oficinas en el edificio administrativo.

Ya al final de la tarde, inmerso en las miles de interrogantes, confusiones y dudas que un muchacho de 24 años recién graduado podía tener frente a aquellos acontecimientos tan graves, me toca presenciar un hecho que sin duda alguna tenía -siendo uno creyente o no- características de presagio: poco antes de las 06:00pm, hora usual de arriar la bandera que está frente a la escalinata principal del Palacio, y que se divisa perfectamente desde las ventanas del ala oeste de edificio administrativo, pudimos ver como el tricolor nacional, que aún ondeaba, se rajaba completamente entre la franja azul y la franja roja. Era imposible dejar de pensar al ver aquello, que el Universo nos estaba indicando que lo ocurrido aquel día era un punto de inflexión negativo para el país, y que venían tiempos oscuros sobre Venezuela, tal y como resultó ser.

Ya cerca de las 8:00pm comenzó la alocución de CAP. Fue un discurso para la historia. Dijo cosas trascendentales, de las cuales destaco aquí tres: “supuse que la política venezolana se había civilizado y que el rencor y los odios personales no determinarían su curso. Me equivoqué.”; “he soportado esta campaña en mi contra con la convicción de que en las democracias son siempre preferibles los abusos de la oposición que los abusos del gobierno”; y “quiera Dios que quienes han creado este conflicto absurdo no tengan motivos para arrepentirse”. La verdad es que los tuvieron y de sobra, pero Dios no les dio vida suficiente a todos para arrepentirse aquí en la tierra. Otros pocos, perversos por naturaleza, no sólo no se han arrepentido, sino que aún apoyan al régimen antidemocrático que nos gobierna sin legitimidad alguna.

Al día siguiente, luego de que CAP le entregara el Despacho de Miraflores al Presidente del Congreso Octavio Lepage, tal y como lo ordenaba la Constitución de 1961, se retiró a la Casona. Esa tarde fue la Dra. Rondón de Sansó fue a darle explicaciones y prácticamente a pedirle excusas por haber votado en su contra. “Tarde piaste pajarito”, le hubiera respondido seguramente otro conocido Expresidente. El mal estaba ya hecho, y vaya que le haría daño al país.

Dip al C.L.R. de Miranda y Sub Sec Gral de ABP

 @CiprianoHeredia

 

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