Opinión Nacional

El diálogo imposible

Apenas se conoció la decisión adoptada por la jueza 40° de Control que acordó el sobreseimiento a los pistoleros de puente Llaguno, quedó en claro que, aparte del estupor que causó ese insólito hecho en distintos sectores de la población venezolana, resultó fácil llegar a la conclusión de que definitivamente no están dadas las condiciones para adelantar un proceso de diálogo constructivo entre el oficialismo y las fuerzas de la oposición democrática.

Pero hay más, todavía. La prensa recoge una declaración del ex presidente Jimmy Carter al regreso de su frustrada misión facilitadora en nuestro país, en la cual reconoce que «en toda su vida no ha conocido otro país tan dividido como Venezuela», aseveración que el ilustre ex mandatario tendría que haber completado señalando el nombre y apellido de quien es el causante de esa situación tan singular que, como es de sobra conocido, no es otro que el comandante Hugo Chávez Frías.

A lo anterior es necesario añadir la marcada polarización existente que imposibilita cualquier propósito de diálogo entre los dos grandes segmentos que separan a la población y que, de mantener sus respectivas posiciones en el ámbito político, hace temer muy fundadamente que sea la violencia, ya no verbal sino armada, la que se imponga para tratar de solucionar la grave crisis que confronta el país.

Por ello despierta justificado interés cuanta iniciativa aparezca, intra o extra fronteras, destinada a procurar el posible acercamiento entre unos y otros actores políticos, como por ejemplo, el aporte de los dos expertos estadounidenses en solución de conflictos que, recientemente, participaron en un foro sobre el tema en la capital de la República, a lo cual habría que agregar el trascendido de que el gobierno de los Estados Unidos se propone instalar en la sede de su misión diplomática en Caracas una oficina para la transición que tenga, entre otros objetivos, el «fortalecimiento de las instituciones democráticas» y «la construcción de espacios para el diálogo constructivo».

Pero nada de todo eso se hará efectivo mientras el primer mandatario nacional persista en el discurso agresivo, belicoso y pugnaz que lo aleja irremediablemente de todos aquellos factores democráticos que propician el establecimiento de un clima propicio de gobernabilidad y de paz duradera mediante un proceso de cambios que conduzca al restablecimiento del estado de derecho y a la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana, instrumento magno este último que el titular del Ejecutivo Nacional viola a su «leal saber y entender» con el mayor de los descaros razón, entre otras, por la que Venezuela cada día más se acerca peligrosamente a la condición de Estado «bajo observación» conforme a los términos de la Carta Democrática Interamericana.

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