Opinión Nacional

El Dr. Jekyll y Mr. Chávez

Ese rostro, en televisión y encadenado, evidencia la más grande parsimonia como en el intento de alcanzar una paz casi de ultratumba. Mientras chistes van y chistes vienen, la risa fácil, hija predilecta de éstos, deja entrever la jugada perfecta de quien cree controlar hasta el mínimo respiro.

Hermosas cuentas y mágicas explicaciones se vierten a manos llenas. Todo fluye, todo funciona, todo concuerda, todo va bien. Dicen que en buena medida las matemáticas existen para que cualquier cosa, cifrada en números, adquiera categoría de verdad irrefutable, y en ocasiones esto parece ser ley: en Venezuela, según el Jekyll de los llanos sabaneteros, los dos últimos años han resultado de condición milagrosa. Ahí están los diagramas y las curvas, ahí están los porcentajes probatorios. ¿El resto? oposición recalcitrante y cuarentañera, la misma que se engolosina mientras unta de cizaña y viles provocaciones a la sagradísima revolución.

Pero hablar de revolución en este país se ha convertido últimamente en grotesca forma de invocar carcajadas, sobretodo cuando se le aplica un mínimo ejercicio escudriñatorio; algo más o menos así: invocación número uno: vivimos una inédita sacudida política desde todo punto de vista. Carcajada número uno: los adecos sustituyeron a los adecos. Invocación número dos: al neoliberalismo salvaje hay que propiciarle fisonomía humana. Carcajada número dos: algunos sesentistas trasnochados masajeando reumatismos. Invocación número tres: ahora sí, el turno es de la arrancada económica. Carcajada número tres: lo cierto es que el consumo cayó en barrena y la calidad de vida del suelo va pasando al subsuelo (cosa que, dicho sea de paso, no es para reírse en lo más mínimo). Y la cuestión podría extenderse ad infinitum…

De esta manera Mr. Chávez va saliendo a flote mientras a lo lejos, prácticamente irreal en la pantalla de un televisor, el flamante Dr. Jekyll hace gárgaras para curarse en salud y dale con las cadenas y las justificaciones y los datos y el petróleo y Giordani y los oligarcas y Fidel y los traidores y Navarro y la Opep y Zamora y el Guerrero y Aló y pásame un café.

No hay que dudar un instante en la buena salud de Jekyll, en su fantasmagórico poder de encantamiento. Ganó las elecciones y ha ayudado demasiado en la constitución de lo que por su parte Mr. Chávez va desarrollando. A la gente le gusta ese rostro vengativo y lleno de energías. Cada quien vislumbra en él la salvación misma, la personificación de un futuro perfecto, uno sin malestares, sin traumas que obliguen a fruncir el ceño, sin esfuerzos de cualquier tipo y hasta sin la necesidad de levantarse para ir a trabajar. Provoca gritar por siempre y a coro la más rutilante y revolucionaria de las consignas: ¡Jekyll, amigo, el pueblo está contigo!. Y de veras que lo está, aunque por supuesto no se sepa hasta cuándo. Es que en política uno más uno puede llegar a ser cuatro, nunca se sabe.

Mientras Jekyll el bueno va a tomar la siesta o a equilibrar los niveles de cafeína, Mr. Chávez hace de las suyas. No en balde el incremento de la delincuencia, la venida a pique de cientos de empresas, los supervisores itinerantes, el referéndum sindical, la ya olvidada e impune megaplasta, el desempleo estratosférico, la siembra de odios, la casi inexistente inversion privada, el centralismo sobrecogedor, el mar de la felicidad, nuestra dulce relación riesgo-país, la violación descarada y vergonzosa de la Constitución, la maravilla de servicios públicos que sufrimos, las prebendas de los políticos de esta Quinta República, y ya paremos de contar.

Hablar de revolución resulta fácil. Ni qué decir lo emocionante que le suena a la mayoría. Bien justificada está toda vez que desde ya, por ejemplo, el Dr. Jekyll sopla vientos de nuevos aumentos salariales para el primero de mayo, es decir, nueva venta de esperanzas al mayor. Esto sí es un cambio, y de los grandes. Un petrocambio diría yo, para que se produzcan después, eso sí, irritantes frustraciones y quién sabe cuántas consecuencias, porque es verdad que malabares y tretas de esa naturaleza es imposible que desencadenen cosas buenas. Como si elevar la paga sin un colchón de fortaleza económica haya servido jamás para algo. Como si engañar con ese espejo y su cara de dinero sin poder adquisitivo haya dado al traste alguna vez, un ápice siquiera, con la podredumbre que nos llega al cuello. Cosas populares, cosas de Jekyll, única explicación.

Inversión, estímulo a la gente para que salga adelante gracias a su esfuerzo, ahorro, democracia, descentralización, reglas de juego claras, confianza en las instituciones, educación. Lo más seguro es que ahí vivan las claves para reducir verdaderamente la pobreza que debido a nuestra propia incapacidad y culpa padecemos.

Uno para dos y dos para uno: el Dr. Jekyll y Mr. Chávez andan de la mano y expelen aires revolucionarios. Aún sin parecerlo, se parecen mucho. Rarezas de por estas tierras.

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