Opinión Nacional

El síndrome del niño rico

“El niño se le arrima
y, radiante y decidido
les dice en la cara: ¡Ea
yo parezco un niño rico!”
Juan Ramón Jiménez.

EL AFAN DE TENER DEBE DAR PASO AL GOZO DE DAR

Una epidemia social está actualmente poniendo en peligro la salud emocional de muchos niños. El síndrome del niño rico o “ricopatía” no sólo abarca a los hijos de la gente acaudalada sino también a los de la clase media y a los de familia de menos recursos.

El síndrome del niño rico, se presenta en los niños que reciben demasiado de alguna cosa, ya se trate de presiones de tipo educativo, de dinero, de alimentación, de protección o de sacrificios de los padres.

Los niños afectados por este síndrome tienen los mismos problemas que afligen a los adultos pudientes. En estos pacientes infantiles se pueden presentar algunos de los siguientes síntomas: Náuseas periódicas, dolores de cabeza, alto nivel de ansiedad, depresión, fobias varias e hipertensión. Sin embargo, a menudo se presentan también manifestaciones de las lesiones físicas y emocionales subyacentes, que son características y están relacionadas con la edad. Los desarreglos típicamente infantiles pueden incluir micciones nocturnas, desajustes escolares, imposibilidad de mantener relaciones positivas con compañeros y adultos, lo mismo que una multitud de dificultades de índole social y personal.

Aunque tengan muchas cosas materiales, los niños de padres ricos a menudo carecen de lo que más falta les hace: la presencia de los padres. Muchos de estos niños son cuidados por personas diferentes durante la mayor parte del día, y cada vez, es más frecuente el fenómeno de los “niños confinados”, es decir, aquellos que permanecen en su casa todo el día solos sin nadie que les cuide.

Los niños de 2 a 12 años ven la televisión un promedio de 25 horas a la semana. Por lo que su verdadera “escuela” es la televisión, con sus dudosas programaciones y su implacable publicidad comercial. Además, como sucedáneo de la televisión han encontrado los videojuegos e Internet.

El hartazgo de bienes materiales, de servicios y de experiencias está quitándole a la niñez algo de maravilla y de inocencia; y están introduciendo prematuramente a los niños en el mundo vacío, característico de muchos adultos de nuestra época.

En un estudio que ha realizado el grupo Gallup sobre el impacto de la “vida fácil” en los hijos de altos ejecutivos, estos jóvenes, de 14 a 22 años de edad que llevan una vida de lujo y comodidad, ajustan su escala de valores a las conveniencias materiales. Más de la mitad de ellos considera que la parte más atractiva de ser hijos de ejecutivos acaudalados es gozar de las ventajas materiales y económicas que están a su alcance. Sin embargo, un alto porcentaje de ellos no se siente feliz. En realidad las mayores presiones a que están sometidos están directamente relacionadas con su riqueza. De sus declaraciones se desprende: Se sienten incómodos con el papel de “niños ricos” o de “niños mimados”; tienen la impresión de que sus padres intentan comprar su efecto con cosas materiales; sienten una gran presión paterna para que sobresalgan en sus actividades, y tienen muy pocas oportunidades de gozar de la compañía de sus padres.

Las claves más importantes para poder superar el síndrome del niño rico son el tiempo y los valores. Esto significa que los padres deben dedicar más tiempo a sus hijos y el ejemplo de los padres en la práctica de valores morales claros y firmes es indispensable para que el niño incorpore en su vida convicciones, en las cuales, la generosidad prevalezca sobre el egoísmo. El afán de tener debe ceder paso al gozo de dar. Y es que, como dijo el poeta: “Es el mejor de los buenos / quién sabe que en esta vida / todo es cuestión de medida: / un poco más, algo menos…”

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