Opinión Nacional

El suicidio de una nación

La actual actitud cívica de la sociedad venezolana es comparable a la conocida actitud suicida que adoptan los mártires fundamentalistas de la historia universal: en silencio, sin ningún tipo de reflexión, vamos poco a poco adquiriendo una actitud de extremismo social embrutecedor: sobre todo porque si no hay algo para mí, a como dé lugar y aunque no me lo haya ganado, tampoco habrá nada para nadie (así me lo dicta mi Dios).

Desde el oficialismo hasta la oposición, la única salida actual contemplable es la de una debacle total; esa es la “magnífica” respuesta que se nos ocurre para enfrentar nuestra trancada contradicción social.

Al igual que los terroristas se inmolan en un acto irreversible de fe, nuestra trivial necesidad de soluciones mágicas, inmediatas, irracionales y divinizadas, nos aleja de nuestra sana simplicidad terrenal.

Nuestra radicalización tácita (no abierta), nos empuja a las antítesis de soluciones viables, donde el trabajo y el pragmatismo científico sucumben ante una irracionalidad narcótica. La acción de “creer”, pasa entonces a ser tan peligrosa como el escepticismo total; lo uno porque se basa en “sedantes” de origen milagroso y lo otro por el pesimismo que nace de nuestro “talante” radical.

De esta manera se hizo posible Khomeini como nuevo Dios del Islam; y así está naciendo Chávez, sin merecérselo, como el Dios de una supuesta redención social del siglo XXI (como si en el transcurso de todos los milenios del universo no hubieran fracasado todas las tentativas de crear una panacea de solución celestial).

No existen diferencias entre credos cuando estos buscan una única solución (nazca de la cultura que nazca); ni cuando se deponen, incondicionalmente, todas nuestras necesidades individuales en favor de un elegido nacido de cualquier acto irracional de fe.

Entre los creyentes y los escépticos siempre han existido quienes estrictamente, apegados a sus propios esfuerzos y apegados a su propia realidad, batallan por cristalizar un “verdadero Edén terrenal” (uno desde sus propias circunstancias); sin embargo, como insistimos en desoír, no entendemos que es precisamente allí donde deberíamos encontrarnos y dialogar.

Inconvenientemente, el régimen oscurantista de Khomeini, o el pretendido régimen oscurantista del nuevo Dios de las Américas pueden seguir haciéndose fuertes gracias a esa empedernida necesidad de ser creyentes esperanzados en soluciones analgésicas; o simplemente por abanderarnos de actitudes escépticas a las posibilidades de cambio de nuestro entorno con el esfuerzo de un cónsono discurrir. Todo esto ha hecho posible que nuestro andar se haya ido convirtiendo en un supuesto espejismo de “la verdad”, sin que nos atrevamos a considerar una tercera vía que nos haga dueños de nuestra propia concepción de lo que queremos que sea nuestra realidad (¿Será que como sociedad, aún no lo entendemos?).

El mal no es nuevo, ni siquiera es secular, sino que más bien es multi-milenario y posiblemente será la causa del suicidio de nuestra atribulada nación (como tantas veces ha ocurrido en la historia universal).

Aceptar la irracionalidad de la fe hace posible tanto un Chávez como a cualquier otro anti-Chávez redentor. Son niveles de superstición que, aunados a los deseos de soluciones fáciles e irresponsables, controlan nuestro fortuito devenir.

¡Cuidado, que Dios te castigará!, se hace entonces realidad desde la irracionalidad de un Dios terrenal que simple y totalmente, y con nuestra venia, maneja nuestra actual posibilidad de perdurar.

Desgraciadamente, la advertencia de ¡Cuidado, que Chávez te castigará!, ha demostrado ser una triste y palpable realidad que refuerza dicha enajenación.

Ver para creer siempre ha tenido de base un primitivo deseo de certificar lo no certificable, y en este caso es obvia su inmediatez: si no eres rojo, no comes (quizás por eso hemos logrado desvirtuar tan aberrantemente nuestra realidad).

Pero si desde el fondo de nuestra racionalidad nos sintiéramos verdaderamente azules (empecinados en manejar nuestro propio destino), no nos debería quedar la más mínima duda de esgrimir la imponderable y orgánica obligación de actuar de manera reflexiva; y en consecuencia, afrontar la roja realidad que se nos pretende querer imponer a sangre y fuego con la sangre y el fuego que la libertad amerita para convertirse en realidad.

Así van las cosas de mal.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba