Opinión Nacional

En la última curva

La megamarcha caraqueña del 14-D, sin duda la concentración política más grande en nuestro país, significa para la lucha democrática lo que para la hípica es la última curva. Completa razón tiene don Alejandro Armas —que el «don» se lo tiene ganado por su valor cívico y personal— cuando afirma que la salida del régimen chavista está más cerca que nunca.

Sin embargo todavía falta la recta final. No hay que engañarse al respecto. Temprano en el 2002 se me ocurrió escribir que «Chávez estaba muerto pero no enterrado». Pasados los meses sigo pensando lo mismo, desde luego que en términos de su certificada inviabilidad para gobernar.

La vitalidad de este régimen pereció hace tiempo, pero aún conserva la formalidad del poder, lo que no es poca cosa en un escenario de confrontación para impedir el requiem definitivo. De allí que las riendas del caballo o la pala de la sepultura la tenga en sus manos el llamado «liderazgo opositor».

La gente en rebeldía ciudadana está dando un ejemplo para la historia. De la nuestra o de cualquier nación. Pocas veces, si acaso, se ha hecho sentir en una sociedad contemporánea la fuerza de una cultura democrática que rechaza la imposición anacrónica, y que lo logra de manera libérrima, decidida y con la espontaneidad de sus propias convicciones.

Toca ahora, en plena fase decisiva, que la dirigencia se coloque a la altura del sentimiento opositor, y que no dificulte sino facilite la posibilidad de un cauce cívico para que los venezolanos, en consulta popular, ordenen o legitimen el cese de la hegemonía chavista.

Tan sólo en tres quincenas, leáse bien: tres quincenas, está previsto y legalmente convocado un referendo soberano para pedirle la renuncia a Chávez. Solicitado por más de dos millones de electores en conformidad con el artículo 71 de la Constitución. Imposible una mayor demostración de democracia «participativa y protagónica».

No debemos perder esa oportunidad. Al contrario, corresponde defenderla a capa y espada. Con la firmeza unitaria de un «patria o muerte» nacional. En serio y sin vacilaciones.

En esa misma ocasión, dentro de mes y medio, también podríamos votar la aprobación de una enmienda constitucional que permita elecciones generales al menor tiempo posible. El referendo consultivo es el instrumento ideal, bien para que se produzca la renuncia o para convalidarla de haberse dado ya.

Es obvio que para Chávez se trata de la peor pesadilla. Una eyección miraflorina dictaminada por la mayoría del pueblo que él alega representar. Por eso ha intentado boicotear el proceso referendario, a contravía, por cierto del CNE y el (%=Link(«http://www.tsj.gov.ve»,»TSJ»)%). Por eso prefiere el conflicto militar o la guerra civil antes que la consulta popular. Por eso es que no podemos darle el «gusto» y en cambio seguir luchando para despedirlo con las armas de la democracia.

Traspasada la última curva ya tenemos la meta a la vista. Ha costado mucho llegar hasta aquí, por lo que no tenemos el derecho de perder la carrera.

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