Opinión Nacional

Encrucijada decisiva

Venezuela sufre tiempos de tragedia. De la ingobernabilidad chavista sólo surgen tres caminos: la dictadura, un caos de republiqueta, o la reconstrucción nacional. Llegó la hora de escoger.

Casi todo lo positivo por lo que Venezuela era reconocida y admirada en el mundo democrático, ha sido pulverizado por obra de esta demencia destructiva que se proclama «revolución bolivariana». Todo lo negativo que convirtió a nuestra democracia en insatisfecha y protestaria, ha sido potenciado al máximo en estos cuatro años de incuria y vandalismo.

Los resultados no necesitan demasiada descripción, pero las consecuencias todavía no están claras. De la actual encrucijada podemos seguir descendiendo (con y sin Chávez) hacia una anarquía seudorepublicana, tipo Ecuador post-Bucaram o Bolivia pre-Paz Estenssoro de los años ochenta. Duele pensar el país en esos términos, pero nuestra realidad da para eso .

Puede también formalizarse un régimen militar con todas sus letras y ornamentos. Con un general-presidente, llámese Baduel o Médina Gómez, lo que terminaría de cerrar la elipse de la llamada «quinta-república». Es decir, la primacía del poder militar sobre el civil, y no sólo fáctica sino cultural. Muchos voceros de nuestra «intelligentsia» se sentirían colmados, al menos por un tiempo.

Después de Chávez, también es posible iniciar un proceso de reconstrucción democrática. Sin que la idea de un orden constitucional quede reducida al «papel-toalé» de la bicha y sin que ningún sector del país se considere con el derecho legítimo de excluir a los demás. «Wishfull thinking», tal vez, pero hay que poner la mirada larga para no dejarse abrumar.

De allí que el tema de la salida electoral, a pesar de todos los pesares habidos y por haber, tenga una importancia capital que la represión chavista no disminuye sino acrecienta. Como una señal de esperanza debe entenderse la decisión del CNE, en medio de los bombazos en Chuao, reconvocando con mayoría calificada el referendo consultivo del próximo 2 de febrero.

Para que el país se emancipe de forma duradera de la hegemonía chavista, de lo que Chávez representa, no basta con volverlo a eyectar del poder. Hace falta muchísimo más. Comenzando por la expresión de la voluntad popular, siguiendo con la reconstrucción de una gobernabilidad democrática, y evitando que sea la ansiedad y no la razón lo que prevalezca en la conducción del Estado y la sociedad.

Dije al principio de estas líneas, que la supuesta «revolución bolivariana» había logrado pulverizar «casi» todo lo positivo de nuestra más que cuarentona democracia. Pero no pudo con ese entramado de valores, creencias y derechos que lleva el nombre de «cultura democrática». Esta, en redoblada y cívica rebeldía, le está ganando la batalla.

Ahora que llegamos al llegadero, a la encrucijada de por lo menos tres caminos, debemos procurar no volvernos a perder, como en el espejismo de Chávez y su «quinta república».

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