Opinión Nacional

Esto huele a libertad

Amaneció ayer en la hermana Bolivia. Hablaba temprano desde el Alto. Le queda pequeño el país y abre sus fronteras para quemar sus frustraciones en tierra extraña. El país arde en problemas y nuestro “continental” mandatario inspecciona sus feudos cordillera abajo. Metido hasta los tuétanos en el conflicto hondureño, camina por la orilla sin poner el pecho hasta que asegure que Zelaya regresa a su silla. Honduras le hizo daño y ahora se mueve con el dilema de salir de la posición frontal –para seguir acciones tras bastidores- asumiendo el impacto político recibido o contribuir con su encendido verbo y sus maniobras a levantar a los hondureños en una revuelta, que apoyada por subversivos de su corte “bolimperial”, regrese el juego al lugar en que estaba…otro trece pues, ahora en Honduras. No sabemos cuál sábado regresaría a su país. Falló el pronóstico Chávez. En cualquiera de los casos, el daño ya lo recibió, luciendo ante el mundo como otro revoltoso latino, nada distinto a los que pululan en Bronx o en las afueras de Paris, actuando como desadaptados sociales.

Errores tras errores se han venido sumando en las alforjas de esta inconsistente revolución. Honduras y Curiepe serán hitos relevantes, cuando aguas abajo revisemos este pasado cargado de tensiones y de destrucción de esperanzas. El gobierno camina con decisión hacia adelante, sin importar lo que pisa en su andar, se mueve con la convicción de que aún conserva ese fuero que le permitió en el pasado hacer cuanto le vino en gana. Se le cayó el maquillaje y ahora se le ve el cuero gastado y lleno de arrugas mostrando su verdadero rostro. Guardias reprimiendo pueblo y tribunales asustando ciudadanos. Así lleva las de perder y muy pronto. Se acabó el glamur y su actuación ahora también arropa a sus rojos camaradas. La sensación de desgobierno flota en el ambiente.

A este teatro de marionetas se le acaban los títeres. Diosdado y Tarek se gastan muy rápido y no quedan mucho más muñecos para mostrar. La incontenida rabia de Ramírez es un poema, una oda a la revolución en retirada. La eficacia de sus superministros demostrada cuando el dinero hacía milagros y los pintaba de rojo, ahora deja una estela de promesas incumplidas y pueblo en interminable espera. No les queda otra que hacernos creer que se quedarán en el poder usando la fuerza, que apagarán cualquier intento de removerlos con votos o con balas y que la desesperanza y la aterrorizada sumisión nos mantengan en esta inacción a la que nos han llevado. Esta vez se equivocan de largo a largo.

Chávez perdió el piso que lo sostiene. Se mueve en tierra inestable y no parece darse por enterado. Huele a un país preparando castigo y se escuchan voces en silencio gritando llantos a este desencanto masivo. Se acabó esa magia con que se envuelven para engañar. Se acaba enterrada en la miseria esa noble creencia de que estos transitaban por los caminos del bien. La patria destapa sus muertos para que su recuerdo mueva nuestras libertarias intenciones. Todos a una, con una sola y fuerte voz, lograremos librarnos del peso de esta bota que quiso aplastar nuestra dignidad y nuestra estirpe. Huele a algo más que mastranto, huele a libertad.

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