Opinión Nacional

Gabriel Betancourt

Tan pronto me llegó la noticia del monstruoso hecho del secuestro de Ingrid Betancourt , envié un mensaje a su padre Gabriel Betancourt en el que le expresaba mi consternación y mis sentimientos de afecto y de solidaridad.

Mi cordial amistad con Gabriel Betancourt se remonta al año de 1969, en que yo llegué a París como Embajador-Delegado Permanente de Venezuela ante la UNESCO y lo encontré a él ejerciendo similar destino en representación de la República de Colombia. No fue necesario mucho tiempo para que yo percibiera sus elevadas dotes intelectuales, su competencia profesional y su esclarecida calidad humana. Sus colegas lo habían electo Presidente del GRULAC (Grupo Latinoamericano y del Caribe), habiéndome correspondido sucederlo al término de su mandato.

Su esposa, doña Yolanda Pulecio –distinguida dama que fue Reina de Belleza en su país y promotora de importantes obras sociales, como el albergue “Mamá Yolanda” para niños abandonados– llegó a su vez a establecer con la mía –mi inolvidable Ana Cecilia– muy afectuosas relaciones de amistad, que ambas parejas celebramos en la cena que tuvimos el honor de ofrecerles el 22 de enero de 1970 en mi residencia del Boulevard Maillot.

Nadie mejor pudo escoger Colombia para el desempeño del cargo que le confió. Su trayectoria vital está enriquecida sobre todo por sus relevantes actuaciones en el campo educacional. Fue dos veces Ministro de Educación y fundador del ICETEX (Instituto Colombiano de Créditos y Estudios Técnicos en el Exterior) destinado a ofrecer asistencia económica a los estudiantes pobres, mediante créditos cuyos montos serían reembolsables a partir del año siguiente del término de sus carreras. El extraordinario éxito de esta Institución hizo que su influencia se extendiera a otros muchos países, inclusive Venezuela (Becas Gran Mariscal de Ayacucho), donde se establecieron sistemas similares. Posteriormente ejerció en Washington la Presidencia de la Comisión Especial de Educación patrocinada por el Presidente Kennedy como parte de su programa “Alianza para el Progreso”. Finalizada su misión diplomática, fue distinguido con el nombramiento de Subdirector General de la UNESCO en el Sector de la Educación.

Nunca podré olvidar las delicadas atenciones que nos prodigaron los esposos Betancourt, especialmente con ocasión de mi despedida de la UNESCO y de mi regreso a Caracas. Fue una exquisita cena la que nos ofrecieron en la residencia de la Embajada de Colombia, a la que invitaron especialmente los colegas con quienes había mantenido las mejores relaciones; entre otros, el eximio poeta Pablo Neruda, a la sazón representante de Chile ante la misma Organización, y quien, después del brindis de Betancourt, solicitó permiso a éste para decir también algunas palabras más de generoso elogio sobre mi actuación.

Me encontré otra vez con Gabriel en el mes de julio de 1977, en una breve escala que hice en Bogotá de regreso de Cali, donde el doctor Marcel Granier Doyeux y yo representamos a la Alianza Francesa de Venezuela en un coloquio sobre la situación y perspectivas de la lengua francesa en América Latina. Amable como siempre, Betancourt me acompañó en mis visitas a varias librerías en busca de determinadas obras jurídicas y concertó mi entrevista con el Presidente Electo Julio César Turbay Ayala, en la que largamente conversamos sobre el problema de la delimitación de las áreas marinas y submarinas entre Colombia y Venezuela (Véase René De Sola Angustia de Expresar. El Libro Menor. Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1988).

Debilitado ya por una afección cardiovascular, no pudo resistir Gabriel el rudo golpe que constituyó el plagio de su hija Ingrid, ocurrido el día 23 de febrero de 2002. En menos de un mes, el 23 de marzo del mismo año, termina la existencia de este colombiano universal, cuya memoria permanecerá indeleble en el corazón de sus compatriotas y de quienes disfrutamos de su valiosa amistad.

Desde donde se encuentra, él continuará pendiente del desenlace –que auguro será feliz– del inhumano secuestro de su hija, cuya trayectoria intelectual y política se ha distinguido con la misma ejemplaridad que caracterizó la de su padre.

Todos los hombres amantes de la paz y defensores de los derechos humanos, en cualquier punto del planeta, elevamos nuestra cálida voz de protesta contra tan abominable crimen.

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