Opinión Nacional

Hipocresía y cinismo nazi-chavista

La manipulación y la falsificación de la historia son herramientas imprescindibles de todos los procesos fascistas («las grandes mentiras son más fáciles de creer que las pequeñas, debido a su efecto de shock y a su audacia» – Joseph Goebbels). A siete años de la masacre del 11A, los venezolanos contemplamos estupefactos cómo una nefasta y despreciable casta cívico-militar siguen adulterando los acontecimientos del 11A para su beneficio político.

El 11 de Abril del 2002, más de un millón de venezolanos, apertrechados con tricolores patrios, salieron a protestar por las calles de Caracas en contra del régimen del huidizo de Miraflores. Muchos de ellos fueron asesinados por efectivos de la Guardia Nacional, la Policía Metropolitana y las bandas armadas del régimen apostadas en Puente Llaguno (con armas cortas) y en edificios aledaños (franco tiradores con armas largas). El saldo de ese fatídico día fue de 19 muertos y cientos de heridos de gravedad entre los participantes de la marcha opositora, y de los seguidores del oficialismo.

El plan criminal estructurado por el régimen se inició desde tempranas horas del 11A cuando el tte coronel, ordenó la activación del Plan de Operaciones Militares Conjuntas (Plan Ávila), operativo militar de contingencia no disuasivo (como falazmente se ha afirmado), sino represivo. Recordemos, que fue la activación de ese mismo Plan durante el gobierno de CAP II el responsable de la muerte de cientos de venezolanos durante los sucesos del Caracazo (Febrero-27-1989). Ante la negativa del Alto Mando militar de ejecutar dicho operativo militar, el asustadizo del Museo Militar recurrió a los efectivos de la Casa Militar, de la Guardia Nacional, así como a sus grupos paramilitares (Fasci Italiani di Combattimento) para reprimir brutalmente a los manifestantes en la Avenida Baralt y sus alrededores.

En todos estos años el oficialismo ha tratado de evadir su responsabilidad en los sucesos del 11A, mediante una falaz campaña propagandística nacional e internacional, falsificando grotescamente los hechos acaecidos, o entorpeciendo la constitución de una Comisión de la Verdad, llamada a conocer la realidad de lo sucedido en forma desprejuiciada y señalar a los responsables intelectuales y materiales de tan trágicos sucesos. Lamentablemente este andamiaje fraudulento fabricado en torno al 11A ha contado con el apoyo de los medios de comunicación oficialistas, que reptan tras las botas ensangrentadas del tte coronel, repitiendo las “verdades del Tte. coronel» hasta el cansancio.

A siete años de esa masacre los venezolanos creemos imperativo conocer lo que sucedió ese 11 de abril del 2002, al que igual que lo ocurrido en las masacres del Amparo (1988), y del Caracazo (1989), al margen de las falacias publicitadas por el oficialismo. Para ello se impone la constitución de una comisión de la verdad para que ninguna de las muertes ocurridas el 11A, de una u otra ideología, queden impunes. Lamentablemente esta propuesta ha sido rechazada sistemáticamente por el oficialismo, como lo ha ratificado recientemente Carlos Escarrá, una especie de “Carl Schmitt caribeño”, quien afirmó su absoluta confianza en el Ministerio Público y el Poder Judicial para esclarecer dichos hechos. Vale recordar que Schmitt fue el responsable de muchas de las aberraciones antijurídicas que permitieron que los tribunales alemanes se convirtieran en el brazo ejecutor de la perversión nacionalsocialista. Entre los aportes doctrinarios del señor Schmitt a la jurisprudencia alemana se señalan: “el Führer, es quien crea el derecho y su proceder no está subordinado a la justicia; es él, en sí mismo, la justicia suprema”, así como “Del reino del líder se desprende el reino del Derecho”. Seguramente, el abogángster de Escarrá confía que el genuflexo Poder Judicial, inspirado en la doctrina Schmitt y bajo la rectoría de jueces como Marjorie Calderón puede llegar a la verdad de lo acaecido el 11A. Que cinismo tan repugnante.

La sociedad venezolana vive hoy el terror propio de los proyectos totalitarios de corte fascista. Es la represión que se realiza con la intención de enseñar la feroz maquinaria judicial-policíaco-militar del régimen, a fin de desalentar y aterrorizar a la disidencia política y a la población en general. Además, es parte de una manipulación psicológica para instaurar en la población un sentimiento de indefensión ante el poder del Estado. Se trata de establecer el control social mediante el miedo, para que la población acepte apoyar (activa o pasivamente) su proyecto cuartelario, que no es otro que la militarización de la nación, y la conversión de los ciudadanos en soldados no deliberantes pero si ciegamente obedientes.

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