Opinión Nacional

Honor a quien honor merece

La brincona y regalada espada de Bolívar, fabricada en Toledo, España, a un costo de 3.000 euros cada una, pero facturada aquí a 30.000 euros cada réplica, según reportaje de Mate González publicado en el diario Tal Cual el pasado viernes 9 de abril, se ha convertido en el más popular souvenir criollo, después de las alpargatas que dicen en bordado tricolor, Recuerdos de Margarita. Cualquier dictador, criminal de guerra o autócrata del Caribe la tiene. Ya se dice que la espadita es como el símbolo internacional de la satrapía y del militarismo abusador. Dictador que no la tenga puede considerarse un segundón, un torturador de poca monta.

La Orden del Libertador, en la clase que sea, va en la misma línea. Lo que era antes un homenaje supremo es ahora una forma de premiar jaladas de mecate, arrastres desmesurados o grandes negociados disfrazados de sacrificios por la revolución. Tráigase a una estrella de cine medio izquierdosa, de esa izquierda que vive en mansiones en California y no la matan por menos de 500 millones de dólares, la pasea, la exhibe, la pone a hablar y cierra con broche de oro colgándole la devaluada condecoración.

La espadita y la orden ya no dan para más. Hay que crear otras para engrandecer a los líderes del proceso. Y la estatua a Fidel Castro en pleno centro histórico de Caracas, en lugar privilegiado frente al Congreso, es apenas el comienzo.

Un dictador comunista de cinco décadas de esclavitud y represión, probado criminal caribeño y carcelero sin piedad, es nuestra guía espiritual, nuestra luz orientadora y nuestro marcador de horizontes. Y al margen de que se haya apoderado del país y de que sus servicios como padre putativo nos cuesten muchísima plata, así debe ser. No merece menos. Es el maestro. Fidel Castro es lo máximo. Es que hasta el Panteón Nacional lo merece.

Pero más abajo hay espacio para todos. Claro que el líder intergaláctico sigue en el orden jerárquico. Hacerle justicia es muy fácil. Ya tenemos un bojote de plazas Bolívar regadas por todos lados. Basta cambiarle el nombre y crear además otro apropiado souvenir tipo espada. Se crea pues, el Lanzacohetes de Maiquetía, para recordar el constante peligro de magnicidio en que viven los próceres de esta historia.

Caben también las órdenes Maletinazo Volador y Testigo Estrella, la condecoración La Cual Aceptó, las medallas al valor 4F y 11 de Abril en Carrerón. La placa Gasoducto del Sur y la Trocha de las Américas para reconocer la excelencia en construcción o el diploma Cuánto Hay Pa´’ Eso para quienes hayan logrado superar la pobreza sin abandonar los altos principios del socialismo del siglo XXI.

Honor a quien honor merece.

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