Opinión Nacional

Ideas polémicas sobre la victoria de la oposición

El 17 del corriente mes, en el acto efectuado para juramentar a quienes integran el Comando Nacional de Campaña de su candidatura, Hugo Chávez dio una explicación que tiene importantes implicaciones. Dijo entonces:
“Seguimos hablando de 10 millones de votos. Es una cifra redonda que yo lancé, pero va a ser bastante difícil que lleguemos a 10 millones. Algún día, más temprano que tarde, llegaremos… En apenas 5 años pasamos de 3,7 a 6 millones. La meta hay que ubicarla entre 6… y 10 millones. Allí hay un trecho largo de 4 millones que trabajar y, sacando la media, debemos sacar alrededor de 8 millones de votos”
Esa confesión revela que el peculiar personaje nunca había creído posible lograr la altísima cifra de sufragios que en otros discursos, dominado por su desequilibrado temperamento, había señalado como meta. Ya el día del acto referido, una reflexión serena –también las hace, amigo lector, aunque no con frecuencia- le llevó a comprender la inconveniencia de mantener un cálculo fantástico, que será absolutamente inalcanzable. De ello resultó el “alrededor de 8 millones”. Esa no es una cantidad sino una expresión cuantitativa, y el hecho de utilizar la media aritmética entre el número menor y el número mayor para nada sirve como estimación del resultado probable, porque no hay base empírica alguna para realizarla.

Así pues, ni en la disparatada cantidad mencionada antes del 17/8/06 ni en la que entonces pareció corregir, Chávez hizo cuentas serias. Era posible hacerlas porque para ello bastan las distintas encuestas que la cúpula oficialista recibe y procesa periódicamente. Pero a Chávez no le conviene dar a conocer datos exactos porque éstos no permiten producir la impresión de que tiene una enorme ventaja sobre el conjunto de los candidatos opositores y, desde luego, sobre el principal entre ellos. Los sondeos de opinión coinciden en registrar una probable abstención cercana al 45% del electorado potencial. En tal caso, dado un Registro Electoral que asciende aproximadamente a 15.800.000 sufragantes, el 3/12/06 votaría un máximo de 7.100.000 ciudadanos.

El que Chávez haya dicho, el 17/8/06, que obtendrá alrededor de 8 millones indica claramente que tal cantidad es, a todo evento, su objetivo. Para alcanzarlo él y su aparato político -gubernamental y estatal, en los distintos niveles- se valdrán de todas las ventajas imaginables, incluso las inconstitucionales y las ilegales. Ya están dando muestras abundantes y elocuentes de la conducta aprobada. Pero si, pese al amplísimo uso de ellas, no llegaren a conseguir la meta fijada recurrirán, (en última instancia, el propio 3/12/06, al fraude superior que pueden realizar, para lo cual le servirán apropiadamente el dominio sobre el CNE y el control sobre la estructura del Plan República.

Lamentablemente, según muestras los hechos, estas cosas no están claras en varios integrantes fundamentales del equipo que está dirigiendo la campaña de Manuel Rosales, comenzando por él mismo.

Rosales debería saber bien –porque tiene experiencia y buen instinto político- que no podrá ganar la Presidencia de la República. Y debería saber bien, así mismo, que su candidatura tiene la altísima finalidad de contribuir a la reanimación del movimiento social opositor; a la reconstrucción orgánica y al futuro crecimiento de una sociedad civil que se oponga al régimen actual; a la reconstrucción y el fortalecimiento de partidos democráticos, existentes o no en el ámbito político actual; a la formación progresiva de una alternativa democrática y reformadora –en lo posible- al régimen cuyos cabecillas pretenden prolongarse largamente.

El día mismo de su postulación, Rosales dijo: “Si yo gano, Chávez me va a entregar la banda presidencial, aunque no quiera”. Y el 24 de agosto, cuando recibió el apoyo de Roberto Smith, hasta ese momento candidato de Venezuela Primero, repitió, como había hecho en varias ocasiones anteriores: “No es que el presidente Chávez sea derrotable, es que está derrotado, y lo voy a sacar a punta de votos” Si él cree lo que ha afirmado comete un serio error de apreciación. Si no, comete otro, tanto o más importante: el de ocultar la verdad a quienes, en la base de la sociedad y en otros espacios de ella, están dándole su confianza.

En cambio, Teodor Petkoff, a quien Manuel Rosales designó Director de Estrategia de su campaña, ha presentado una visión mucho más compleja de la evolución de las cosas:
“En cuanto a lo que pueda ocurrir el 3 de diciembre podemos imaginar tres escenarios: 1) una victoria real de la oposición y el intento del oficialismo de desconocerla; 2) una derrota real de la oposición y, por lo tanto, la obligación de reconocerla ante el país y ante el oficialismo; y 3) una derrota de la oposición, producto de una acción fraudulenta del oficialismo. Cada uno de esos escenarios debe tener respuesta diferente, y es de suponer que en estos meses nos prepararemos para responder a cualquiera de los resultados posibles…”

Difiero de lo planteado por Teodoro Petkoff en el primer escenario. Mas el conjunto de lo que ha imaginado contiene ideas bastantes útiles para una conducción acertada de la lucha electoral democrática en este momento.

Esa lucha forma parte de otra cuyo alcance será necesariamente mayor; que debe tener, además de la electoral, otras modalidades democráticas; y que será inevitablemente prolongada, porque requiere un tiempo largo –de duración impredecible- para construir una fuerza, política y social, victoriosa.

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