Opinión Nacional

La cara sucia del gobierno

Ha encerrado por motivos baladíes a mucha gente. Cinco años a un ex ministro de Finanzas por contar en tv como funciona un lanzallamas, treinta años para unos policías que lo que hicieron fue proteger gente el día de la gran manifestación de a abril de 2002, otros tantos «sugeridos» para una jueza que solo convirtió en realidad un principio de derecho que no permitía dejar preso un banquero ex amigo del Presidente, dos años para un periodista acusado de destrozar una mesa y hacer escándalo público, pistola en mano. Al periodista carabobeño Pancho Pérez se le prohíbe trabajar porque denuncia nepotismo en grado de insoportabilidad de un alcalde que pidió para él una multa confiscatoria y la cárcel. No se puede hablar de la masa crítica de familiares que pululan por la alcaldía.

Creyó que por ser casos aparentemente pequeños no le interesarían a nadie, total, eran peleas cazadas con unos don nadie. Por ejemplo, como con el agricultor que pasó de cortarse un dedo a una huelga de hambre muy dolorosa y muy llamativa por la conculcación odiosa que se hizo de sus derechos humanos al ponerlo preso en un hospital militar y encima hacer ver que estaba loco, al mejor estilo de la URSS stalinista. Esa huelga, sumada a las largas condenas de los presos políticos y a los escándalos de corrupción ha cambiado su cara de buen salvaje, regalón y maleducado. Delante de extranjeros, políticos importantes de otros países está quedando mal y ahora comienzan a notar lo que llaman la “deriva autoritaria del régimen”, como si hubiese experimentado un vuelco extraño últimamemente, tan democrático que era él.

El instantáneamente, habida cuenta de los pelones mediáticos, le quita la inhabilitación política a Gustavo Azócar, el periodista tachirense a quien prohibió la Contraloría postularse para diputado, como si fuese funcionario público. Acto seguido, suelta a Leocenis Garcia, acusado y llevado a una prisión de máxima peligrosidad, por una acción que en otro tiempo podía solucionar un juez de paz.

Es que ha comenzado una nueva etapa, la cosmética.

Lavarse la cara le va a costar un poco, porque está muy sucia. El sufrimiento de los presos y sus familias, de los que se quejan de incumplimiento, de los que dejaron de comer mientras los negociantes se repartían el dinero del alquiler interminable de los contenedores llenos de comida podrida en Venezuela, le tienen el cutis percudido y la lealtad cuarteada.

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