Opinión Nacional

La corrupción, el Sur y el Norte

El año 2004 ha sido más corrupto que el anterior, según Transparency International, organización que, desde 1995, elabora un informe anual sobre la corrupción en el mundo. Con el baremo de cero a 10, Transparency International suspende en Latinoamérica a Paraguay, Bolivia, Ecuador, Haití, Colombia, México, Argentina, Brasil, Perú, Guatemala, Venezuela y Nicaragua en materia de limpieza económico-política y aprueba a Chile, Uruguay y Costa Rica.

A los informes de Transparency International hay que añadir estudios y reflexiones de profesores universitarios y expertos sobre la corrupción que indican que ésta dificulta y frena el desarrollo económico y ahuyentan inversiones, porque invertir en un país corrupto encarece la inversión hasta un 20%. Por supuesto que la corrupción contribuye a la pobreza, pues, según Johann Graf Lambsdorff, profesor de la universidad alemana de Passau, una diferencia de un punto de corrupción en una escala de 0 (mucha corrupción) a 10 (honestidad total) supone un descenso de medio punto por ciento en inversiones exteriores. Según Transparency Internacional los países pierden cada año 400 mil millones de dólares por los sobornos y pagos ilegales en licitaciones públicas.

Pero corrupción no es sólo exigir o aceptar sobornos, también lo es ofrecerlos o pagarlos, así como ser cómplice o colaborador necesario para que el dinero de la corrupción fluya con facilidad y se guarde con garantías.

Los expertos de países del Norte contra la corrupción suelen presentar esa lacra como un problema del Sur. Por supuesto que hay muchos países del Sur cuyos mandatarios o funcionarios son directamente responsables de la pobreza de sus pueblos por sus prácticas y conductas corruptas, pero la responsabilidad de la corrupción no se reduce a una simplista acusación contra los países empobrecidos o, como prefieren los maquilladores del lenguaje, en vías de desarrollo. Para que haya corrupción ha de haber un corrompido, pero también un corruptor. ¿Es inocente el corruptor? No, como tampoco lo es el sistema financiero y bancario, sin cuya inestimable colaboración la corrupción sería poco menos que imposible. Por otra parte, todos los chanchullos, comisiones ilegales, sobornos, beneficios bajo mano, pagos secretos a partidos políticos en el gobierno y un largo etcétera de maniobras ocultas en las obras públicas, negocio del petróleo, cesiones estatales, concesión de permisos públicos… no serían posibles, o cuanto menos no serían tan fáciles e impunes, de no existir los paraísos fiscales, cuya norma esencial es la opacidad más absoluta y cuyo eje es el secreto bancario a ultranza. Los paraísos fiscales aseguran la buena marcha económica del crimen organizado, del gran narcotráfico, del terrorismo y, por supuesto, de la corrupción generalizada, que sería menor sin paraísos fiscales.

De los 41 lugares identificados como paraísos fiscales por la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), 18 están asociados a la Unión Europea (UE) o forman parte de la misma. A pesar de que hay informaciones diarias sobre el papel imprescindible de los paraísos fiscales en el fraude fiscal, blanqueo de dinero sucio, financiación del terrorismo y corrupción a gran escala, la UE no se ha propuesto en ningún momento programa alguno para erradicar los paraísos fiscales o reducirlos a la mínima expresión. Un botón de muestra. Tras años de negociaciones para intercambiar información sobre capitales de otros países invertidos en la UE, la presión del todopoderoso mundo de las finanzas ha logrado que Austria, Bélgica y Luxemburgo no informen, en tanto que Andorra, Liechstentein, Mónaco y San Marino sencillamente no están dispuestos a intercambiar información financiera y fiscal.

Sugerente muestra de que el Norte en general, y la UE en particular, no son inocentes en la lacra de la corrupción, aunque ésa sea una parte que Transparency International no aborda nunca. En Italia encontramos un ejemplo reciente. Un senador de la coalición gobernante, y estrechísimo colaborador desde 1974 del primer ministro, Silvio Berlusconi, ha sido condenado a nueve años de cárcel por ser durante treinta años la conexión entre el mundo económico y político y el mundo criminal, la Mafia. El propio Primer Ministro italiano se ha salvado por la campana de la condena de un delito de soborno de 434.000 dólares, porque el delito había prescrito. Como ha denunciado Antonio di Pietro, uno de los fiscales de la operación contra la corrupción en los ochenta, Manos Limpias, “los poderosos pueden alargar sus procesos hasta que prescribe el delito”. Pero la sentencia reconoce que el soborno, el delito de corrupción, se produjo.

Por supuesto que el problema de la corrupción va mucho más allá de las listas de Transparency International. En realidad, forma parte del meollo de la visión neoliberal del capitalismo.

(*): Periodista
(**): Centro de Colaboraciones Solidarias

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