Opinión Nacional

La falla tectónica

En esta columna hemos abundado sobre nuestra visión acerca de la política comunicacional del Estado y cómo el secretismo y la falta de transparencia a la larga atentan no sólo contra el derecho a estar informado, sino sobre la gestión pública. En días recientes, el presidente Chávez giró instrucciones abiertas para que los medios oficiales hagan lo que han hecho muchos medios privados: reportar las denuncias de la población. Es un tema reiterativo. Lo novedoso es que el Mandatario haya cambiado de parecer sobre lo necesario que es la interpelación, especialmente si es pública.

En 2007, Douglas Bolívar, periodista y militante del Psuv, publicó un libro: La falla tectónica de la Revolución Bolivariana, en el que apunta a la tesis de que, si los medios del Estado actuaban como «antenas» receptoras de las necesidades de la población, eso podría redundar en una mejora de la gestión. Proponía que el Minci tuviera un rol muy distinto al que siempre ha desempeñado y abogaba por una revolución comunicacional en los medios públicos. Por supuesto que le hicieron la señal de costumbre. Su propuesta era demasiado radical.

Con motivo de la tragedia por las lluvias, el Mandatario ha tenido que salir a ver con sus propios ojos cómo está el país, su infraestructura y palpar de primera mano, no de los medios que él llama golpistas, una realidad enceguecedora, demoledora y por largo conmovedora. Ha reconocido entonces que él solo no puede y clama para que la población sea contralora y porque los MCS del Estado escuchen la voz del pueblo.

Lo que tal vez no recuerde el Mandatario es que él mismo ha cuestionado las críticas públicas y que algunos de quienes lo siguen se han dedicado a estigmatizar a todo aquel que expresa a viva voz sus observaciones, mientras prevaleció el chantaje de que criticar el proceso era hacerle el juego a la «contrarrevolución». Ese síndrome, por cierto, lo sufrió la Nicaragua sandinista.

Hemos mantenido que hay que hacer un mejor periodismo y hemos cuestionado nuestro ejercicio, mientras hemos visto cómo VTV y otros medios oficiales -siempre advierto, con sus debidas excepciones- se transformaron en una réplica de lo que fueron los medios privados en sus peores tiempos.

Lejos de propiciar el ejercicio de un periodismo
emancipador, a algunos les dio por practicar un «periodismo militante» que tiene más de lo segundo que de lo primero; así, muchos funcionarios incompetentes fueron legitimados porque, en los medios públicos, a los únicos que asistían nunca les hicieron las preguntas necesarias, y es ahora cuando hay una olla con agua hirviente de descontento, que mandan a abrir la válvula de presión.

Una revolución se hace con más libertad. Si se asume el hábito de hablar en voz baja y se olvida la confrontación como vía para el crecimiento, se deja de ser revolucionario.

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