Opinión Nacional

La peculiar historia del pueblo judio, interpretada a través de la dialectica hegeliana

Analizaremos las acciones y los deseos de los hombres como si se tratara de líneas, planos y volúmenes.

Spinoza, Ética

En los capítulos iniciales de nuestro libro “El enigma del pueblo judío” hemos presentado: en uno un modelo de pensamiento, que hemos denominado triangular, también denominado dialéctica hegeliana,(tesis-antítesis y síntesis) aplicable a los procesos históricos y en otro, una historia del pueblo judío ordenada en seis etapas. En este trabajo intentaremos integrar a ambos.

En la historia general de todos los pueblos, inspirados en Toynbee y Spengler podría decirse que la tesis es su aparición, la antítesis frecuente es su enfrentamiento con otros pueblos a través de la lucha por el poder u otras circunstancias y la síntesis final es su desaparición como entidades históricas.

Esto ha sucedido hasta ahora con todos los pueblos, con una sola excepción, el pueblo judío. Y se ha visto, cuando se considera su perduración, que todas aquellas civilizaciones junto a las cuales comenzó su historia no existen ya, y los que la comparten hoy, son prácticamente recién llegados a la historia.

Triangularemos por tanto, basados en el modelo conceptual propuesto, la historia del pueblo judío, buscando a través de este recurso, una mayor luz en su conocimiento.

Comenzaremos con el llamado por Dios al patriarca Abraham, luego su viaje a la Tierra Prometida, la historia de su hijo Isaac y de su nieto Jacob y los doce hijos de éste, entre los cuales se destaca José y la radicación del pueblo judío en Egipto. Todo esto constituye la tesis y está contenido en el libro I, el Génesis del Pentateuco, desde el capítulo XII hasta el final.

Se produce un corte en el tiempo y el relato es tomado cuatrocientos años después, en el libro del Éxodo, bajo el reinado de un faraón “que no conoció a José”, cuando Egipto ha dejado de ser un anfitrión benevolente para transformarse en un amo esclavizador y el pueblo de Israel ha dejado de ser un huésped bien acogido para encontrarse sumido en la esclavitud.

En el modelo del pensamiento triangular, la tesis es Abraham con su mensaje y la misión que le ha encomendado Dios, y la antítesis es la esclavitud en el imperio faraónico. El destino natural de los esclavos judíos hubiera sido el de su desaparición, síntesis final de la historia de casi todos los pueblos.

Pero interviene Dios que, como lo había hecho con Abraham, convoca ahora a Moisés. Este había recibido una educación principesca en la corte del faraón, a pesar de pertenecer por su sangre a los hijos de Israel y de entre ellos a la tribu de Leví.

En Exodo III, 7, dice así Dios a Moisés:

“He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído sus clamores a causa de sus capataces, pues conozco sus angustias. Y he bajado para librarle de las manos de los egipcios y subirle de esa tierra a una tierra fértil y espaciosa, una tierra que mana leche y miel, la tierra que habitan canaaneos, jeteos, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto la opresión que sobre ellos hacen pesar los egipcios. Vé pues. Yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto.”

Cumpliendo con eficacia esta misión, a través de las peripecias conocidas descritas en la Biblia, Moisés liberó al pueblo de la esclavitud en Egipto y lo condujo hasta la falda del monte Sinaí, mientras él ascendía solitario hasta su cumbre. Allí, a través de los diez mandamientos escritos en las tablas de la ley (y según cierta tradición farisea, con ciertas instrucciones orales recibidas directamente de Dios), reactualizó el pacto de Dios con Abraham.

Le dio normas religiosas para la relación con la divinidad y jurídicas para la relación de los hombres entre sí. Después lo condujo en una peregrinación de cuarenta años por el desierto hasta la visión de la Tierra Prometida.

Moisés pasó a ser la síntesis entre la tesis Abraham y la antítesis imperio faraónico y generó a su vez una nueva tesis, bajo la protección renovada de Dios, gozando de leyes religiosas y humanas, viajando hacia la Tierra Prometida, ejerciendo un liderazgo y un destino a cumplir. La horda de esclavos se convirtió al cabo de cuarenta años en un pueblo.

A la tesis Moisés se le confrontaron muchas antítesis. En el desierto la rebelión de Coraj y el hostigamiento de los amalecitas. A lo largo de los dieciséis siglos siguientes muchas otras, la lucha contra los canaaneos, los imperios babilónico, egipcio, alejandrino, ptolomeico y finalmente el imperio romano. Bajo este último Jerusalén se sublevó, fue sitiada y finalmente sojuzgada. Esta última antítesis debería haber provocado la síntesis histórica regular, la desaparición del pueblo judío. El número de muertos y esclavizados fue enorme, Jerusalén fue arrasada hasta sus cimientos y se prohibió a los judíos residir en la nuevamente denominada Aelia Capitolina.

Pero no se produjo la síntesis destrucción. Se originó en cambio la síntesis Iohanan Ben Zacai, que se transformó en la tesis judaismo galútico rabínico.

Hombre muy anciano ya, Iohanan solicitó del general romano Vespasiano una curiosa autorización: que se le permitiera fundar en la ciudad de Iavne una escuela para el estudio de la Torá. El judaísmo asumió entonces una forma distinta, espacialísima, única en la historia. Se convirtió en una nación errante, carente de los atributos del Estado. Totalmente sometida a las normas de una religión cuyo gran objetivo era el mundo por venir. Sus leyes en la tierra, serían las leyes de aquellos pueblos entre los cuales fuera huésped.

La antítesis de esta tesis fue trágica. Durante dieciocho siglos el pueblo judío padeció discriminaciones, castigos, persecuciones, exterminaciones, sangrientos “pogromos”, dependencia servil bajo el título equívoco de “judíos del rey” y restricciones de su vida dentro ghettos miserables. El pueblo judío pasó a ser para el cristianismo, un chivo emisario, de acuerdo al texto bíblico, de todos los males que aquejaran al pueblo en cuyo seno viviera.

. . . Pondrá sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío y confesará sobre él todas las culpas, todas las iniquidades de los hijos de Israel y todas las transgresiones con que han pecado y las echará sobre la cabeza del macho cabrío, y lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello. El macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada y aquel que lo lleve lo dejará en el desierto. Lev. XVI, 20-22.

Utilizando una expresión que se desarrollará más adelante, jugó el rol de “enemigo necesario” de las estructuras de poder. Sigmund Salomón Freud, en su obra “El malestar en la cultura”, desarrolló este concepto en los siguientes términos:

“Los hombres no encuentran fácil, evidentemente, abstenerse de satisfacer la tendencia a la agresividad que hay en ellos. Cuando se les impide satisfacer esta tendencia, se encuentran incómodos. No se puede subestimar la ventaja que hay en la existencia de pequeñas comunidades gracias a las cuales el instinto agresivo puede derivar en hostilidad hacia aquellos que están fuera del grupo”

Durante este período el pueblo judío sirvió como blanco de todo tipo de persecuciones en las emergencias de la sociedad gentil, como sucedió en la época de las cruzadas y cuando la epidemia de la peste negra asoló la Europa medieval.

Esto sería una parte de la explicación de los sufrimientos judíos de la diáspora, complementada con la responsabilidad del egocentrismo del pueblo judío de haber sido designado “el pueblo elegido”.

Pero tampoco ahora la síntesis fue su destrucción, consecuencia lógica, sino que se encarnó en el filósofo Moisés Mendelsohn ofreciendo una nueva fórmula de convivencia. Sus ideales fueron los de una ciudadanía nacional laica dentro del estado huésped cultivando en el seno del hogar y de la familia su culto particular. En teoría, propuso Mendelsohn, así como los países europeos podían aceptar en su seno distintas confesiones religiosas en plan de igualdad, también podría suceder lo mismo con la judía.

La tesis Mendelsohn generó su propia antítesis, bajo la forma de los antisemitismos nacionales, con motivaciones no ya religiosas sino económicas, sociales, racistas o emocionales. El episodio más saliente y culminante de este período fue, en Francia, el proceso Dreyfus.

La síntesis histórica tendría que haber sido la desaparición del pueblo, a través de la asimilación y la conversión, que por cierto sí asumieron graves proporciones. Fue la época en que Konstantin Podonotsev, ministro ruso reaccionario que fuera tutor del zar Alejandro III, propuso para su país una solución al problema judío, la cual consistía en dividir a los judíos en tres partes, de las cuales un tercio sería convertido al cristianismo, un tercio sería expulsado de los límites del imperio ruso y el tercio restante sería exterminado.

Pero apareció, inspirado por el proceso Dreyfuss otra síntesis en la persona del Dr. Teodoro Herzl y presentada en su libro “El Estado Judío” verdadera constitución inicial del moderno Estado de Israel contemporáneo. El modelo era ahora una patria judía con la estructura política, económica y militar de un estado independiente y soberano igual a todos los demás de su época. La religión en ese estado sería como la de todos los países democráticos modernos: se gozaría de libertad de culto y cada ciudadano podría profesar la religión que deseara. En principio este nuevo estado aparecía, de manera no muy precisa como binacional, integrado por árabes y judíos en pie de igualdad. La novedad de la doctrina de Herzl puede resumirse en una fórmula extraña para el pueblo judío desde el año 70 e.c.: la existencia de un Estado con un poder político, militar, y económico.

La tesis Herzliana, nacida en 1897, tuvo que enfrentarse a la antítesis “antisemitismos del siglo XX” representada por: elementos religiosos con la inevitable base católica, económicos basados en el materialismo dialéctico de Marx, políticos como el antisemitismo psicótico de Stalin y finalmente la peor, la más cruenta de todas, la ideología racista que generó el holocausto antijudio germano-nazi. Esta última intentó de manera explícita, “la solución final”, consistente en la exterminación del pueblo judío. A pesar de su enorme costo humano, que consistió en la muerte de una tercera parte del pueblo, no fue exitosa.

Y en lugar de ese final, la síntesis entre el idealismo Herzliano y el antisemitismo del siglo XX fue, a través de la figura profética de David Ben Gurión, la creación del Estado de Israel, en cuyo seno se pudieran acoger los judíos del mundo entero que así lo desearan y que fuera un faro de cultura nacional, irradiando el mensaje moral bíblico, en su forma laica, vigente para toda la humanidad. Así estaba cumpliendo el pueblo la promesa de Dios en el libro del Génesis.

En el Estado de Israel, la mesiánica redención de judíos, contenida en la ley del retorno, se cumplió desde el principio hasta el presente. Fueron recibidos los judíos de todo el mundo. Los perseguidos políticos, raciales y religiosos. Los que huían de la pobreza. Los religiosos que culminaban su destino religioso de residir y morir en la Tierra Santa, junto a los idealistas que vinieron a realizar sus sueños de compartir los valores humanos civilizados y superiores contenidos en la Torá y proclamados por los profetas.

Aunque todavía no se cumplió la profecía bíblica

“Entonces saldrá la ley de Sion y de Jerusalén, la palabra del Señor. Y Él juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos: y ellos romperán sus espadas , para hacer de ellos azadones, y sus lanzas trocarán en podaderas…” Isaías II, 3-4

Medio siglo después de la fundación del Estado de Israel, se conserva el equivalente de las espadas y las lanzas, pero ya se dispone de los equivalentes de los azadones y podaderas.

(%=Link(«http:/media/9571088.doc «,»Interpretación de la historia del pueblo judio, según el pensamiento triangular»)%)

Pero aún antes del establecimiento del Estado, la antítesis comenzó a desarrollarse. Al principio recogió antecedentes de todos los antisemitismos anteriores, cristianos y protestantes, marxistas y nacionalistas, a los cuales se sumaron a último momento los pueblos árabes a cuya religión el profeta Mahoma había ordenado gobernar al mundo, que acusaban al “imperialismo” sionista y, aunque pareciera paradojal, el agregado de los fanáticos religiosos judíos rechazando la existencia del Estado por no haber sido instituido por el Mesías, de acuerdo a las tradiciones de los profetas.

La Iglesia Católica no reconoció al Estado de Israel sino hasta 1999, lo que en sus propias palabras había constituido un “pecado por omisión”, mientras que el Papa recibía a notorios nazis como el presidente de Austria.

En las últimas décadas del siglo XX los dos partidos políticos mayoritarios israelíes, los de izquierda y los de derecha, liberales y conservadores, casi igualados en número de votantes, se enfrentaron a una lucha sin cuartel, situación que aprovecharon los partidos religiosos, a veces antisionistas, para transformarse en una minoría decisiva, teniendo en cuenta solamente sus propios intereses materiales, sus mecanismos de corrupción y su ideología religiosa.

El otro factor a señalar entre las antítesis que enfrenta el Estado de Israel es menos aparente, pero en opinión del autor de importancia universal y decisiva. Se vive en un mundo dominado cada vez más por el cientificismo, la tecnología y el materialismo. Describe demasiado a Israel aquella frase que reza:

“Hemos pasado de ser un país idealista a ser un país materialista”.

A nivel universal, la religión se practica en círculos aislados y bastante herméticos. El mundo vive un internacionalismo progresivo, donde la patria ha dejado de ser el lugar de pertenencia espiritual y emocional, para ser aquél lugar donde se vive, se trabaja y se gana dinero. Las pasiones idealistas originadas en los valores superiores se van sustituyendo por fórmulas prácticas para vivir con mayor confort, lujo y placeres físicos. Los pocos israelíes que abandonan Israel para buscar bienestar y confort en el mundo desarrollado son el ejemplo de esta mutación de valores. La pregunta es si podrán los valores espirituales encarnados en las figuras de Abraham, Moisés, Ben Zacai, Mendelson, Herzl y Ben Gurión sobrevivir a este cambio fundamental en la escala de valores de la humanidad. La respuesta parece resultar negativa. Si así fuera, el pueblo judío pasará a ser un pueblo “normal” o “histórico” y perderá los rasgos idealistas propios de su pasado milenario.

Margaret Mead, En “Cultura y compromiso”, describe nuestra sociedad con el nombre de prefigurativa, donde, a través de un vuelco histórico los adultos aprenden de los jóvenes. Estos manejan con soltura y facilidad las nuevas adquisiciones de la técnica y la informática, de la música y el arte abstracto, mientras que los adultos los contemplan extrañados, sin poder imitar sus habilidades. Este nuevo mundo progresivo y sofisticado, no puede ser un marco adecuado para el clima de pensamiento abstracto e idealista , de altos valores religiosos, que ha caracterizado durante toda su historia la esencia del pueblo judío.

Una reflexión diferente concierne a la energía motora que motivó este proceso nacional tan especial que es el del pueblo judío. Todos sus hombres clave estaban animados por valores e ideales superiores adecuados a sus circunstancias y sus épocas.

Los valores de Abraham fueron un territorio donde “manaba leche y miel”, donde pudiera originar el “pueblo elegido”apacentar sus ganados, de acuerdo con la distribución de territorios que hiciera con su sobrino Lot, una prole numerosa, gozar de honor entre sus semejantes y poder defenderse de sus enemigos.

Los de Moisés fueron la libertad, un estamento jurídico entre los hombre y lo que ya podría llamarse patria. Para ambos los valores Dios y religión fueron supremos, como orientación de su destino y explicación del mundo en que vivían. Tanto así que su forma religiosa no necesitó de un mundo del más allá. La única mención que existe referente a ese otro mundo es, según esta escrito que, cuando los patriarcas murieron “sus almas fueron a reunirse con sus antepasados”.

Para Ben Zacai fue ese mismo Dios, reinterpretado a través del “Talmud”, un estilo de vida pormenorizado hasta el mínimo detalle bajo la forma de una religión con caracteres casi obsesivos. Su fariseismo agregó, como es propio y característico de las religiones de los pueblos derrotados, como en los mitos órficos, una creencia en un más allá donde se realizarían todos los sueños imposibles de realizar en esta tierra.

Para Mendelsohn la participación como iguales en la vida política de los pueblos europeos, junto al mantenimiento privado de las creencias religiosas tradicionales.

Para Herzl esta energía motora fue la salvación y dignidad de un pueblo perseguido, discriminado y humillado gracias a una estructura política soberana como la de los demás países contemporáneos.

Para el Estado de Israel establecido el rescate de los judíos del mundo entero, la continuación del mensaje bíblico más en su aspecto moral que religioso y una organización política que contuviera los valores socialistas e igualitarios que fueron característicos de la época de la formación de sus próceres y del mundo de la post-guerra.

Y la fuerza fundamental, el “primum movens”, la energía suficiente que permitió la realización de todos estos valores en las diversas etapas, fue lo que denominamos ahora y desarrollaremos después con el nombre de pasión monista o monoteísta, como forma específica de religiosidad, integrando todos los aspectos de la existencia en una unidad integrada.

Ella es, al principio, la idea del Dios único, perfecto, todopoderoso, que aparece en su forma teológica revelacionista en Abraham y Moisés.

En su forma teológica y clerical (donde todo el pueblo es un sacerdote) en el judaísmo galútico-rabínico.

En su forma aún religiosa teológica en asociación y convivencia a los principios políticos de los estados laicos, en Moisés Mendelsohn.

Con la misma intensidad de pasión, pero ahora no ya teológica monoteísta sino nacionalista y política, en Theodor Herzl.

Y en su forma de realización política, práctica y realista, asociada al socialismo de su época, en David Ben Gurión.

En otro capítulo se estudiará este nuevo concepto de religiosidad, además de sus formas teológicas, en las políticas, económicas e idealistas.

El desarrollo en forma gráfica de lo que acabamos de exponer se muestra en el triángulo superior la forma abstracta del pensamiento universal basado en la dialéctica hegeliana.

La derivación de la izquierda mostrará la historia común de los pueblos que aparecen, padecen sus confrontaciones y desaparecen.

Del lado derecho la formulación, en base a esta triangulación, del pueblo judío, mostrada a través de sus figuras cumbres y significativas: Abraham, Moisés, Iohanán Ben Zacai, Mendelson, Herzl y Ben Gurión y que denominaremos idealismo y amor, enfrentadas a sus oposiciones.

Este eje podría haber sido ampliado con, por lo menos, dos ejemplos más, que hemos omitido porque lo harían más sólido aunque no lo enriquecerían. La antítesis de Moisés pudo haber sido también el imperio babilónico de Nabucodonosor, en el año -586, que también destruyó el templo y también expatrió para su propia capital a los judíos de Jerusalén.

Las tesis de los que reconstruyeron al pueblo fueron, con el apoyo del monarca persa Ciro, los líderes Ezra y Nehemías, que aportaron su carga ideológica concerniente a la pureza del pueblo.

La siguiente antítesis puede estar presentada por un factor emanado ahora de propio pueblo judío, los reyes de Israel y su tesis y su nueva síntesis, con su revitalización moral a cargo de los profetas. Pero no agregan nada conceptualmente nuevo a las seis figuras fundamentales que hemos elegido.

Esta barra de la derecha, seis figuras monoteístas- teológicas- éticas, o monista-política, o monista-idealista, Abraham-Moisés-Iohanán Ben Zacai- Mendelson-Herzl-Ben Gurión, y que pudiera ampliarse hasta ocho con la inclusión de Ezra -Nehemías y los profetas, será para nosotros el eje ideológico gracias al cual ofrezcamos nuestra explicación al enigma del pueblo judío.

Y este eje contendrá a su vez tres elementos. El primero, que le da su fuerza, el monismo-monoteísmo teológico-político-idealista. Será objeto de otras consideraciones y lo acompañaremos de dos conceptos a través de los cuales se desarrolla y que también contiene una forma peculiar de amor y la realización de este amor bajo conductas mesiánicas.

Y ahora, después de haber realizado estos esfuerzos, tanto del autor para crearlos y expresarlos como del lector para interpretarlos, tenemos que cuestionarlo todo. La gráfica presentada es una reconstrucción artificiosa del trayecto histórico de la humanidad, que sirve exclusivamente a ese pueblo históricamente atípico que es el judío. Obsérvese ahora, en contraste a la secuencia de las “tesis”, la secuencia de las antítesis. Recordemos la serie.

En la antiguedad, el Imperio Faraónico, el Imperio Romano y la Iglesia Católica. En la edad moderna, el Ejército Francés, promotor del proceso Dreyfus. Los pogromos rusos promovidos hipócritamente por el gobierno de los Zares para satisfacer sus necesidades políticas de un chivo emisario. El ejemplo más notable del antisemitismo del siglo XX, el nazismo, fue una empresa que se basó en el poder, primero ideológico, luego político y finalmente militar de la Alemania de Hitler.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo, ahora llamado antisionismo, agregó dos fuentes fundamentales: el odio de las clases dirigentes árabes, que con mucho sobrepasa la causa aparente constituida por la creación del Estado de Israel y que sólo puede explicarse a través del liderazgo de sus clases dominantes sobre un pueblo analfabeto. Y finalmente, el materialismo, que es, en su esencia, poder económico y podría ser la principal causa de la antítesis contemporánea que enfrenta la tesis Estado de Israel.

Desde los faraones de la época de Moisés hasta el materialismo económico que es, cada vez más, la principal fuerza que rige a la humanidad en la primera década del siglo XXI y que ha asumido el nombre de neo-liberalismo después del colapso de la ex Unión Soviética, todas las antítesis de las diversas tesis judías, tienen como denominador común el poder y el abuso de poder.

Recordemos la frase de Lord Acton:

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”

y aquella cita de Hobbes en su Leviatán:

“De este modo señalo, en primer lugar, como inclinación general de la humanidad entera, un perpetuo, incesante afán de poder que termina sólo con la muerte”.

Poder que afecta las fórmulas que fueron lúcidamente descritas por el pensamiento anarquista del siglo XIX, en sus cuatro versiones; política, eclesiástica, militar y económica. Poder cuyo abuso y exceso es el origen de los peores males de la humanidad, bajo forma de guerras, imperios, tiranías y masacres humanas.

Y volviendo a esa fuente inagotable de espiritualidad que es la Biblia citaremos aquél trozo inolvidable del libro de los jueces donde Samuel contesta al pueblo cuando le piden que le designe un rey:

8.- Hacen lo que han hecho siempre desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy. Como me abandonaron a mí por servir a dioses ajenos, así hacen ahora contigo.

9.- Ahora, pues, oye su petición. Pero primero hazles presente y anúnciales el poder del rey que reinará sobre ellos.

10.-Refirió, pues, Samuel al pueblo que le había pedido un rey todas las palabras del Señor.

11.-y dijo: esta será la potestad del rey que os ha de mandar. Tomará vuestros hijos y los destinará para guiar sus carros, para ser sus guardias a caballo y para que corran delante de sus carros.

13.-Hará asimismo que vuestras hijas sean sus perfumeras, sus cocineras y sus panaderas.

14.-Y lo que es más, os quitará también lo que es mejor de vuestros campos, viñas y olivares y los dará a sus criados.

15.-Además diezmará vuestras mieses, y los productos de las viñas para darlos a sus eunucos o ministros y a otros de sus criados.

16.-tomará también vuestros siervos y siervas, y vuestros robustos jóvenes y vuestros asnos, y los hará trabajar para él.

17.-Diezmará asimismo vuestros ganados y todos vendréis a ser esclavos y servidores suyos.

18.-Por lo que alzaréis el grito en aquél día a causa del rey que os elegisteis y entonces el Señor no querrá oír vuestros clamores porque vosotros mismos pedisteis tener un rey
19.-Pero el pueblo no quiso dar oídos a las razones de Samuel sino que dijeron todos, no, no, ha de haber un rey sobre nosotros.

20.-y nosotros debemos ser como todas las naciones, nuestro rey nos administrará la justicia, y saldrá a nuestro frente y combatirá por nosotros en todas las guerras.

Quizá Jaim Nachman Bialik, distinguido poeta judío, autor del famoso dicho:

“Sólo seremos un pueblo como todos los demás cuando tengamos nuestros propios ladrones y nuestras propias prostitutas”,

olvidó agregar “nuestros propios gobernantes” por lo que todos ellos tienen de común.

Citaremos otro trozo de historia, , en lugar de la moralizante historia bíblica. Y para mayor contraste la tomaremos, no de los gentiles, sino de uno de los breves períodos en que fuimos similares a los demás pueblos bajo la dinastía de los hasmoneos (años -143 a -63). La cita es de Max Dimont, de su libro “Esos indestructibles judíos”. Ed. Menorah, México, 1974.

“Los problemas entre ambos partidos (fariseos y saduceos) se iniciaron después que Simón Hasmoneo fuera asesinado por su yerno. El hijo de Simón, Juan Hircano, fue coronado rey y sumo sacerdote, fundiendo los dos puestos en uno y en su doble papel se las ingenió para ofender a su propio partido, el de los fariseos. Contrató mercenarios extranjeros, acuñó monedas con su propio nombre y saqueó la tumba del rey David, tomando de ella tres mil talentos de plata. Indignaron tanto estos hechos a los fariseos que le exigieron que renunciase a su puesto de sumo sacerdote. En un arranque de cólera, Hircano cambió de partido afiliándose a los saduceos, ofendiendo aún más a los fariseos mediante la introducción de severas medidas helenizadoras”.

Hircano amplió las fronteras de Palestina, anexándose los territorios paganos de los idumeos y los galileos por el año -135 y luego realizó algo que había de traer ilimitado pesar a su país. Convirtió al judaísmo por la espada a estos pueblos paganos. De idumea había de venir la maldición para los judíos bajo la figura de Herodes, llamado sin que se sepa por qué El Grande por la historia.

Ge a los galileos a quienes Jesús predicó por primera vez sus doctrinas esenias, unos 150 años después y fue entre ellos que hizo sus primeras conversiones.

El ascenso de Aristóbulo I, hijo de Hircano, al trono, se vio marcado por asesinato, fratricidio, matricidio y regicidio. Hircano, habiéndose percatado por su enorme experiencia, de los peligros implícitos en unir los puestos de Rey y Sumo Sacerdote en una sola persona, había hecho planes para que su esposa lo sucediese en el trono y Aristóbulo tomara su puesto de Sumo Sacerdote. No pensaba lo mismo Aristóbulo. Asesinó a su madre y a un hermano, encarceló a sus demás hermanos y se apoderó tanto del trono como de las vestimentas de Sumo Sacerdote. Era fieramente Saduceo y llevó sus ideas hasta extremos ofensivos. Afortunadamente su gobierno duró solo un año, siendo sucedido por su hermano, Alejandro Janneo”.

Como se ve, aunque por muy poco tiempo, también los judíos han tenido una vida política históricamente normal, al estilo de la de los Césares y los Zares.

Y este es el lenguaje de la historia. Reyes, Emperadores. Faraones y dinastías. Guerreros y generales. Zonas estratégicas, territorios y enclaves. Hasta ahora la historia aparece escrita como la del poder político y militar, que fueron sus primeras formas. Se encuentra incluido en ella, pero no en forma expresa, el poder económico. Cuando aparezcan las grandes manifestaciones expansivas y proselitistas del monoteísmo, el Cristianismo y el Islam, se hará evidente también el poder eclesiástico.

Existen, sin duda, otras historias: la del arte, la de la producción, la tecnología, la ciencia, la filosofía, pero todas ellas necesitan ser adjetivadas; la historia a secas, la esencia de la historia, es la lucha por el poder. Por eso se dice que los pueblos felices no tienen historia, a lo cual es una excepción, como se ha visto, este tan peculiar pueblo judío. Porque si ha tenido una historia, pero contrastante con la de los demás, y esa historia ha sido más la de la religión que la del poder.

Quizá todo el contenido de la Biblia, comprendiendo ambos Testamentos, bajo su forma ideológica, interpretada a través del concepto del poder, podría interpretarse de acuerdo a la siguiente fórmula

LA AUTENTICA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
ES LA LUCHA POR EL PODER

En la bíblica relación entre Dios y su creación, todo el poder reside absolutamente en el primero. Y éste lo ejerce para controlar la inevitable lucha por el poder contra El, lo cual es el mayor pecado, y entre los hombres, lo cual es pecado también. Lo hace a través de dos grandes recursos: castigando ambas formas de pecado y cultivando el amor, que es la antítesis del poder. El manejo y la distribución del poder en los tres grandes monoteísmos permite dividirlos en dos grupos: La religión judaica por un lado y el Cristianismo y el Islam por el otro.

En la religión judaica todo el poder se encuentra concentrado en Dios, y a nivel humano se cultiva el amor, que hace a todos los hombres iguales y sometidos por igual a su poder.

En las religiones Cristiana e Islámica todo el poder del universo se concentra en Dios, pero en este mundo no todos los hombres son iguales. Se ha designado a algunos de ellos como representantes de Dios para que puedan ejercer el poder en su nombre. Ellos se llamarán, en el Cristianismo, Vicario o Papa, pastores y en el Islam, Califa.

La filología puede enriquecer nuestro conocimiento de estos términos y los roles que describen.

Un diccionario católico describe el término “vicario” en los siguientes términos:

“este título del Soberano Pontífice, que sintetiza su suprema y universal primacía, tanto de honor como de jurisdicción sobre la Iglesia de Jesucristo, se funda en las palabras que dijo Cristo a San Pedro: “alimenta a mis corderos y alimenta a mis ovejas”, en virtud de las cuales constituyó al Príncipe de los apóstoles en pastor de todo su rebaño, encargándole que ocupase el lugar que El dejaba. A su vez la palabra vicario fue usada con la misma significación en el Imperio Romano, de donde pasó a su heredera la Iglesia Católica.”

El Vicario se titula precisamente la brillante pieza teatral de Rolf Hochhut, donde según su versión cuestiona y juzga la conducta esquiva y culpable del Papa Pío XII al negar cualquier clase de apoyo a los judíos frente a la violencia de los nazis.

En el Islam, Califa significa aproximadamente lo mismo. Probablemente provenga de un verbo árabe de raíz común con el verbo hebreo lehajlif cuyo significado es cambiar, sustituir. Se expresa así el mismo diccionario citado:

“es el Califa el lugarteniente del Profeta, encargado de mantener la religión y de servirse de ella para gobernar al mundo. Al Califa se le exigía pertenecer por nacimiento o clientela a la misma tribu a la cual pertenecía Mahoma.”
Diccionario Enciclopédico Espasa Calpe.

Volvamos ahora a nuestro tema. Hagamos un esfuerzo por integrar las dos series, la judía y la de sus antitesis. Por un lado, centradas en el amor a Dios y el amor humano, Abraham, Moisés, Iohanán ben Zacai, Mendelson, Herzl, y el Estado de Israel.

Y por el otro las antítesis Imperio Faraónico, Imperio Romano, Iglesia Católica, Ejército Francés, Alemania Nazi y materialismo contemporáneo, todas ellas centradas en el poder

La etapa galútica del pueblo judío es a-histórica porque entre los años 70 y 1948 no participó en la lucha por el poder, que es condición necesaria de la vida, de la dignidad de las naciones, y solo sobrevivió a través del sometimiento.

Y ahora, en un nuevo esfuerzo intelectual, se hace necesario invertir los términos del pensamiento triangular de la forma en que los hemos presentado. No se trata de una “tesis” judía ni de una antítesis de poder. Los términos reales son precisamente los opuestos.

La tesis “natural” de la humanidad es la historia del desarrollo del poder en todas sus formas y el abuso de poder, en el caso del pueblo judío desde el Imperio Faraónico al materialismo contemporáneo. La antítesis “artificial”, “humana” o “ética” es la reacción idealista y moral del pueblo judío desde el patriarca Abraham comenzando por el pacto con Dios hasta la creación del Estado de Israel en el día de hoy. Esta postura ideológica antitética justifica el nombre de a-histórico o anti-histórico. Pero estos dos últimos términos no son negativos sino moralmente positivos. Porque el a- y el anti- lo son contra la agresividad natural característica del ser humano (Lorenz) en su etapa civilizada. Lucha que el pueblo judío ejerció, desde su origen hasta el día de hoy, con pocas excepciones a expensas de su propia sangre.

“Puesto que el mal principal, en la esfera de las relaciones humanas, que siempre ha traído su séquito de caos y desastre para la vida humana es la ambición de dominio, ese es el mal contra el cual el judaísmo invoca principalmente su ley moral”. Mordechai Kaplan.

La gráfica real de la historia de la humanidad, es la que figura según el eje del poder
El libro más lúcido que en el conocimiento del autor se ha escrito sobre la “natural inmoralidad” de la humanidad es “El Príncipe” de Maquiavelo, donde enseña con la frialdad del tecnólogo, cual debe ser la conducta del gobernante para conservar y acrecentar su poder. De él es la frase, tantas veces repetida “el fin justifica los medios.”

Y su descendiente italiano que traduce su misma ideología en términos de resentimiento contra los judíos que admira y que lo perturban es el católico Giovanni Papini, cuando escribe en su obra Gog:

“Lo que fueron arneses de protección se convirtieron, con el tiempo, en instrumentos de venganza. Mucho más potente que el oro es, en mi opinión, la inteligencia. ¿De que manera, el hebreo, pisoteado y escupido, podía vengarse de sus enemigos? Rebajando, envileciendo, desenmascarando los ideales del “goi”. Destruyendo los valores sobre los cuales dice vivir la Cristiandad. Y de hecho, si se mira bien, la inteligencia hebrea, de un siglo a esta parte, no ha hecho otra cosa que socavar y ensuciar nuestras más caras creencias, las columnas que sostenían nuestro pensamiento. Desde el momento en que los hebreos han podido vivir libremente, todo nuestro andamiaje espiritual amenaza caerse.

El Romanticismo había creado el idealismo y rehabilitado el catolicismo. Viene un pequeño hebreo de Dusseldorf, Enrique Heine, y con un genio alegre y maligno, se burla de los románticos, de los idealistas y de los católicos.

Los hombres han creído siempre que política, moral, religión, arte, son manifestaciones superiores del espíritu y que no tienen nada que ver con la bolsa y el vientre. Llega un hebreo de Treveris, Carlos Marx, nacido Levi, y demuestra que todas aquellas idealísimas cosas vienen del barro y del estiércol de la baja economía.

Cada uno de nosotros esta persuadido de ser, en conjunto, un hombre normal y moral. Se presenta un hebreo de Freiberg, Freud, y descubre que en el más virtuoso y distinguido caballero se halla escondido un invertido, un incestuoso y un asesino en potencia.”

Y continúa así Papini con judios notables: Lombroso, Max Nordau, Weininger, Bergson, Reinach, Einstein, Meyerson, Lasalle, Disraeli y Trotzky.

Jacques Maritain, distinguido filósofo católico, expresa el temor que experimenta ante los judíos:
“Israel se halla en el mismo corazón de la estructura del mundo, estimulándolo, exasperándolo, poniéndolo en movimiento. Como un cuerpo extraño, como un fermento activador introducido en la masa no le da paz al mundo. . . le enseña a estar descontento e inquieto. En tanto que carece(¿) de Dios, estimula el movimiento de la historia.”

Quizá se aplique a los judíos aquél dicho de Sócrates:

“Dios me puso sobre vuestra ciudad como un tábano sobre un noble caballo para que lo inquiete y lo mantenga despierto”

El propio destino personal socrático final tuvo algo del milenario sacrificio judío.

Quizá todo esto pueda servir de introducción a lo que `podría presentarse con el nombre de antisemitismo inevitable, denominación que describe la reacción que, en las estructuras de poder, produce una doctrina de amor, de igualdad y justicia que las combate, las niega y las rechaza. Es el mismo mecanismo que debe haber determinado la condena de Jesús y la guerra a muerte que han declarado las clases dirigentes árabes contra el Estado de Israel.

Margaret Mead habla en “Sexo y Temperamento” de “este tipo de personas (en nuestro caso el pueblo judío) cuya capacidad de adecuación no se debe a su propia debilidad y defecto, ni a accidente o enfermedad sino a una discrepancia fundamental entre su disposición innata y las normas de su sociedad (para el caso del pueblo judío la humanidad adicta al poder en cuyo seno habita)”

Y para culminar nuestro tema, nos plantearemos un a pregunta que seguramente se encuentra latente en el pensamiento del lector , probablemente de toda la humanidad y del pueblo judío durante la mayor parte de su trayecto histórico.

¿ De donde proviene, cual es el origen de este empecinamiento en un destino atípico, en esa pasión religiosa y en esa persistencia inexorable en constituirse en un grupo, primero sobre una base religiosa y posteriormente en una base nacionalista o simplemente cultural ?

La explicación es muy sencilla porque es universal y se extiende a lo largo de toda la humanidad, en toda su historia. Dicho elementalmente, en una sola palabra, es la idea Dios , que es el gran personaje de toda la historia del pueblo judío y origen de los monoteísmos predominantes en las religiones contemporáneas.

Nos basamos en esta idea de Dios, comprendiendo las distintas figuras que aparecen de él, como una manifestación psíquica que aparece constantemente en el mundo interior del ser humano, una idea platónica, eterna, perfecta, invariable, en la cual se basó San Agustín o un arquetipo universal de acuerdo también con Platón o con J.C. Jung.

Se presentará el concepto de “idea de Dios” bajo la forma de un poema, inspirado en la Biblia.

JUDIOS

Sin olvidar jamás a Jerusalén
para que no se sequen nuestras diestras
y no se nos peguen las lenguas al paladar

Después de los siete días de la creación
comenzando con la elección de Abraham
hace cuatro mil años ya

Somos

Y seremos por siempre jamás
mis hermanos judíos y yo

un pueblo de sacerdotes y santos
los que originamos maidiciones

que iluminen con su luz
para los que nos maldicen

a todos los pueblos de la creación
y colmamos de bendiciones

a los que nos bendicen

Numerosos
como las estrellas del cielo
y como las arenas del mar

Viviendo en la Tierra Prometida
que mana leche y miel

creados
de tu barro y aliento
divinos
Sostenidos
por tu palabra
eterna y sagrada

porque elegimos que nos eligieras,
Señor

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