Opinión Nacional

La tortuosa ruta del socialismo venezolano

Quizás sólo sean algunos escuálidos quienes crean que la vía chavista al socialismo totalitario marcha segura y sin tropiezos hacia la meta que sólo la pandilla gobernante conoce. El grueso del pueblo venezolano, sin esperar a que los partidos se enteren de su disposición a no dejarse imponer a la fuerza la destrucción de sus libertades y la conculcación de sus derechos, no es que no crea en eso, es que sabe, con la certeza que le da su sexto sentido, que esto es una bufonada y que sin él, sin el pueblo, no hay socialismo que valga.

Por lo que pudimos leer este domingo en El Nacional, tampoco creen en el socialismo que, para su espanto se despliega ante sus incrédulos ojos, importantes ideólogos de la izquierda. Así, para el académico Biardeau, esto adolece de exactamente el mismo mal que inaugurara Robespierre antes de ser violentamente apartado de la dirección de la revolución francesa y enviado a la guillotina que él mismo utilizó hasta el exceso; y del que en el siglo XX aquejara -para su ruina- a la «revolución cultural» china: un izquierdismo desaforado en la cúpula mientras el pueblo es desatendido y luego abandonado a su suerte. La izquierda radical de espaldas al pueblo, ni más ni menos.

El cómo se llegó a eso será materia para el estudio intenso de la izquierda marxista que todavía fumea por algunos oscuros rincones del planeta. Es una lástima que el farragoso lenguaje del señor Biardeau torne difícil el que la gente le preste la atención que el tema merece. Pero qué le vamos a hacer, el marxismo asumido como «sagrada escritura» impide que quienes a él suscriben puedan hablar claro y hacerse entender. De todos modos, muchos dirán, si ya están de espaldas al pueblo, ¿qué de raro tiene que su lenguaje se torne incomprensible? Es lo esperable, ¿no?

Mientras el momento de las exequias del chavismo -que rápido llega- se hace una realidad y debe pronunciarse el obituario, es importante que vayamos tratando de esclarecer la tortuosa ruta que le ha tocado transitar y que, por lo que se avizora, no hará otra cosa que intensificarse.

El chavismo -que creyó excesivamente en su buena suerte– nació con mal pie: le tocó llegar por los votos a un escenario de rentismo petrolero. No sólo eso, sino que intentó llegar por las balas y no pudo; con eso le tocó mostrar que no tenía guáramos para hacer una revolución a lo macho, como las de México y Cuba en su momento.

Los votos, nutridos por real en exceso -otra mala pata de aquellos primeros tiempos- le quitaron toda epopeya al chavismo, al tiempo que sucumbía a dos peligros mortales: comprar la adhesión a punt’e billete y hace sentir a la apresurada dirigencia que, como abejas al panal rápido rodearon al líder, que no tenían necesidad alguna de conectarse con un pueblo que, de todas maneras sólo venía a buscar real; jamás a llevar a cabo una revolución heroica.

Los primeros tropiezos de ese proyecto fueron afianzando una contundente oposición en la calle, mientras cualquier acercamiento con políticos y empresarios era rechazado con insoportable arrogancia. Ello terminó arrojándole en brazos de ávidos empresarios recién vestidos, que rápido olieron el negocio. Sólo faltaba amarrarse al apoyo «leal» de militares sin ningún liderazgo en las Fuerzas Armadas. Una fotocopia de lo que hiciera Fujimori en el Perú. Con esa compañía binaria, el ponerse de espaldas al pueblo era casi que mandatorio. ¿O no, amigo Biardeau?

Quizás otro de los graves errores fue -aunque Ud. no lo crea, amigo lector- el desdén total por gestionar gobierno. Un socialismo soviético que creyera podía repetir el ritmo cubano cuando ya no existía la URSS, lleva a que uno se pregunte ¿y qué fue lo que vieron y entendieron? ¿Creyeron que realmente era posible instalar un socialismo revolucionario sin dedicarse a gobernar? ¿Supusieron que eso lo sustituiría los desplantes y las insólitas propuestas de Chávez (gallineros verticales, viviendas de boquilla, oleoductos a Buenos Aires y un largo etcétera)?

El bla, bla, bla de Chávez sólo ocultaba la ausencia total de cualquier proyecto socialista. Por eso las areperas y los anuncios publicitarios de cándidos trabajadores de empresas quebradas, ahora con chaqueta «socialista». Y mientras, el pueblo solo: sin empleo, sin seguridad, sin real y sin gobierno.

En medio de ese vacío, se tiró a la calle: no hay rincón tranquilo en parte alguna y el supuesto Gobierno no sabe ni cómo responder. El socialismo fundió sus motores antes de encenderlos. Y ya no tiene salvación.

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