Las recetas de la Semana Mayor
El pan corriente del feriado de Semana Santa, es el calorón y el sobresalto.
Es la negación de los servicios públicos en nombre de una crisis que no originamos . Y la amenaza constante de la prisión o la muerte, por medio de varios métodos. Uno es la inmunidad de grupos delincuenciales , muchas veces conformados por policías, que castigan a su arbitrio y por lo menos frenan al ciudadano en su casa.
La otra es el efecto demostración por medio del encarcelamiento y la presión sobre ciudadanos líderes de la comunidad, políticos, sociales o comunicacionales. La idea es: no protestes, porque si encarcelamos a Oswaldo Alvarez Paz, a Usón y agarramos a Zuloaga en el aeropuerto por protestar en la SIP, piensa en lo que te haremos a ti, si te resbalas.
El único problema que tiene esta premisa es que al que deja vivo lo convierte en un enemigo acérrimo.
Sin luz, sin agua, sin seguridad, amenazado de cárcel si te quejas y obligado a buscar servilletas, leche, azúcar y ahora papas, abasto por abasto y supermercado por supermercado, en una ciudad en donde el cordón vegetal se incendia por los cuatro costados , te revierte una peste de aire lleno de humo y pedacitos quemados, con miles de hogares ubicados en edificios de mas de quince pisos donde están limitando el uso de ascensores en las horas nocturnas, encerrado a la fuerza después de las siete de la noche, con funcionarios públicos obligados a hostigarte en vez de atenderte, la reacción corporal es de absoluto estrés.
Y la mental es la de acumular rabia. Rabia e impotencia. Algunas veces, solo impotencia o sólo rabia.
Nada bueno se acumula en estos días en Venezuela, donde el juego de la mitad del país es terminar de fregar a la otra mitad, para que no abra la boca ni se defienda.
Me llama la atención la falta de reacción, sí, pero también me preocupa. Hubiera sido mas sano que siguieran las marchas y las protestas multitudinarias, aunque no le hicieran caso.
Hoy, los golpes parecieran dar en el vacío. Hay una gran mudez general. La gente te habla al oído. Protesta y se queja, ante los amigos y en privado. Voltea a todos lados, como si estuviéramos viviendo en un régimen totalitario de viejo cuño. La rabia venezolana de una parte de la población, estoy hablando, porque la otra, la que apoya al Presidente, está muda también, pero de felicidad, se acumula día a día el entusiasmo, según se ve.
Y en esta olla de bruja, se suman la angustia, la calima, la inflación, los despidos que te dejan en el aire, las injusticias, las muertes inútiles. Las lágrimas de los que tienen un muerto, un secuestrado o un preso, porque esos no tienen esperanza.
Estoy esperando a ver cuantos mas ingredientes le echan a la receta de aquí a mitad de año, cuan variados y horribles pueden ser los aliños. Pura perversión.