Opinión Nacional

Los genes de Luz Caraballo Heidegger Bonafini Pilatos.

Es superficial e insuficiente caracterizar la personalidad de ciertos venezolanos, partiendo exclusivamente del mestizaje de los indígenas americanos, negros africanos y blancos españoles, por cuanto a esa amalgama, que tuvo lugar desde el siglo 16 al 19, se suman otros aportes étnicos, económicos y especialmente ideológicos, que explican las tendencias favorables al sometimiento social y la minusvalía individual que demuestran quienes hoy persisten en respaldar un proyecto indudablemente anacrónico, desvergonzadamente fracasado y cada vez más abiertamente totalitario de corte fascista.

El portentoso talento de nuestro Andrés Eloy Blanco nos dibujó genialmente el drama del humilde, cuya ignorancia y necesidad extremas le conminan a irse «detrás de un hombre a caballo», tal cual hicieron los hijos de la famosa Loca Luz Caraballo, eternizada en los sublimes versos del bardo más popular de Venezuela. Esa tendencia a la entrega incondicional en beneficio del caudillo, invirtiendo todas sus esperanzas en el hombre que representa la fuerza bruta, la imposición por la amenaza de las armas de lo que sólo es el capricho de un hombre adornado con pomposas frases y anhelos que el colectivo puede interpretar como suyos. El Tirano Aguirre, los Monagas, los Guzmán, Castro, Gómez, Pérez Jiménez y ahora Chávez, encarnan ese cíclico retorno al reino de las arbitrariedades organizadas sobre una trama militar, que jamás han beneficiado al grueso de la sociedad, aunque muchos hayan respaldado esos desatinos pomposos.

Martín Heidegger fue un filósofo alemán, extraordinariamente talentoso, capaz de indagar y descifrar en terrenos académicos donde pocos avanzan y apenas una élite tiene el privilegio de crear una obra propia y valiosa. Sin embargo, desde su condición de hombre de pensamiento, de intelectual, se doblegó ante un orate megalómano cuyos complejos personales le impulsaban a la destrucción de todo y todos los que no se amoldaran a su pensamiento y proyecto totalitario, absolutamente racista y excluyente, en base a una supuesta superioridad de la raza aria, llamada a dominar al mundo, sometiendo o exterminando a los considerados inferiores. La profundidad de su mente universitaria y estudiosa no lo hizo inmune a la demagogia y los delirios de grandeza del criminal que pretendió dominar al planeta y exterminar a quienes consideraba como inferiores a su grupo. En su discurso de aceptación del rectorado en 1933, cuando ya Hitler y sus huestes habían llevado a cabo muchas de las actividades criminales por las cuales era fácil deducir que sólo lo peor podía esperarse del anunciado Tercer Reich, el filósofo bajó al nivel de cualquier pusilánime ignaro, y se unió a la masa fanatizada que ciegamente seguía al Führer que irresponsablemente quiso controlar al mundo entero. Todo dictador encuentra intelectuales dispuestos a respaldarle, por migajas y desprecio.

Hebe Bonafini es una anciana argentina, dirigente del movimiento «Madres de la Plaza de Mayo», organización civil conformada por madres y abuelas de víctimas de la dictadura militar que azotó a la cuna del tango desde 1976 hasta 1983, a raíz de la crisis en el peronismo, debida al último capricho de ese enorme demagogo que fue Juan Perón, quien impuso en la presidencia de Argentina a su tercera esposa Maria Estela Martínez junto al brujo López Rega, lo cual sirvió en bandeja de plata la excusa para que los eternos salvadores de la patria, los militares, tomaran el poder y ejercieran su especialidad, la represión, a extremos brutales. Se calcula que produjeron treinta mil desaparecidos, y gradualmente sus madres y abuelas iniciaron su significativa protesta en Plaza de Mayo, cubriendo sus cabezas con pañuelos blancos, en procura de indicios sobre posibles descendientes que, en la inmensa crueldad de los militares, habían nacido durante el cautiverio-secuestro de sus progenitoras y fueron dados en adopción, cambiando identidades, a parejas de afectos al régimen. La razón esencial del movimiento ha venido siendo tergiversada y degradada por esta mujer, quien profesa admiración por cualquier fascista que cumpla el requisito de declararse antiimperialista, y su resentimiento de origen político la condujo al aberrante extremo de expresar júbilo por el asesinato de casi tres mil seres humanos en el atentado a las torres del World Trade Center de Nueva York en septiembre del 2001. Gesto de infecunda rabia, que ofende la condición humana y contraproducentemente escupe sobre la memoria de aquellas víctimas de la dictadura militar por las cuales surge el valiente y hermoso Movimiento de las Madres de Plaza de Mayo. Enfrentan los crímenes de los Videla, Massera, Galtieri, y aplauden los prolegómenos de un proyecto similar, totalitario e inescrupuloso, porque su discurso contiene los sonidos de la partitura que quieren escuchar. Igual actitud demuestran los resentidos que hoy avalan y aplauden los desmanes y contradicciones de la falsa revolución socialista del siglo 21, argumentando en favor de esa absurda posición, las cuestionables acciones gubernamentales ocurridas durante administraciones de AD y Copei, demostrando además que sólo los mueve la sed de venganza y el juego del «quítate tú para ponerme yo», al otro extremo del genuino Socialismo Democrático.

Poncio Pilatos era la máxima autoridad del imperio romano en tierras de Judea, cuando Jesús Cristo fue acusado de delitos rayanos en la insubordinación, y en lugar de ejercer las funciones para las cuales fue designado y proceder a establecer Justicia en base a las evidencias (que muy poco mostraban de peso en contra del nacido en Belén), optó por complacer a la muchedumbre (siempre sedientas de espectáculo, no inclinadas a pensar y actuar con equilibrio, ni en el medio oriente a comienzos de esta era, ni en el Teresa Carreño en esta terrible década estéril, de odios e improvisaciones), y se lavó las manos en señal de inicio formal del gran partido de los Ni Ni, ajenos a cuanto pase a su alrededor, en la estúpida convicción de que si no intervienen no los perjudicará.

Sé que en esa incalculable masa que aparentemente respalda al narciso que les impone su necesidad particular de mantenerse en el poder (en su antihistórico afán de copiar la tragedia cubana en Venezuela), hay una proporción importante de compatriotas víctimas del deleznable chantaje que contra ellos ejerce el patrono de sus empleos en la administración pública (Chávez tuvo el cinismo de amenazar con usar las listas de los beneficiarios de Misiones y otras prebendas asistencialistas, para cotejar con las listas de sufragantes por el SI), y que a la hora de votar, a solas con su conciencia, cobrarán las afrentas de los muy sectarios y falsos revolucionarios. Así como también encontramos personas que han militado en la izquierda desde mucho antes de que Chávez se convirtiera en súper-star y abusara de su carisma, que se sienten cada vez más incómodos frente a las arbitrariedades y poses de reyezuelo de quien se declara demócrata y en la práctica actúa como cualquiera de los jerarcas que seguían órdenes del Kremlin y cometieron los peores crímenes y desfalcos, a la usanza estalinista, como el padre del autonombrado insustituible, Fidel, «reelecto» durante casi medio siglo hasta que la salud le dio la espalda, que es lo que persigue esta patraña de enmienda, aunque la disfracen tras un galimatías, la confusa redacción de la pregunta que presenta como «ampliación de los derechos del pueblo» lo que sólo es abusiva imposición de un individuo plagado de defectos, que desperdició diez años de bonanza y con toda certeza sabe que no podrá hacer nada mejor en los cuatro años que le quedan, excepto tratar de seguir comprando votos a cambio de dinero y promesas.

Esperemos, por la Democracia, que sean minoría los que llevan la carga genética de Heidegger, Pilatos y Bonafini, y que aquellos que por su extracción humilde hayan sido utilizados por «el hombre a caballo» que volvió a aparecerse en 1998, hayan podido reflexionar durante estos pasados diez años, para saber que hubo un criminal despilfarro de tiempo y dinero -como nunca antes-, y que si no pudo solucionar en tiempos de vacas gordas los graves problemas en materia de Empleo, Inflación, Servicios hospitalarios y educacionales, Vivienda, Transporte, Alimentación, Recreación y Deporte, y especialmente Inseguridad y Corrupción, en tiempos de vacas flacas como los que ya comienzan, con el barril de petróleo a menos de la mitad de su precio en los años tope del chavismo, sólo le queda al «Imprescindible», dedicado a exaltarse a sí mismo, echar mano de la represión, con el gas del bueno y la fuerza bruta pareja que ordena a los cuerpos policiales en contra de los estudiantes que, una vez más, se oponen a su terquedad reeleccionista. Cada voto por el SI es un voto que beneficia exclusivamente a Chávez y quienes se lucran a su sombra. Cada voto por el NO es un voto que beneficia a la mayoría de los venezolanos, chavistas incluidos, que dejarán de temer a la espada de Damocles de la ambición de ese gobernante incapaz, y pasarán a ejercer la parte que le corresponde a cada quien en la dirección colectiva y democrática del país. NO es NO.-

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