Opinión Nacional

Los halagos a CAP

La muerte del ex presidente Carlos Andrés Pérez  presentado como mera víctima de sus enemigos en desmesurados volúmenes de afirmaciones laudatorias a su personalidad y a la calidad de su desempeño en ambas ocasiones en que ocupó Miraflores, nos exige algunos comentarios urgentes. Los panegíricos disparados por antiguos colaboradores y columnistas, partidarios, opositores de hoy, amigos y enemigos de ayer en términos generales responden al marco de la polarización auspiciada por el dictador-presidente, como de sus áulicos oportunistas y corruptos de su elite política y militar.
 
Terreno, por cierto, que ha sido el propicio para dividir y destruir al país y favorecerlo, casi siempre, en el fervor de un sector de nuestro pueblo desde el punto de vista de filiación político-electoral. No es nada conveniente olvidar que el desmontaje de la democracia venezolana promovida como sustancia vital en el discurso de Atila descansa en lo fundamental en los morbos, desaciertos y perversiones en conjunción a la suicida exacerbación negativa por parte de todo el estatus social, intelectual, económico, mediático de entonces, del desempeño de la democracia anterior a 1998 y muy particularmente a sus actores políticos. CAP no es el único, claro está, pero no se le puede sustraer de sus responsabilidades en ese desplome de la democracia pactada en 1958 y que nos había otorgado hasta entonces más de 30 años de paz social ampliando los derechos políticos y económicos de los venezolanos. En 1998 ya era muy tarde para reconducirla y sacarla de su extenuación, el mal estaba hecho en mayor medida por esa misma clase política que no fue capaz de leer los signos de su cansancio e impotencia para hacerse a un lado dejando sitio al surgimiento de líderes emergentes que figuras como Caldera y CAP pasmaron, aferrados por una megalomanía salvacionista y excluyente de creerse irremplazables que tal vez hubieran podido detener esta era de infamia y tragedia nacional. A pesar de las innegables cualidades políticas de CAP y la realización de obras y ejecutorias que fueron útiles al interés nacional amen de su promoción de la democracia continental, no obstante, en el ultimo de sus gobiernos (1989) lo alcanzo´ bajo engaño en sus ofertas y promesas proyectando que repetiría su gobierno de excesos, endeudamiento y despilfarro, percibido en el imaginario popular como un periodo de bienestar donde abundaba el dinero, el consumo y la gozadera colectiva («El FMI es genocida»: sugirió que no pagaría la deuda; y muchísimas otras, actuando en sentido contrario y a la vez acertado desde la perspectiva económica, pero montado en la mentira y la demagogia; el oscuro desenlace que abrió ya todos lo conocemos). Es de rigor que al ex presidente fallecido no lo conviertan, por quienes vienen alimentando con falsificaciones su papel y esa insistencia en exonerarlo del propio peso que jugó este con sus propias culpas en lo que le ocurrió a él y al sistema, en paradigma de la oposición a Chávez y su dictadura en fabricación. Esas tendencias en redimirlo y hacer uso político de su figura por la oposición y el entorno civil, mediático y político que la rodea, además de no ajustarse a la verdad histórica de lo que representó la actuación de CAP y la comprobada terquedad que exhibió en momentos cruciales para percibir la realidad y evitara así su defenestración, políticamente facilitan el trabajo del comandante y su tribu de felicitadores de cuadrar sus monsergas de que la oposición no es otra cosa que los sectores dominantes y opresores desplazados que desean  regresar al poder e instalar de nuevo el pasado, lo cual  resulta en una distorsión aún mucho más grande que los que hoy hacen de apologistas del ex presidente. La oposición tiene que conquistar el futuro y ofertarlo con un liderazgo húmedo, renovado y distinto, que lo hay, que no revele fascinación alguna por hiperliderazgos que son tan dañinos a nuestro porvenir. Ni Fidel, ni CAP, ni Chávez ni Carmona. Ni comunistas ni marcha atrás.
 

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