Opinión Nacional

Maduro cava su tumba (II fin)

 Las religiones motivo de su propia existencia. No exagero, si no muriésemos las religiones carecían de razón de ser, no tendría lugar su existencia. Tampoco la ciencia, a ciencia cierta. El arte existiría en dimensiones muy diversas, estaría allí como juego, como su única ficción disponible y como su única forma de reconocerse. La muerte, pues, es necesaria para la vida de todas la religiones conocidas y ciencias reconocidas. Las sectas también la hacen suya, unas, como castigo y venganza de sus ídolos, de sus fetiches, de sus dioses; otras, la marcan con mas intensidad para el dominio de sus “feligreses”, sus acólitos, sus fieles y así lograr mantenerlos felices bajo la mas masoquista de las sumisiones, la negación de la libertad, el adormecimiento de la conciencia, la destrucción de la consciencia crítica y, casi por necesidad, la multiplicación de la hipocresía. La muerte que iguala, la muerte que desgarra, la muerte que pesa y que provoca alabanzas, maldiciones, negaciones, la muerte que genera alegrías o penas según quien muera y en qué condiciones, vive en la cotidianidad. Cada época, según fueron las circunstancias y la cualidad humana de los sabios, científicos, artistas…contribuye a variaciones no esenciales sobre la muerte, mas las grandes interrogantes permanecen abiertas y así fue y será siempre. En el pensamiento cotidiano todo converge (arte, ciencia, mitos…) pero el pensamiento religioso sobre el morir y la esperanza de resucitar pesa mucho más porque si bien duele la muerte, no acaba la esperanza, la promesa del renacer.

La revolución cubana introdujo la muerte como antónimo de patria, pero además no como única opción sino como imposición que no dejaba espacio a la consciencia para la “escogencia”. Patria o muerte estableció como primer y único mandamiento la ideología del Che y Fidel y en ese exacto momento asesinaron la libertad. El chantaje, el terror, la delación, fueron sus armas para imponer la opción. Se asumía la patria como vida y la muerte como su negación, así se les hizo muy fácil la vil inferencia de asesinar a quienes no optaran por la patria. Y la patria era una abstracción que se hacia concreta según la valoración de la revolución. El paredón para el fusilamiento se estableció como el altar, ofrenda a la patria con los cuerpos de los apátridas, la ofrenda más cruel de las formas del terrorismo de estado que, para siempre, conformaría el modo de hacerse y ser la tal revolución cubana. El exilio, la huida fue opción para la salvación y el silencio necesidad de sobrevivencia en la Isla, necesidad que explica la sumisión, la mas letal forma de destrucción humana.

Aquí en estas tierras nuestras de toda América, (La América toda existe en nación, creo que así habla el himno nacional) la muerte alcanzó tratamientos muy especiales en Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Argentina, Venezuela…hubo poetas muy diversos con variaciones sobre el mismo tema. E. Poe, Julio Flores, Eduardo Blanco, entre muchos con intensidades distintas, “suya” hicieron la muerte. Pues bien, en mi auxilio he querido tomar de un poeta de quien conocimos algunos de sus versos que andaban sueltos en las voces de todos los pueblos y que solo ahora es posible asegurar que su creador fue Antonio Muñoz Feijó, de Popayán, ciudad que en aquel tiempo era tan iluminada como Bogotá. Y tal como se infiere del titulo, Maduro no llega a la tumba por suicidio, por asesinato, ni él se cree sus prédicas sobre su muerte (el magnicidio) sino por auto negación…por renuncia a ser él por sí mismo. Maduro pertenece a ese tipo de seres de cuya definición queda muy bien lograda en esta estrofa de Muñoz: “no son los muertos los que en dulce calma/ la paz disfrutan de la tumba fría/ muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.

Maduro es un banquete para la psiquiatría y el psicoanálisis, pero también para las ciencias como la psicosociología, para la sociología, para la historia. Maduro se concibió a sí mismo como hijo primogénito de Chávez, lo cual podría ser aceptado si el valor de padre se asume como referencia, como guía, ductor, ejemplo, pero Maduro está my lejos de eso, él se define como el médium del comandante y como poseso de Chávez, lo del pajarito chiquitico que le habló en la iglesia no puede verse como ridiculez, tal cual luce y no deja de ser, ni tampoco mera manipulación de un burlador para deliberadamente controlar a los adoradores de Chávez sino que es la expresión de un proceso sicológico y sociológico mucho mas complicado. Complicado en varias dimensiones, por la renuncia de Maduro a su mismidad, por su afán de no ser él, sino un médium, un banco (un cuerpo donde Chávez encarna su espíritu) para traducir del más allá la voluntad de Chávez, comandante Supremo y Eterno, atributos que la cultura judeocristiana hace inherentes, consubstanciales a dios, y mas complicado aun por la asunción que el pueblo llano chavista asume como verdad. Maduro es, pues, para decirlo como imagen actual, un “robot” a quien Chávez controla. Es el médium que dispone su cuerpo para que poseído por el espíritu de Chávez ejecute la voluntad de su poseedor. La exclamación Chávez no ha muerto, Chávez vive, no es mera manipulación, que mucho tiene, sino que está en el inconsciente colectivo, tan popularizada entre nosotros por la “brujería”, la santería cubana, el culto a María Lionza y otras formas de “religiosidad” popular.

La invocación a Chávez por los jerarcas y secuaces del régimen si bien tuvo y mantiene una carga de manipulación inmediata, que arranca por el propio Chávez al concebirse a sí mismo como ser único, atemporal, mesiánico, empero responde al proyecto para la deificación de Chávez, como se comprueba en la definición: Chávez Comandante Supremo, Eterno, reitero, atributos propios de la cultura judeocristiana exclusivos de dios, y ahora el libertador de los pobres, aquí Bolívar y Cristo son con él las Tres Divinas personas de ese rito. Chávez tiene así la esencia, las cualidades de Cristo y de Bolívar, también sus misiones e idéntico a ellos, los trasciende a ambos, porque en él se completa la Trinidad, siendo él supremo, como Cristo, eterno y redentor y como Bolívar, libertador. Este proceso es posible gracias (o por desgracias) a los niveles culturales del conjunto social y a los problemas inherentes a las propias religiones y prácticas religiosas, a las debilidades de las universidades, en tanto que buscadoras y difusoras de la verdad científica, estética, de la orientación al país y a las prácticas de las sextas. La Iglesia católica no ha podido decidir qué hacer con curas como el Padre Vidal, obispos como Moronta, etc. pero tampoco con sacerdotes como el Padre Palmar y el arzobispo Porras. Las “iglesias cristiano evangélicas” en general y no precisamente por razones teológicas, dieron decisivo apoyo a Chávez y no se si en este momento están plegadas a Maduro.

Este asumirse así, este sentirse así, este hacerse así de Maduro, inevitablemente le conduce a desconocer la realidad. Y si, como en estos días, la crisis política, la crisis económica, la crisis social, financiera, moral, lo golpean, entonces recurre a refugiarse en Chávez, se hace mimético, se convierte en una copia, solo que por sus propias debilidades de actor es un tanto mas grotesca que los modos teatrales del Supremo y eterno líder, sin duda muy hábil al entrar en la escena. Cantaba, gritaba, lloraba, bailaba, vociferaba, oraba, mentía a plenitud de su consciencia… Maduro lo intenta sin recato alguno, sin asomo de “originalidad”. Desde luego que la conducta de Maduro no es solo explicable por su incondicionalidad mimética, ritual, a Chávez. Seria my incompleta. Él se reafirma a sí mismo en cuanto su historia, además de primogénito de Chávez, en su condición de presidente obrero y chofer. En ello no se haya la virtud propia de la dignidad del trabajo, de la superación hacia el universo del conocimiento, sino como expresión de su mundo de complejos. El se mira allí, no sale de allí. Carga con ese peso. No ve a Walesa, a Lula, sólo a manera de ejemplos, sino que sigue allí donde está, insatisfecho, inconforme, preso, pero sin voluntad para salir de allí, para zafarse de esa férula psíquica. Maduro vive, pues, preso en esa cárcel de, por ahora, dos dimensiones. En su intención tímida de ser él, reconocerse, de encontrarse consigo, constantemente se proclama comandante de las fuerzas armadas y jefe del estado y del gobierno, no pocas veces, da clases de historia y teología, cita a Cristo y al Papa Francisco, buscando un lugarcito para su reconocimiento. En voz alta, dando gritos a veces, busca su afirmación. Se habla a sí mismo, quiere ser su Yo soy….el presidente… el feje de estado y de gobierno y por eso soy superior al resto, los mando, tienen que obedecerme y se ve uno entre iguales con Obama y así se regodea recordando su amistad con J. Kerry… los tutea. Cierto que en ello tampoco es original, pero allí se busca, no tiene a Maisanta…

El contexto en el que se mueve Maduro le completa el cerco. Sus ministros, algunos están por encima del estado, del jefe del gobierno, además, “genios” tal es el caso del vicepresidente de la economía, dueño de PDVSA, Ramírez, sabedor de todos los secretos de cómo se baten los cobres, por ello inamovible de sus cargos, funciones, controles, poder. Giordani, el teórico para quien la única alternativa de éxito del socialismo es la destrucción del hombre burgués, y que ahora el diletante filósofo ministro de educación repite la lección del maestro, los que estudian y quieren convertirse en clase media son un riesgo, se transforman en escuálidos, exclama. El señor Diosdado, zar de la AN, con casi total dominio del partido, capitán a juro, feliz de que los mariscales, almirantes, generales lo obedezcan y las FANB sean como uno mas de los colectivos armados, solo que en tanques, aviones,…si bien estos jefes no sufren de los padecimientos de Maduro, padecen de una enfermedad, política y socialmente muy grave, la ambición sin limites, la lujuria desmedida por el poder y sobre todo, por su miedo, su terror a perderlo. De allí el inmenso riesgo que con ellos se corre. Ese miedo puede llevarlos, como en efecto ya se ve, a rebasar los límites de este “socialismo moribundo”. De esta democracia de escombros.

¿Tiene salidas Maduro, más allá de su tumba? Me atrevo a predecir, ojalá me equivoque, que Maduro no puede regresarse de su tumba y que cada vez pone mas tierra sobre ella, porque a fin de cuentas, nada sabría qué hacer con la resurrección. Maduro no tiene encrucijada para escoger, pues de hacerlo tendría que cometer un parricidio y el suicidio simultáneamente. Matar a Chávez y suicidarse. Con la muerte de Chávez alcanzaría la posibilidad de ser y el suicidio le daría la posibilidad de existir y superar su historia de tanta frustración acumulada. Estas dos muertes, digo mejor asesinatos, que para ser útiles deben ser simultáneos no son solo buenas para Maduro, sino que son óptimas para Venezuela, pero de no poder hacerlo su tragedia y la nuestra se agravarán.

Si como presumo Maduro no puede librarse de tan pesada carga, de existir sin ser, de vivir la soledad infernal del poder sin gloria, de existir sin poder confiar en nadie, ni siquiera contar con el refugio sentimental que edulcora el alma y acaricia en el furtivo encuentro, obligados estamos a ayudarlo. Ya el camino ha sido emprendido por los estudiantes, y con ellos crece la participación de la sociedad. Como mantener esta lucha y lograr convertir esta tragedia en un canto a la vida, por la vida en un canto, reclama de la consciencia critica en acción, en que cada acto político sea la puesta en acción de la reflexión, el conocimiento y la ética. La palabra en acción y la acción reconstruida en palabras. Así como Maduro ha cavado su propia tumba, el silencio es nuestra sepultura.

 

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