Opinión Nacional

Miedo a los medios

“Los medios son uno de los mayores problemas del mundo”, dijo Chávez en Uruguay. La afirmación no es nueva. Desde el comienzo de su mandato los periódicos, emisoras y televisoras (y por supuesto, editores y periodistas) se convirtieron en objetivo central de sus ataques. El resultado ya se conoce: atropellos y agresiones a estaciones, periódicos, camarógrafos, reporteros, fotógrafos, columnistas; juicios amañados, aprobación de la ley mordaza y la creación de delitos de opinión o desacato (cuando en todos los países éstos son anulados como una nefasta herencia de las dictaduras).

En el subconsciente del mandatario, los medios se confunden con la libertad y con el derecho a la disidencia. Para quien concibe la política y el ejercicio del poder de manera personalista, autoritaria y militarista, es obvio que el debate, la crítica y el desempeño de un periodismo libre resultan no sólo molestos, sino que constituyen un enorme obstáculo para la cristalización de cualquier proyecto totalitario.

Contrariamente, si algún logro han alcanzado las sociedades modernas es la incorporación de la libertad de expresión como un sagrado derecho humano, entendido no como privilegio de editores y comunicadores, sino como una conquista de la ciudadanía para recibir una información diversa, plural y contradictoria que permita la creación de la opinión pública al margen de las conveniencia e intereses de los gobernantes. Desde siempre, la prensa irrita a los regímenes antidemocráticos. Una prensa libre se convierte en escollo para las tropelías, los abusos y los crímenes de las tiranías. Más de un déspota ha tenido que abandonar el mando por obra de grandes sacudimientos de masas estimuladas por la lucha de los medios. Otros han terminado sentados en el banquillo de la justicia internacional cuando años antes de manera desafiante se consideraban inmunes a sanciones y castigos.

El mundo de hoy tiene, ciertamente, terribles enemigos: el terrorismo que se pasea por el planeta; la corrupción que pervierte las responsabilidades en el manejo de los Estados; el descubrimiento de nuevas y mortales enfermedades; el cambio climático y sus impredecibles consecuencias; el riesgo siempre latente de la guerra y los gobiernos enloquecidos por ideologías anacrónicas que condenan a sus naciones a penurias y finalmente a la destrucción.

El caso de Chávez revela, además, un contrasentido. Si los medios son lo que él dice, ¿por qué entonces el oficialismo construye una inmensa infraestructura mediática que ya ha establecido un claro desequilibrio informativo a su favor? ¿Los medios oficialistas y sumisos al proceso bolivariano no son entonces problema para el mundo? Claro que lo son y de qué manera para los venezolanos y la conciencia de los hombres libres.

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