Opinión Nacional

Militarismo vs. militarismo

Algunos analistas políticos han coincidido en estos días, a propósito de la megaelección del próximo 28 de mayo, en la hipótesis de que, en referencia a la Presidencia de la República, el electorado venezolano tendrá que decidir entre una opción civil y otra militar. Seguramente eso es así. Pero lo que no es cierto es que de los tres candidatos, uno de innegable extracción civil y, los otros dos, de indiscutida formación castrense, uno de ellos, el ex gobernador del Zulia, sea quien abandere la corriente civilista, en tanto que el otro, actual jefe del Estado, lanzado a la relegitimación, sea el solo y único representante del militarismo en función de gobierno. Nada más alejado de la realidad.

De acuerdo con la mayoría de los sondeos de opinión pública, la puja electoral está limitada, hoy por hoy, a los dos candidatos militares, puesto que el aspirante civil, el ex constituyente Claudio Fermín, aparece en un tercer puesto bien alejado de los otros dos sin mayores posibilidades de modificar, en el cercano plazo, la situación que lo afecta, según opinan gran parte de los expertos en la materia. Así pues, las posibilidades de que el próximo titular del Ejecutivo Nacional sea un civil, lucen bastante remotas aunque evidentemente para el proceso de reconstrucción institucional y de recuperación democrática sería deseable que, en las mesas de votación, fueran derrotados los dos candidatos que representan al militarismo. Pero ello parece que no va a ocurrir.

Entonces lo que queda es aceptar que el país atraviesa por una etapa sombría de su evolución sociopolítica, ojalá que transitoria, marcada por el auge del poder militar y el ocaso del poder civil, por lo que el próximo Presidente de la República no será nadie distinto de uno de los dos egresados de la Academia Militar de Venezuela -hoy comandantes en retiro- que se disputan la primera magistratura. Si esto es así, resulta procedente apuntar algunas coincidencias y diferencias entre uno y otro aspirantes militaristas, que las hay, con el propósito de contribuir a desvirtuar la equivocada posición de que el electorado en la disputa por la jefatura del Estado tiene ante si un menú abierto de opciones. No hay tal. Si los electores, como lo indican los resultados de las encuestas más recientes, no favorecen al candidato civil, no hay que llamarse a engaño: será entre uno y otro militar que se sorteará la Presidencia de la República; golpistas tanto el uno como el otro; firmes partidarios ambos de vigorizar la presencia del poder militar sobre el poder civil en el manejo del gobierno; quizás el ex gobernador con un discurso menos agresivo del que cotidianamente emplea su rival, pero también autoritario y personalista, aunque aquél, a diferencia de éste, no promueve la politización de la Fuerza Armada Nacional ni la creación del partido militar, si bien no descarta la militarización de la administración pública.

Conclusión: quienes no se inclinen por una de las dos alternativas supuestamente victoriosas cualquiera de las dos, igualmente militaristas ambas, aunque de gradación distinta, tienen a su alcance el recurso de manifestar su voluntad política en respaldo a una inevitable y auténtica recuperación democrática, a través de la única opción que quebranta, de algún modo, la dupla autoritaria, personalista y populista. Lo otro: abstención o voto nulo, en nada favorece la posición civilista; antes por el contrario, fortalece al militarismo, en particular a la fracción oficialista.

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