Opinión Nacional

Mujer y balón

Se llama Modjdeh y nació en la ciudad de Rasht, al noreste de Irán. Es una de las mujeres que la BBC ha contactado, a través del famoso blog iraní de Hosein Derajshan –una revolución libertaria en el corazón del integrismo–, para saber cómo se vivirá el Mundial en distintas partes del mundo. Su respuesta es vibrante: «El fútbol es una ventana al mundo libre, donde la gente vive con libertad». Su compatriota Arefe ha llegado a manifestarse contra la prohibición de entrada que rige para las mujeres. «El principal estadio de Teherán se llama Libertad, y un cartel anuncia ‘Libertad, estadio para 100.000 personas’, así que nosotras llevamos una pancarta que decía ‘Libertad, estadio para 100.000 hombres'». A su lado, Rozita expresa un hondo deseo: «Poder ir al estadio sin estrés, y dejar de lado las limitaciones. Nosotras también somos seres libres, como los hombres».

Y parecía posible, pero el compromiso de Ahmadineyad de permitirles la entrada restringida ha topado con la delirante intransigencia del ayatolá Alí Jamenei, y nuevamente el fútbol ha sido vedado a las mujeres. Decía una de ellas: «Me encanta el fútbol, lo sigo por la televisión, por la radio, por internet. Su magia está llena de emoción». Resulta evidente que la realidad de las mujeres occidentales que seguimos el fútbol con pasión nada tiene que ver con el grito quebrado de estas mujeres que luchan por su dignidad en una dictadura opresiva y sexista. Pero leyendo sus comentarios –«el fútbol es como una danza», «se parece a un juego de ajedrez, elegante, estratégico, inteligente», «me despierta una honda alegría»– da la impresión de que hablamos el mismo lenguaje, un lenguaje femenino del fútbol.

¿Existe una mirada violeta del deporte rey, tan inequívocamente masculino? Diría más, ¿existe una gramática femenina que supere, por elevación, la pesada carga machista que el fútbol acarrea? Algunas noticias que nos llegan de Alemania, como la creación impúdica, para el Mundial, de un hipermercado del sexo de más de 3.000 metros cuadrados, que movilizará a unas 50.000 mujeres llegadas de todas las entrañas miserables del mundo, no viajan en la dirección de las buenas noticias. Ni que decir tiene que la tríada alcohol, fútbol y mujeres conforma el paraíso jurásico de todo machito pata negra que se precie. Y tenemos toda la literatura del universo futbolero para acabar de regodearnos. Sin embargo, sostengo que el fútbol es un deporte enormemente femenino, si atendemos a la división clásica entre lo emocional y lo puramente corporal. Y si las mujeres estábamos excluidas no era por la naturaleza intrínseca del juego, sino por el ostracismo social en el que estábamos cuando nació. Dicho en plata: este deporte surgió para encantar a las mujeres, sin embargo, se rodeó de tanta parafernalia machista, que las mujeres lo sintieron como algo ajeno, y pasó a conformar un elemento discordante del sofá de casa.

ES CIERTO. La competitividad extrema, el duelo de cuerpos, la gramática que verbaliza los partidos, la estética que lleva décadas cultivándose, todo lo convierte en un deporte de hombres, con algunas mujeres acompañándolo con fortuna diversa. Pero, en la línea de lo que subrayan las mujeres iranís, el fútbol no brilla por su fuerza bruta, sino por su belleza estratégica, y todos los jugadores importantes, desde Pelé hasta Ronaldinho, lo han sido porque se han convertido en auténticos virtuosos del balón. Más artistas, que guerreros.

A esta altura del artículo ya habrá algunos amigos que protestarán por la tesis. ¿No vibran los hombres, al igual que las mujeres, con las jugadas bellas, no se mueren por una buena estrategia? Sin duda, y los hay que han desarrollado esa sensibilidad profunda que el machismo se encargó de camuflar. Pero no seamos hipócritas. El griterío del fútbol acompaña lo más primitivo del juego y moviliza, con notoria eficacia, los instintos fálicos del personal. Algunas crónicas rosa de las novias de los deportistas son de manual. Y ¿qué decir de las declaraciones de muchos entrenadores, de los titulares más vistosos, del común de la prensa deportiva? Nada extraño bajo un sol que nació en una época de hombres, se forjó entre hombres y creó una complicidad masculina que aún hoy marca los tiempos de bares, tertulias con bocadillo y debates con micrófono.

ESTE, PUES, es un artículo para reivindicar la feminidad del fútbol. No se trata del manido «cada vez van más mujeres», sino de recuperar la naturaleza profunda de un juego que requiere más inteligencia que fuerza, mucha más poesía que épica, más música que ruido. Es un deporte artístico, brutal en la lucha cuerpo a cuerpo, pero brillante en la estrategia de grupo. De ahí que muchas mujeres que nunca veríamos un combate de boxeo –personalmente me repugna– u otros deportes de naturaleza primaria, empecemos a reivindicar la mirada violeta del fútbol. Su belleza y su notable armonía.

«El fútbol es como la vida, tiene momentos de tristeza y momentos de profunda alegría», asegura Arefe. Y levanta su bandera de mujer. En su caso, además, luchar por el fútbol es luchar por la libertad, y una no puede evitar recordar esos partidos de antaño donde vencíamos a dragones, recuperábamos lenguas perseguidas y hasta nos sentíamos fuertes. ¡Qué lenguaje común, qué común emoción! Fútbol y mujer, magnífico dueto que durante décadas fue despreciado. Y, sin embargo, me atrevo a decir que sin la mirada femenina, el deporte rey no está completo. En cualquier caso, su adscripción al machismo más irredente es una traición a un juego cuya naturaleza profunda es sutil. ¿Deporte también para las mujeres? Permítanme: deporte, también para los hombres.

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