Opinión Nacional

Ni revolución ni socialismo

El tintero se agotó de tanto seguir el discurso del régimen y sus voceros, sobre su condición de revolucionarios y ahora más reciente de socialistas. La insistencia del discurso de la intelectualidad opositora en predeterminar conceptos y realidades, raya en la terquedad y regala al chavismo cualidades que no tiene.

Cuando los voceros del oficialismo a diario propagan su cartilla y su receta bien administrada de revolución, antiimperialismo y autoproclamaciones de socialismo, entre la vocinglería de su prolijo menú, lanzan al mundo entero trapos rojos, para esconder su verdadera condición y presentarse en el tinglado internacional como redentores. Lo pernicioso del asunto es que cada señuelo es digerido como tal por la clase política opositora.

Endilgarle el concepto de Revolución para asimilarlo a procesos políticos que han sacudido al mundo desde el siglo XVIII, es magnificar a un régimen que no ha producido transformación económico-social progresiva para la población, tan solo maquillajes y promesas. La revolución francesa en 1789 cambió un orden social de siglos, aún cuando desde 1790 el terror jacobino abriera las puertas a la reacción termidoriana, preparando el terreno a la Francia imperial de Napoleón; la revolución rusa de Octubre de 1917 abrió a la humanidad una nueva perspectiva histórica ante la primera guerra mundial, ésta no contenía per se el horror estalinista, degradación de ese proceso, el cual moldeó todos los cambios políticos de la Europa del Este surgida de la Postguerra, de China, Sudeste Asiático e incluso Cuba. Instaurando regímenes a imagen y semejanza del terror soviético basados en la autocracia y en el culto de la personalidad y en la superexplotación de la población.

Determinar una identidad entre Revolución y su posterior resultado, independientemente del curso final, es producir un fraude a la historia y es propio de un pensamiento sumamente conservador. Desconocer la carga positiva de procesos revolucionarios, es promover el regreso de sistemas profundamente antidemocráticos.

Del mismo modo creerle a pie juntillas la autoproclamación del Presidente Chávez al manifestar “estamos construyendo el socialismo del siglo XXI”, es caer en su maraña, en su terreno ideal, donde manipula un resentimiento de siglos contra cualquiera de los imperios coloniales y neocoloniales que asolaron este continente, para esconder sus verdaderas intenciones.

¿Que tenemos entonces ante nosotros? . Nada nuevo, pero al mismo tiempo parecido a lo que significó el Peronismo en Argentina, el Varguismo en Brasil. Estos régimenes tomaron del discurso político; el nacionalismo, el corporativismo, el antiimperialismo y en el caso nuestro además el socialismo para ostentar el poder y mantenerlo indefinido manipulando las instituciones democráticas. Cada uno de estas experiencias pasadas, incluyendo la actual nuestra, siempre mantuvieron sus vínculos con las odiadas potencias imperialistas.

Aquí la lucha es entre democracia ciudadana, superación de la pobreza, derechos sociales y laborales, alternabilidad democrática Vs. la autocracia y la corrupción del régimen. Hoy Cuba no es socialista, ni comunista, tal vez fue un sueño en 1959 cuando bajaron de Sierra Maestra, para luego convertirse en una farsa desde el momento en que Fidel Castro impuso el regimen estalinista de Partido Unico en 1965. Pero de dicha comedia y pose ha vivido durante cuatro décadas y media. Para salir del entuerto ss fundamental retomar el método y la estrategia.

*Froilán A. Barrios Nieves
Secretario Ejecutivo de la CTV

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