Opinión Nacional

Poblarse de dios

Creced y multiplicaos, la frase que encierra el mandato de Dios a los seres humanos, ha sido secularmente vista como la concreción tangible de su orden a toda la vida, en particular al género humano que la verbaliza por vez primera en las distintas lenguas que hacen vida en la Babel de naciones del orbe. Pero cabe una posibilidad mas para esa frase, una posibilidad que pudiera abrir millones de puertas en todas aquellas personas que estén dispuestas a recibir su mensaje, que llegará a aquellos corazones que tengan oidos para las voces susurrantes que balbucean secretos escondidos en nosotros mismos como templos de almas y pensamientos. Cabe la posibilidad, de que el Creador haya hablado del crecimiento espiritual y de la multiplicación del amor a través del afecto, de la caridad, de la fraternidad. Creced y multiplicaos, entonces tendría otro sentido además del biológico, que trascendería las barreras de las religiones, de las ideologías, de los géneros, de las diferencias de todo tipo. Creced y multiplicaos, sería entonces el mandato ecuménico a desarrollar fe, lenguaje y convicciones interpretando la de los demás sin juzgarlas, sin someterlas al tribunal de la verdad sesgada por el código de justicia propio. Una acción que podríamos llamar con propiedad poblarse de Dios.

Poblarse de Dios significaría poder hacer crecer en nosotros no solo al Dios personal que nos habla a la conciencia sino tambien al Dios que está en otros, que tiene tanto que enseñarle al Dios que está en nosotros.Quizás la mayor travesura de Dios haya sido manifestarse en una diversidad de religiones diferentes que verbalizan las mismas máximas en escenarios culturales diferentes, pero que permiten orientar a las naciones en una suerte de conducción espiritual que debe promover la comprensión entre diversos. Esto es contrario a la descalificación de alguien porque no se entiende su fe.Con las creencias y las ideologías, ocurre lo mismo que las lenguas. Y eso se extiende a las clases sociales, a las diferentes economías, a todo aquello que juzgamos ignorándolo sencillamente porque representa una realidad diferente a la nuestra y que por lo tanto percibimos con infundado recelo.. No podemos entenderlas si no las estudiamos, si no tenemos la iniciativa de conocerlas, de poder hablar a través de ellas.

En el fondo, se trata de un acercamiento amable a lo que es diferente, sin pretender imponer nuestra forma de pensar ni que otro procure avasallarnos con la suya. La conversación de la inteligencia es sutil. Deja el ejercicio del improperio y la grosería a la ignorancia que no sabe hablar ni proceder si no es agrediendo, destruyendo, difamando e injuriando, sin construir nunca nada bueno, sin dejar jamás algo positivo. Quien ordena agredir, a exterminar, a violentar la condición de paz con el otro, no puede ser el líder de los cielos de un Pueblo, es el líder de sus Infiernos. Y en el infierno lo que se pueden compartir son las quemantes brasas que flagelan a las almas atrapadas en él con el odio y el rencor, con el resentimiento del beodo que extravía su pensamiento en el alcohol y sepulta sus sentimientos sublimes en el abrasante desierto estéril de sus pasiones destructivas.

Poblarse de Dios no es competir con el otro sino complementarlo, es la gracia de intercambiar y compartir la libertad de todos, con amor y respeto a la felicidad común.

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